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Nacionalismos

Proceso de rendición. El presidente de la claudicación.

Proceso de rendición. El presidente de la claudicación.

Se esperaba con cierta ansiedad la comparecencia del presidente del Gobierno en el Congreso para anunciar el inicio de las negociaciones con los terroristas. No lo ha podido hacer peor, no tanto en la estrategia como en la exhibición impúdica de la mentira. Zapatero ha querido engañarnos de principio a fin de su anuncio, como si aquí no pasara nada.

Para empezar, tres incumplimientos sobre tres promesas. Desde el Gobierno habían repetido hasta la saciedad que, antes del inicio de las negociaciones, el presidente acudiría al Congreso para informar a la Cámara sobre esos contactos, que se citaría con anterioridad a la Comisión de Secretos Oficiales y, por último, que se convocaría el Pacto Antiterrorista. Pues bien, nada de eso se ha cumplido. Zapatero ha acudido al Congreso, sí, pero sólo ante los medios de comunicación. Es un gesto de desprecio hacia la soberanía nacional y una demostración clara de que este Gobierno miente por encima de cualquier cosa, sin importarle en absoluto sus efectos. Además, desde Moncloa han tenido la desfachatez de explicar que lo importante era que la comparecencia del presidente fuera en un Congreso entendido en "sentido amplio". Mientras Zapatero hablaba en el palacio de la Carrera de San Jerónimo, los diputados se enteraban desde sus despachos por el circuito cerrado de televisión. En definitiva, una auténtica burla al Parlamento. Y, claro está, el Gobierno ha ignorado la Comisión de Secretos Oficiales y ha desmontado el Pacto Antiterrorista.

Pero, en todo caso, lo más importante de la comparecencia de Rodríguez Zapatero es el anuncio público de la rendición del Gobierno ante las exigencias de los etarras. El presidente se ha comprometido a reconocer lo que decidan los vascos sobre su futuro, dando luz verde a la autodeterminación y dinamitando así todos los puentes que lo unían al sentido común, la democracia y la Constitución.

Tras decenas de años asesinando y matando con la exigencia de la autodeterminación del País Vasco, la banda terrorista ETA se ha encontrado con un presidente que se lo entrega todo como si tal cosa. En una aceptación pública de la rendición, en un acto de irresponsabilidad que sobrepasa cualquier límite, el presidente del Gobierno ha enterrado de un plumazo la defensa de la libertad que millones de españoles han abanderado durante años y ha insultado a las miles de victimas del terrorismo y a sus familias aceptando de forma cobarde las imposiciones de ETA.

Es cierto que todo el aparato mediático del PSOE se ha lanzado a lo loco para intentar amortiguar el impacto ante la opinión pública de la rendición del presidente. Pero da igual: Zapatero ya tiene un hueco en la historia más negra de España. Se ha convertido en el presidente de la rendición y de la cobardía, en el presidente de la claudicación.

Cataluña. TAN SOLO UN 37 % DE LOS CATALANES APOYÓ EL ESTATUT .

Cataluña. TAN SOLO UN 37 % DE LOS CATALANES APOYÓ EL ESTATUT .

 Matemáticamente, sólo uno de cada cuatro habitantes ha votado a favor.

Más de la mitad de los catalanes no acudieron a votar, dejando muy claro que el estatuto ha sido un invento de los políticos, elaborado a espaldas del pueblo. Una participación tan solo del 49,29% y un apoyo del 73,90% con un voto negativo del 20,78%. Rotundo fracaso pues de la propuesta nacional-socialista, ya que la mayoría de los catalanes es indiferente al proceso de construcción nacional de Cataluña. El estatuto no va con ellos.

Según Maragall, el referéndum suponía una decisión sobre "cómo quiere ser Cataluña, cómo quiere estar en España y en el mundo y cómo quiere que sus ciudadanos se sientan y qué tienen que sentir cuando oigan el nombre de Cataluña". Pues ya lo sabe señor Maragall, a los catalanes les importa un bledo sus artificiales propuestas.

En esta situación evidentemente el estatuto carece de legitimidad al no haber recabado el apoyo de la mayoría de los catalanes. El estatuto que se pretende aprobar no representa sino la opinión parcial de una parte no mayoritaria de Cataluña. Pero es que además el referéndum sobre el estatuto suponía un test sobre el modelo de reforma del estado de las autonomías que el PSOE de Zapatero quiere imponer. Un modelo que no ha querido ser sometido a la consulta de los españoles, pero de cuyo categórico rechazo ya no nos cabe la menor duda a la vista del pobre resultado cosechado en Cataluña, región en la que en teoría debía haber obtenido un apoyo incondicional, en atención al tan famoso como presunto “hecho diferencial”.

Debe abriese consecuentemente un proceso de reflexión entre la clase política izquierdista que evite que siga adelante un modelo de reforma estatal y estatutaria que es ajeno a los deseos de la mayoría de la ciudadanía. La cordura y la prudencia aconsejan que este estatuto no debe llegar a promulgarse. Pero como no esperamos un ejercicio de responsabilidad por parte del PSOE, no solo se deben adoptar medidas legales y jurídicas para impedir su entrada en vigor, o al menos se suspenda la aplicación del estatuto, sino que la sociedad debe adoptar una abierta postura de rebeldía civil que paralice la aplicación de este estatuto.

Desde luego una vez confirmada la impotencia de los núcleos separatistas, solo se comprende su aparente auge en la complicidad de un PSOE que acoge con simpatía las aspiraciones desmembradoras de estos partidos minoritarios. Los propios socialistas deberían ser los primeros interesados en acabar con la degradación a que Zapatero ha sometido a la izquierda española, poniéndola al servicio de esa conspiración separatista. Pero en todo caso asistimos a la primera grieta en los muros que Zapatero esta levantando para dividir a la sociedad española.

Cataluña. NO AL ESTATUTO . MEJOR, ABSTENCIÓN.

Cataluña. NO AL ESTATUTO . MEJOR, ABSTENCIÓN.

Cuando el próximo día 18 de junio los catalanes vayan a votar el estatuto que les han propuesto desde arriba y que ellos no demandaban, deberán pensar, no en términos partidistas, ni de oportunismo a corto plazo, sino en las consecuencias que para su futuro va a tener este estatuto.

Los catalanes deben pensar si están dispuestos a pasar a la historia como aquellos que rompieron la convivencia nacional. Porque el estatuto no se trata simplemente de una formula para sacar más dinero al gobierno central, o de conseguir más competencias –que por cierto después no se ejercen mejor de lo que venía haciendo ese gobierno central, como en el caso de la sanidad o la justicia- sino que da el primer paso en firme para la ruptura del modelo estatal diseñado en la Constitución de 1978 y atenta contra la soberanía nacional. Que no se crean los catalanes que este atentado contra la unidad de España no va a traer consecuencias, y van a poder seguir con sus vidas como hasta ahora. Tarde o temprano la historia pasa factura.

Y es que los catalanes no pueden aceptar, ni deberían permitirse, pasar ante el resto de España como insolidarios valedores de la desigualdad a través de ese sistema de financiación bilateral entre gobierno central y Generalidad que plantea el estatuto. Un sistema que proyecta la imagen, de que los catalanes pretenden aprovecharse del esfuerzo de todos los españoles pero evitan contribuir al progreso común de todos, en beneficio exclusivo de ellos. Los catalanes deben romper con ese absurdo victimismo chauvinista difundido por el nacionalismo, que solo beneficia a una casta política que precisa del estatuto para manejar más fondos y más poder que no repercutirá en beneficio de la ciudadanía, y que al final solo les puede aislar y perjudicar económicamente.

Los catalanes no pueden tolerar que se les considere unos energúmenos liberticidas, que se dedican a hostigar lo español y a vapulear a quienes defienden la españolidad de Cataluña, tal y como el estatuto permite en materia lingüística, cultural, histórica, social y económica, dotando a los nacionalistas de los instrumentos precisos para perseguir y discriminar los vínculos de unión de Cataluña con España.

Y es que además los católicos catalanes, algo que deberían recordar los votantes de CiU, ya que presumen de democristianos, pasaran como quienes apoyaron un estatuto laico y anticristiano. El artículo 41.5 vulnera el derecho a la vida desde su concepción, al instaurar el principio de que la mujer tiene derecho a disponer de su propio cuerpo sin ninguna limitación, estableciendo así el aborto libre. También abre las puertas a la eutanasia en su art. 20 al consagrar lo que denominan “el derecho a vivir con dignidad el proceso de la muerte”. Tampoco existe protección a la familia, llegando a eludir el derecho a la educación del menor conforme a las convicciones religiosas de los padres.

No amigos catalanes, votar sí al estatuto no va a salir gratis.

LA NEGOCIACIÓN CON ETA. DISCURSO ÍNTEGRO DE MARIANO RAJOY. Ruptura de relaciones.

LA NEGOCIACIÓN CON ETA. DISCURSO ÍNTEGRO DE MARIANO RAJOY. Ruptura de relaciones.
 Reproducimos a continuación el discurso íntegro del presidente del PP, Mariano Rajoy, pronunciado en el Pleno del Congreso para defender la propuesta de resolución del PP posterior al Debate sobre el estado de la Nación.
Señor Presidente, Señorías:
 Los españoles deseamos ardientemente vivir libres de la amenaza del terrorismo. No pretendo competir con nadie en este deseo, pero el mío no cede el puesto a ninguno. Todos los españoles lo desean ardientemente, pero no lo aceptarían a cualquier precio ni de cualquier manera. Llevamos treinta y ocho años demostrando que no estamos dispuestos a conceder una sola de las exigencias de los asesinos. Esta actitud cívica y ejemplar nos ha costado un precio muy alto si lo medimos en la sangre, en el dolor y en la desolación de las víctimas. Un precio muy alto, señorías. El único que hemos estado siempre dispuestos a pagar para dejar claro que jamás podrán los terroristas doblegar la voluntad democrática de los españoles. No hemos estado dispuestos a rendirnos jamás. No lo haremos jamás.
Las únicas opciones que hemos ofrecido a ETA han sido siempre o la rendición o la derrota. Frutos de esta voluntad fueron el Pacto Antiterrorista, la Ley de Partidos y la expulsión de Batasuna de la democracia y de la legalidad. En todas estas medidas ha participado el señor Rodríguez Zapatero. Gracias a todo ello hemos conseguido acorralar a los terroristas hasta el punto de que la derrota a corto plazo apareciera como una posibilidad alcanzable.
En este contexto, señorías, el pasado 22 de marzo, ETA anunció un alto el fuego permanente. La respuesta del Partido Popular se podía dar por descontada: ofrecimos todo nuestro apoyo al gobierno para intentar confirmar esa buena noticia.
El Partido Popular, desde el primer momento, ha prestado un apoyo leal al Gobierno en los términos que establece el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo, es decir, un apoyo para lograr la disolución de la banda armada sin que mediara ninguna clase de contrapartida. En este sentido, el señor Rodríguez Zapatero manifestó públicamente su conformidad asegurando que no se pagaría ningún precio político por el cese de la violencia.
Desde entonces hemos mantenido este apoyo. No ha sido fácil, porque hemos tenido que dejar a un lado muchas cosas alarmantes que contradecían y devaluaban las palabras del Gobierno. Pero no hemos querido quebrar la marcha de los acontecimientos porque lo único que nos importaba era saber si ETA abandonaba o no su actividad criminal y se disolvía. Eso es lo único que nos importaba, pero que nadie piense que ignorábamos lo que ocurría a nuestro alrededor.
Hemos oído, aunque el señor Rodríguez Zapatero lo negaba, que representantes del Partido Socialista y de Batasuna han celebrado reuniones secretas durante varios años, han pactado una especie de hoja de ruta que recoge los diversos pasos de la negociación e incluso han acordado el procedimiento para alcanzar los acuerdos.
Hemos oído, aunque el señor Rodríguez Zapatero lo negaba, que existe la intención de formar dos mesas para la negociación. Una a la que acudirían el Gobierno y ETA; otra en la que se sentarían el PSOE y Batasuna con quien quisiera acompañarles. Son dos mesas para una misma negociación que se separan únicamente para guardar las formas y poder afirmar —sin que se note el engaño— que con ETA no se negocian contrapartidas políticas. En efecto, se negociará con Batasuna que es lo mismo.
Hemos sabido, aunque el señor Rodríguez Zapatero lo ocultaba, que el alto el fuego no es definitivo, que - por el momento - ETA no desea abandonar de manera irreversible  su actividad criminal, que no piensa entregar las armas y no considera la posibilidad de pedir perdón.
Hemos sabido que ETA suspendía temporalmente sus delitos porque esperaba contrapartidas políticas. Hemos sabido que mantiene todas sus exigencias intactas: la autodeterminación, la anexión de Navarra, el indulto de sus presos y, como gestos de buena voluntad, la suspensión de la Ley de Partidos, del Pacto Antiterrorista, de la actividad policial, de las funciones de la Audiencia Nacional y el inmediato traslado de los presos a cárceles próximas al País Vasco.
Hemos sabido que los de ETA no renuncian a nada porque piensan que ellos han ganado y que hemos fracasado nosotros, los españoles, la Transición, nuestro proyecto autonómico y nuestro tenaz empeño de no ceder a las reclamaciones de los terroristas. Piensan, no conozco el motivo, que somos nosotros quienes hemos pedido la tregua y que nos avenimos a discutir lo que siempre hemos negado.
Hemos visto también que, desde el Gobierno, en lugar de salir al paso de estas exigencias con firmeza, se les allanaba el camino. Hemos constatado una manifiesta permisividad ante las ilegales actividades públicas de Batasuna que el Gobierno disfrazaba de ejercicio legítimo de derechos individuales. Hemos visto una deliberada determinación de la fiscalía para no apreciar delitos en la conducta de los investidos como interlocutores indispensables. Hemos visto que en Batasuna presumen de haber neutralizado a los jueces y ahora reclaman que se neutralice la Audiencia Nacional; en una palabra, el Estado de Derecho.
En fin, señorías, no agotaré el repertorio extendiéndome en el injusto acoso que han sufrido las víctimas ni en las insolentes jactancias que nos regala a diario el señor Otegui. Baste con lo dicho para sostener que hemos visto muchas cosas y ninguna tranquilizadora. Pese a todo, repito, hemos guardado un silencio prudente para dar la oportunidad al Gobierno de explorar lo único que importa. Yo, personalmente, he sufrido numerosas críticas por ello. Pese a todo, señorías, he mantenido mi apoyo porque pensaba que estaba sirviendo a un bien superior, que así entendía yo la posibilidad de que ETA dejara las armas. Únicamente pedí al señor Rodríguez Rodríguez Zapatero que, en cuanto fuera posible, confirmara cerca de la banda terrorista si existía o no una voluntad inequívoca de disolverse y que, mientras no tuviera una respuesta inequívoca, se abstuviera de tomar ninguna iniciativa que favoreciera a los terroristas.
Pues bien, señorías ¿cuál es la respuesta que he recibido? Ninguna. Peor aún: sin que medien cambios en la situación, sin que ETA haya abandonado las armas, nos enteramos gracias a que no estamos sordos, de que el Partido Socialista, en cumplimiento de compromisos adquiridos, se propone iniciar sus conversaciones con Batasuna. Se ha dicho, ofendiendo a la inteligencia de los españoles, que no se trata de una negociación política sino de un ejercicio altruista de catequesis democrática. Al parecer, esto no es cierto porque aquellos con los que el Partido Socialista pretende reunirse no dicen lo mismo. Les ha parecido – y cito las afirmaciones de un dirigente etarra-  que esta reunión constituye el esperado “reconocimiento formal de Batasuna como interlocutor y un paso indispensable para poner en marcha la mesa que negociará el nuevo marco político” del País Vasco. Ya contaban con ello, y el Secretario General del Partido Socialista en el País Vasco, Patxi López, lo ha refrendado hace sólo cuarenta y ocho horas al aceptar la “mesa de partidos” que reclama el mundo de ETA.
Este propósito constituye una osadía descarada, señorías. Si semejante reunión se realiza, acarreará consecuencias muy graves. Ya sé que aquí se gobierna como sea, sin considerar las consecuencias, pero yo estoy obligado a medirlas. Estamos hablando, ni más ni menos que de la legalización de hecho de Batasuna, de su reconocimiento como interlocutor válido, es decir, de compartir con ETA el diseño del futuro de España y del País Vasco. Ni más ni menos, señorías. No me vengan con subterfugios. No me digan que ETA y Batasuna no son lo mismo ni me cuenten que los socialistas vascos toman iniciativas por su cuenta. En esa mesa se van a sentar, los apoderados de ETA y del señor Rodríguez Zapatero.
Este gesto, que quiere parecer cínicamente inocente, arrincona la Ley de Partidos, rompe el Pacto Antiterrorista y se mofa de la sentencia del Tribunal Supremo que ilegalizó a Batasuna. En otras palabras, señorías: con un simple ademán, el Gobierno cumplimentará tres de los gestos de buena voluntad que ETA le exige para sentarse a negociar. Casualmente habrán desaparecido los tres instrumentos que más han contribuido a la derrota de ETA y que más podían ensombrecer el futuro de una banda que no piensa disolverse. Todo eso se lo regala el señor Rodríguez Rodríguez Zapatero, y, además, les pone una mesa.
Este gesto significará, también, que el señor Rodríguez Zapatero mintió cuando dijo que no habría “diálogo con ninguna fuerza política ilegalizada”; que no se pagaría “ningún precio político”; y que “no habría negociación de ninguna clase sin renuncia previa a la violencia”.
Señoras y señores diputados, mientras esta ignominia no se rectifique, entenderemos que el señor Rodríguez Zapatero desea arruinar toda posibilidad de entendimiento con el Partido Popular. En consecuencia, el Partido Popular, que no puede permanecer impasible ante hechos de esta naturaleza, rompe toda relación con el Gobierno del señor Rodríguez Zapatero, le retira el apoyo que venía prestándole y pondrá todo su empeño en que no se consume lo que consideramos un grave atentado contra el orden jurídico, la legalidad democrática, el Estado de Derecho y la seguridad de los españoles.
Señorías, todo lo que precede justifica sobradamente la resolución que ahora me ocupa. Es preciso que esta Cámara deje constancia ante los ciudadanos de varias cosas:
En primer lugar, como señala la resolución, no aceptamos que ETA reciba ninguna contrapartida política. No le debemos nada. Ya hemos pagado suficiente por no ceder a sus exigencias. No vamos a pagar otra vez para darles gusto. ¿Hay alguien que no esté de acuerdo con esto?
¿A qué llamamos contrapartidas políticas? En estos tiempos que corren, conviene señorías que precisemos el alcance de todos los términos. Llamamos contrapartida a cualquier cosa que solicite ETA: desde la pasividad del fiscal hasta la independencia. Como regla, se puede señalar que toda exigencia de ETA-Batasuna es infundada y no debe ser atendida. La única mesa que ETA necesita es aquella en la que vaya a depositar sus armas.
De manera concreta, en nuestra propuesta se rechazan dos cosas: la autodeterminación, sea como fuere que la disfracen, porque no tiene cabida en nuestro ordenamiento jurídico, y cualquier pretensión sobre Navarra. El futuro de los navarros no tiene nada que ver con la existencia o la desaparición de ETA.
Nada de esto es nuevo, señorías. Hasta ahora, todos los gobiernos democráticos enfrentados a situaciones semejantes, le han explicado a ETA que debe abandonar las armas, que no recibirá ninguna contrapartida a cambio de dicho abandono, y que ninguna de sus reclamaciones políticas será atendida por ningún gobierno español. Así ha sido hasta ahora.
Dice la resolución, en segundo lugar, que el Estado no está en tregua, esto es, que ni los fiscales se distraen, ni los jueces se amoldan, ni la policía descansa, ni la administración penitenciaria se reblandece, ni las leyes pierden vigencia. ¿Estamos de acuerdo? En consecuencia, como Batasuna es una organización terrorista ilegal, nadie puede dialogar con ella ni con mesa ni sin mesa. Conviene afirmar rotundamente que en España no hemos renunciado al imperio de la Ley ni al Estado de Derecho. Todo lo contrario. Tanto si ETA decide capitular como si no, las fuerzas de seguridad, los jueces y los fiscales seguirán cumpliendo sus obligaciones con escrupuloso respeto a la legalidad vigente. ¿Hay alguien que no esté de acuerdo con esto?
Dice la resolución, en tercer lugar, que estamos en deuda con las víctimas del terrorismo. ¿Quién lo duda?
Las víctimas encarnan el precio que hemos pagado por no ceder a ETA. Su dolor no es fruto de un accidente. Sufren porque los españoles hemos decidido mantener una postura política digna frente a los asesinos. Ellos han pagado en nombre de todos nosotros y tienen derecho a exigir que no se devalúe su sacrificio ni se les hurte la justicia ni se les arrincone en el olvido. ¿Hay alguien que no esté de acuerdo con esto?
Dice, en cuarto lugar, la resolución que, antes de que el Gobierno tome ninguna iniciativa, es preciso constatar la disolución de la banda, como prometió el señor Rodríguez Zapatero el primer día. Esta noticia no la hemos recibido todavía y, mientras no la recibamos, ni el Gobierno ni el Partido Socialista están legitimados para tomar ninguna decisión sobre la banda. Mientras ETA no desista, cualquier atención que reciba, cualquier favor que se le haga, cualquier concesión que se le otorgue, no se puede entender más que como una claudicación. Y así entiende ETA y así entiende Batasuna las atenciones que está recibiendo: como una claudicación.
En resumen, señorías. La resolución que defiendo no pretende sino aportar claridad, iluminar las intenciones, asegurar que se hará lo que deba hacer sin ocultamientos, sin disimulos, sin doble lenguaje, sin quebrantar el Estado de Derecho. Es bueno que nadie se llame a engaño, especialmente los terroristas, respecto a las intenciones del Gobierno. Si ETA, por la razón que fuere, se ha forjado una idea equivocada de las cosas, conviene que la corrija cuanto antes.
¿Cabe que alguien rechace esta resolución? ¡Naturalmente! Ya se lo digo yo: esta resolución no interesa en absoluto a quienes huyen de la claridad, a los partidarios del sigilo. No le interesa tampoco a quien esté dispuesto a salirse con la suya como sea, a cualquier precio con tal de que lo paguemos los demás.
Señorías, esta resolución no pone en peligro ningún proceso de paz. No juguemos demagógicamente con las palabras. Todos queremos vivir libres de amenazas. Incluso antes de que llegara a la política el señor Rodríguez Zapatero, estábamos todos deseando acabar con esto. ¿Acaso están contra la paz los socialistas que difieren del señor Rodríguez Zapatero? ¿Lo está Felipe Gonzalez, lo está Rosa Díez, lo están Maite Pagazurtundua, Gotzone Mora, Nicolás Redondo y tantos otros? No señorías. La cuestión no es si queremos o no queremos vivir en paz. La cuestión es si hemos de pagar un precio o no pagarlo. Hay unos pocos dispuestos a pagar lo que les pidan. La inmensa mayoría de los españoles no queremos pagar nada. Esa es la única diferencia entre nosotros.
Claridad, señorías. Esta resolución no pide otra cosa.
Por cierto que, a favor de la claridad, deseo corregir dos malentendidos.
Parece ser que el Gobierno aguarda impaciente a que, esa parte de ETA que figura como Batasuna, haga algún gesto que permita legalizarla. Pues bien, señorías, Batasuna, con este nombre o con otro cualquiera, diga lo que diga y jure lo que jure, seguirá siendo lo mismo que ha sido siempre, lo único que da sentido a su existencia: un apéndice de ETA. Será el mismo perro con distinto collar. Ya sé que a ustedes no les importa porque lo que buscan es un apaño para disimular que negocian con ETA. Lo digo como aclaración. Seguirá siendo la cara visible de ETA. Si no fuera así, carecería de interés para ustedes. Mientras exista ETA, de nada servirá que cambie la denominación de sus representantes. Siempre volvemos a lo mismo, señorías. Todo debe comenzar por la desaparición de ETA.
El otro aspecto que conviene aclarar es el del nombre de esta operación. No me gusta esa insidia de proceso de paz porque desfigura la realidad a favor de los terroristas y juega sucio con los deseos de los españoles. Es el mismo truco que emplea ETA-Batasuna, desde hace 30 años. Nunca ha pedido que nos rindamos. Siempre nos ha encandilado con la paz. Nadie ha tenido la boca tan llena de amor a la paz como ETA-Batasuna. No he conocido mejores defensores de la paz que Txomin Iturbe, Josu Ternera o Arnaldo Otegui. Siempre nos la han ofrecido como un atractivo manto (muy útil, por cierto, para ocultar lo que esconden debajo). Por eso no me fío nunca cuando se habla de paz en relación con ETA.
Señorías, todos deseamos vivir en paz, pero no a cualquier precio. Los españoles, que han conservado siempre la cabeza erguida ante ETA, que no han retrocedido jamás ante el terror; que han sabido convivir con el sufrimiento y enterrar a las víctimas con orgullo; que han salvado su dignidad individual y colectiva, pueden aceptar, y han aceptado siempre, que se hable con los asesinos para saber si están dispuestos a dejar las armas... y para nada más.
Lo que los españoles no aceptan ni aceptarán, es que se premie a los verdugos, que se les dé la razón, que se les sacrifiquen las víctimas, que se les entregue la libertad de los habitantes del País Vasco, que se pongan a su servicio las instituciones de la democracia. ¡Eso, señorías, jamás!
Este es el sentido de nuestra resolución.

Nada más y muchas gracias, señor Presidente.

EL PODER DE LOS CANALLAS

EL PODER DE LOS CANALLAS

No es preciso ser un gran pensador ni ensayista para comprender que el terrorismo no es más que una táctica o estrategia que consiste en usar la violencia contra individuos o grupos para cambiar el resultado de algún proceso político. En el caso español, ETA utiliza la violencia para lograr su objetivo de independencia de las provincias vascas, intentando desestabilizar la sociedad española.

Tampoco hay que ser muy listo para entender que en la medida que la sociedad reaccione ante esa violencia, cediendo en mayor o menor grado a sus pretensiones, o rechazándolas completamente, estaremos ante una derrota o victoria del terrorismo.

En definitiva en eso consiste el poder que tienen estos canallas. El poder de influir en los procesos políticos legítimos, en la medida que se pueda desgastar a la sociedad democrática hasta provocar, bien su colapso o bien su cansancio. En la historia reciente de España en dos ocasiones el terrorismo ha estado a punto de lograr sus objetivos. La primera ocasión el 23 de febrero de 1981, cuando una democracia débil fue desbordada y muchos no vieron sino en el golpe militar la solución a un terrorismo que a diario asesinaba. Una situación buscada y provocada por ETA, que en aplicación de la teoría clásica del foco guerrillero de acción/reacción, quería encontrar la masa critica suficiente para protagonizar un levantamiento que llevase a un enfrentamiento abierto en el País Vasco. Y hoy nos encontramos ante la segunda ocasión, cuando también fruto de la debilidad, la democracia se ve amenazada, no por unos militares que desean a base de dureza terminar con ETA, sino al contrario, por un gobierno que desea rendirse para terminar de una vez y cuanto antes.

Dialogar con terroristas que aún cuentan con ese poder de la violencia, y lo que es aún peor, siguen creyendo en la eficacia y legitimidad de ese poder para influir en la sociedad, estando solo dispuestos a abandonarlo solo en la medida que sus demandas sean atendidas, es una contradicción ética y una estupidez política, pues los interlocutores de la izquierda aberzale creen más en el argumento de la fuerza que en la fuerza del argumento.

Zapatero dialogará con ETA, le parezca bien o mal al pueblo español. Ya lo sabemos. Es algo que ya esta decidido desde hace largo tiempo, y poco importa que la mitad de la sociedad española se oponga. Usará el Parlamento como fachada para justificar sus acciones y sentarse con los canallas, dispuesto a darles la razón cuando pensaron que matar serviría, tarde o temprano, para arrancar concesiones a la sociedad española.

DISCURSO ÍNTEGRO DE MARIANO RAJOY. Estatuto de Andalucía.

DISCURSO ÍNTEGRO DE MARIANO RAJOY. Estatuto de Andalucía.
 Reproducimos a continuación el contenido íntegro del discurso pronunciado en el Congreso de los Diputados por el presidente del Partido Popular en la toma en consideración del Estatuto de Andalucía.
Señor Presidente, Señores Comisionados del Parlamento de Andalucía, Señor Presidente de la Junta de Andalucía, Señora Presidenta del Parlamento de Andalucía, Autoridades, Señorías:
Si hacemos caso al Orden del Día, lo que nos ocupa hoy es la reforma del Estatuto de Andalucía. ¡Ojala fuera así!
El Estatuto de Andalucía es el de Carmona. Reformarlo significa, esencialmente, añadir y quitar cosas a un texto en el que se pueda reconocer el estatuto original. Lo que aquí nos traen no guarda ni siquiera su memoria.
No hay tal reforma. Estamos ante un estatuto nuevo. No se pretende reformar lo anterior, sino suprimirlo. ¿Tal vez para mejorarlo? Me temo que no. Nos traen un proyecto que ni es mejor, ni lo apoyan los andaluces, ni responde a las necesidades de Andalucía.
En realidad, señor Rodríguez Zapatero, me dirijo a usted en este momento concreto, con el pretexto del Estatuto, estamos, una vez más, ante el empecinado empeño de alterar la estructura de la Nación, con cambios que nadie reclama, que nadie sabe a qué responden, que a nadie le mejoran la vida, pero que tienen la virtud taumatúrgica de complicarlo todo, dividir a los ciudadanos, abandonar los problemas reales y llenar el futuro de incertidumbres.
Hoy se trata, supuestamente, de la reforma del Estatuto de Autonomía de Andalucía; ayer del de Cataluña; mañana, tal vez, será el turno del País Vasco.
Señorías, señor Rodríguez Zapatero, en este y en otros temas lo que pide la razón, la lógica, el sentido común, o cualquier manera ordenada de proceder, incluido el Perogrullo, es que, antes de hacer nada, se piensen las cosas. Y cumplida la desagradable tarea de pensar y cuando se sabe ya con seguridad razonable a dónde se quiere ir, se traza un plan para disponer los medios y asegurar las ayudas. Por último, la prudencia aconseja ejecutar el mismo plan que se ha trazado y no cualquier otra ocurrencia que caiga del cielo.
Y si no se respeta este orden, si se prescinde de la reflexión, si no se ponderan todos los beneficios y cada uno de los perjuicios, si no se disponen los medios necesarios, si faltan las ayudas indispensables y no se respeta el plan en la ejecución, es imposible que las cosas salgan bien.
Viene al caso aquel pensamiento recogido por Herodoto del triunfante estratega de Salamina, que decía: Cuando los hombres forman planes razonables, por lo general suelen cumplirse; pero cuando no forman planes razonables, ni Dios suele favorecer las decisiones humanas.
Ahora, pregunto yo: ¿Qué podemos esperar cuando no se forman planes ni razonables ni de ninguna clase como es el caso de este Gobierno? ¿Acaso está el señor Rodríguez Zapatero en condiciones de exponer —aunque sea sumariamente— las líneas maestras del proyecto de reformas estatutarias que alienta con tanto empuje? No. Tajantemente, no ¿Por qué? Porque no lo tiene. Ni lo ha tenido nunca. Se ha lanzado irreflexivamente a poner todo patas arriba sin pararse a medir las consecuencias de sus actos. ¿Por qué? Tal vez confunde la acción de gobierno con el movimiento continuo y piensa que el progreso consiste en no estarse quieto.
No existe ningún plan. Tampoco se han reunido los medios. No se cuenta con las ayudas necesarias y se hacen las cosas al buen tún-tún. En estas condiciones, es imposible, señorías, que las cosas salgan bien. Lo natural, lo lógico, es lo que ocurre: que las cosas salen mal, que toda España está sufriendo bandazos y sacudidas sin saber por qué ni para qué ni a qué precio ni con qué consecuencias.
Señor Rodríguez Zapatero, ¿podemos considerar esta actitud como frívola e irresponsable? Yo no me atrevería, pero el diccionario dice que sí.
Acabamos de contemplar el ejemplo de Cataluña, con un estatuto que fue salvado in extremis por una marrullería del señor Zapatero, que en esta Cámara ha logrado un respaldo raquítico y en el Senado ha salido por los pelos, que no se sabe si salvará con decoro el referéndum y que, eso sí es seguro, no se podrá aplicar. ¡Estamos hablando nada menos que de una Ley Orgánica del Bloque Constitucional! Si hubiéramos dejado el asunto en manos de unos aficionados que no supieran nada de esto, no lo hubiesen hecho peor.
Hay quien reprocha al señor Rodríguez Zapatero por sus incumplimientos en Cataluña. Nada más injusto, señorías. No ha incumplido nada porque no se proponía nada. Sabido es que el Presidente del Gobierno improvisa sobre la marcha y no es raro que su inspiración le sugiera variar erráticamente su dirección, dar giros en redondo, cambiar de socios, provocar alborotos y, en definitiva, dejar todo peor de lo que estaba.
Ahora vamos a repetir la farsa pero esta vez contra Andalucía. ¿Qué les han hecho a ustedes los andaluces? ¿Por qué este empeño en imponerles algo que ni desean ni se merecen? ¿Por qué estas prisas por dividir a la población e inventarle problemas que no tenía?
Vamos por partes: ¿A cuántos andaluces representa este Estatuto?
Nos traen un proyecto que concierne a todos los andaluces, y resulta que no cuenta más que con el apoyo del 60% del Parlamento de Andalucía, es decir con los votos del PSOE y el auxilio de Izquierda Unida. Trae exactamente los votos que exige la ley, pero muchísimos menos de los que pedía el señor Zapatero –pregúntele al PNV- y reclama el sentido común. ¿Esta es toda la Andalucía que solicita el cambio Estatuto? ¿Sabían ustedes que nunca vino a esta Cámara un texto con tan pocos apoyos si exceptuamos el caso del Plan Ibarretxe?
He aquí la primera gran reforma que nos proponen: sustituir un Estatuto que era de todos —porque contó con el apoyo del 100%— por otro que nadie había reclamado y que deja fuera a una parte importantísima de Andalucía. ¿Acaso los discrepantes no son andaluces de verdad y por eso no hay que hacerles caso?
Tienen ustedes la virtud de convertir el instrumento que debe articular  la unidad de todos los andaluces en una fuente de discordia, en el arma arrojadiza de unos contra otros. ¿Es esto una paradoja? Mucho peor: es un fracaso. No es la primera vez que comienzan ustedes sus aventuras con un fracaso.
¿Saben por qué estamos debatiendo este proyecto? Yo se lo digo: Lo estamos debatiendo porque el presidente del Gobierno es tan flexible que dice una cosa y hace otra. Tienen que agradecer ustedes que el señor Rodríguez Zapatero sea incoherente. De lo contrario, de acuerdo con sus propias reglas, y lo dijo muy bien don Antonio Sanz en esta tribuna, rechazaría este estatuto, como rechazaría el Plan Ibarreche, por falta de representatividad. Pero ustedes lo conocen bien y saben mejor que yo que no hay que tomar muy en serio todo lo que dice.
¡Qué cosas, señorías! El abanderado del talante, del consenso, del entendimiento, ha derribado todos los talantes, todos los consensos y todos los entendimientos que había en España. Ahora tiene otro concepto del consenso. El concepto del consenso será el que hagamos en el futuro, señor Rodríguez Zapatero. El consenso se ha convertido hoy en su adversario. Y ahora lo miran con malos ojos.
Si pasamos al análisis del contenido del Estatuto, la primera impresión que uno recibe es que estamos ante un texto jurídico muy malo. No constituye ningún timbre de gloria para sus redactores.
No me refiero solo a su contenido, señorías. Es malo, esencialmente, por dos razones: la primera porque lo han hecho deliberadamente mal. La segunda, porque ustedes han actuado como si consideraran a Andalucía una hermana menor de Cataluña y que para dejar de serlo necesita repetir los mismos errores que su hermana.
Lo han hecho mal a propósito. Ustedes mismos han reconocido que el texto necesita ajustes, rectificaciones, que presenta trazos disonantes. ¿Tan mal está? ¿Entonces por qué incluyen lo que ustedes mismos saben que está de más? ¡Nadie les obliga! Se lo han guisado ustedes solitos.
Reconozcan el contrasentido. Aceptan de antemano que el texto necesita correcciones y confían en que el Congreso las lleve a cabo. ¡Perfecta confesión de incapacidad! ¿Por qué no lo arreglaron en Sevilla?
¿Quién lo redacta en Sevilla? Ustedes. ¿A quién se lo confían en Madrid para que lo peine? A ustedes. ¿Me pueden explicar esto? ¿A qué viene este subterfugio adolescente de nosotros a pedir que ya lo recortarán en Madrid? ¿Es que el PSOE andaluz carece de criterio o es que los socialistas del Gobierno son más listos o es que no se hablan entre ustedes?
El caso es que se inspiran minuciosamente en los errores del Estatuto catalán. Han copiado un sinfín de artículos del mismo, han fusilado más de 100 enmiendas, imitan el espíritu de los redactores del Estatuto catalán y fotocopian hasta sus argumentos.
Las consecuencias no podían ser otras. Se modifica el Preámbulo del Estatuto, el Artículo 1º, se incluye un Título específico de Derechos y Deberes imponiendo un modelo de sociedad y con planteamientos claramente intervencionistas. Se le quitan al Estado competencias exclusivas. Se impone el blindaje de competencias. Se limita la capacidad del Estado para dictar  legislación básica.
Por cierto, en algunos temas como Educación, Función Pública y otros los límites a esa legislación básica no coinciden con los del Estatuto de Cataluña, con lo que el conflicto está servido. Vamos a tener que hacer 17 legislaciones básicas, señoras y señores diputados.
De la misma manera se establece una relación bilateral entre el Estado y la Junta de Andalucía. Se establece un modelo de Poder Judicial y de participación en la Unión Europea igual que el catalán.
Y también se fijan los criterios con los que el Estado debe decidir las inversiones públicas. En Cataluña se dice que las inversiones públicas se harán en función del PIB. En Andalucía se dice que se harán en función de la población. El señor Rodríguez Zapatero apoya los dos criterios, aunque sean incompatibles. Luego vendrá otro y dirá que no, que la inversión se hará en función de islas de las autonomías; y otro que se hará en función de la dispersión de la población. Y el señor Rodríguez Zapatero, aunque sean incompatibles, contradictorios y no se puedan aplicar, dará su ok a cualquiera. ¿A él qué más le da? ¿A mi qué me importa? Ya lo arreglará otro. Esto es el modelo de Estado, señoras y señores diputados, que estamos haciendo.
En suma, continúan ustedes –y esto es lo verdaderamente grave- el proceso de debilitamiento del Estado y cambio del régimen constitucional de 1978 lo que dificultará, hasta límites insospechados, el ejercicio de las funciones clásicas de la Administración en un Estado moderno.
En fin, señorías, estas y otras muchas cuestiones fueron incorporadas en el último momento  a través de 130 enmiendas del PSOE que transformaron de raíz el texto de la ponencia, que era del PSOE fundamentalmente, y que era un buen punto de partida para intentar buscar un consenso con el resto de las fuerzas políticas. Y luego viene usted aquí a hablarnos del consenso.
¿Era tan bueno el estatuto catalán que debemos tomarlo como modelo? Al contrario: arrancó mal, se ha desarrollado peor, ha salido cojeando, se ha cargado el Tripartito, divide a los catalanes y no ha resuelto nada. Supongo que nadie, ni siquiera el señor Rodríguez Zapatero, está dispuesto a sostener ahora que España está ahora más unida, que los nacionalistas catalanes se han tranquilizado o que hay menos problemas en Cataluña. Supongo que ni el señor Rodríguez Zapatero hará ahora aquí esta afirmación. Señorías, es capaz de hacerlo
Pretenden trasladar a Andalucía una experiencia fallida a sabiendas de que no puede salir bien. Se ve que ustedes no aprenden ni de sus propios errores. ¿Por qué lo hacen? Muy sencillo, señorías: lo hacen porque no tienen más remedio.
Una vez que el señor Rodríguez Zapatero ha decidido no dar su brazo a torcer aunque se hunda el mundo; una vez que ha decidido llegar hasta el final, cueste lo que cueste o sigue dando pedales o se le cae la bicicleta.
Claro está que ustedes no quieren perjudicar a su jefe de filas. Por eso necesitan utilizar a Andalucía, a los andaluces y a su estatuto para disimular lo ocurrido en Cataluña, para atenuarlo y para que parezca menos grave. Al extender la torpeza confían en que resulte menos llamativa, menos escandalosa. Es como teñir de negro una prenda para borrar las manchas.
Han tomado la peor decisión, que es encadenar los errores. El Estatuto de Cataluña les ha obligado a huir hacia delante para no reconocer un fracaso manifiesto. Y se han propuesto hacer lo mismo con el Estatuto de Andalucía que, así, se convierte en la gran coartada de su incompetencia catalana.
Señorías. Las cosas son como son. Voy a hacerle una pregunta. Se la voy a hacer a usted. ¿Acaso habrían presentado aquí este texto si no hubieran cometido antes el desaguisado que han dejado en Cataluña? Saben que no. ¿Cómo se explica si no el súbito cambio en su actitud, la ruptura del consenso en Sevilla, el ponerse a fabricar enmiendas urgentemente como quien hace churros?  Señorías, se lo he recordado antes. En 24 horas presentaron ustedes 130 enmiendas copiadas del Estatuto Catalán. Y así quieres buscar el consenso con el resto de grupos políticos.
Yo les digo una cosa. Andalucía no se merece esto. Yo creo que las aspiraciones de los andaluces son mucho más altas y que no se van a conformar con ser una coartada para los errores del Gobierno y del PSOE.
Les va a costar convencer a los andaluces de la felicidad que les espera en el paraíso de este nuevo estatuto que comparte errores, inconstitucionalidad e insolidaridad con el de Cataluña.
La guinda de este pastel, señorías, es la realidad nacional.  De repente, en 24 horas, han descubierto ustedes, jubilosamente, que Andalucía  es una realidad nacional. En 24 horas.
¿Qué dicen los andaluces? No salen de su pasmo, como es natural. Están asombrados; instalados en la estupefacción más absoluta al darse cuenta que constituían, sin saberlo, una realidad nacional.
Señor presidente del Gobierno. Suba aquí y dígalo. ¿Qué es eso de realidad nacional, señorías? ¿A qué viene este prurito nacionalista repentino? ¿Qué nuevo juego de palabras se traen entre manos? ¿Quién se manifestó pidiendo esto en Andalucía? ¿Sería mucho pedir que alguien definiera este abracadabra en términos comprensibles?
¿Podrían decirnos cuáles son los límites del concepto, qué cosas son y qué cosas no son realidad nacional? ¿Puede alguien hacerlo, señores del PSOE? No. Obviamente, no. Hablan por hablar. Usan las palabras porque suenan bien, porque sirven para embaucar a los distraídos y porque si cuela, cuela.
Yo le voy a decir lo que realidad nacional, señor presidente del Gobierno: realidad nacional es sinónimo de nación. Tanto monta-monta tanto. Estoy seguro, porque no puedo pensar otra cosa, que ustedes lo sabían. Entonces, si querían poner nación, ¿por qué no han puesto nación? Y si no se han atrevido a decir nación ¿por qué dicen realidad nacional que es exactamente lo mismo. ¿Es que lo de nación les parecía ridículo y realidad nacional suena más suave?
En castellano, señorías, dejando a un lado los juegos de palabras, llamamos nacional a lo que pertenece al todo que es la Nación, como la Audiencia Nacional, los Paradores Nacionales, o la Lotería Nacional. Andalucía no es el todo, sino una parte, al igual que Cataluña, Galicia o Murcia. Todas disfrutan de un estatuto de autonomía, es decir del estatus que corresponde a una parte del todo. Esto lo saben hasta los ladrillos de la Giralda.
Nacional y nación son términos tan inseparables como Málaga y malagueño. Donde no existe nación no hay nada nacional. Al contrario, quien se proclama nación, reclama inmediatamente el monopolio de lo nacional ¿Por qué piensan ustedes que el nacionalismo socialista de Cataluña está prohibiendo que se aplique el término nacional a todo lo que no sea catalán? Lo hacen, tengo que decir que muy coherentemente, porque el señor Rodríguez Zapatero les ha dicho que son una nación.
Señorías, lo que hayan hecho ustedes mal en Cataluña, corríjanlo en Cataluña. No transplanten los problemas. No los dispersen. No pretendan que Andalucía cargue con la cruz de tener que disimular un error con otro error.
Costó muchísimo ponerse de acuerdo en 1978 para llamar a determinadas comunidades autónomas nacionalidades. Es un término acordado, refrendado (en un referéndum nacional, por cierto), y que no admite equívocos de ninguna clase: cuando decimos nacionalidad estamos diciendo autonomía. Treinta años después nos vienen ustedes con una ocurrencia que ni tiene consenso ni está refrendada, ni se sabe para qué sirve y pretenden incorporarla por las buenas al bloque constitucional. A veces cuesta creer que hablen ustedes en serio.
Esto no es lo peor. Lo peor viene ahora, cuando alegan que el concepto de realidad nacional garantiza a los andaluces la equiparación con la comunidad que más techo tenga.
Esto es falso y, además, reaccionario. Es falso porque la única identidad que garantiza los derechos de los andaluces, como los de todo el mundo, es la española. Es reaccionario porque utiliza una terminología y una argumentación típicamente nacionalistas.
Y ustedes lo saben. Por eso, todo esto de la realidad nacional no ha aparecido hasta el último momento, cuando una enmienda del PSOE a la Ponencia incluyó esta denominación en el Preámbulo y eliminó la referencia a la “unidad indisoluble de la Nación española”.
¿Algún andaluz les ha pedido lo de la realidad nacional? ¿Algún andaluz le ha pedido a alguien que esté presente en esta Cámara que se eliminase la referencia a la unidad indisoluble de la nación española? Díganlo. Si usted lo sabe, señor presidente del Gobierno, suba a esta tribuna y explíquelo. Y si no lo sabe, dígalo también. Y proponga que se cambie esto. ¿Por qué había que cambiar el Preámbulo y el artículo 1 del Estatuto andaluz, de un Estatuto refrendado por el 100% de los ciudadanos? ¿Quién gana con esto? ¿Qué gana un andaluz? ¿A qué intereses sirve? ¿Por qué lo hacen ustedes, si no se lo creen? Es imposible que se lo crean. Y dramático sería que se lo creyeran. Por eso yo sé que no se lo creen ustedes. Lo que no sé es cuál es la razón por la que suprimen en el Estatuto de Andalucía la alusión a la unidad indisoluble de la nación española. No lo sabe nadie. Y nadie en esta Cámara, señoras y señores diputados, nos lo va a explicar en la sesión de hoy.
   
Señorías, piensan ustedes que Cataluña ha logrado muchas concesiones porque se proclama nación, lo cual le confiere un estatus de especial privilegio. En consecuencia, para que Andalucía pueda situarse en la misma categoría, han resuelto que a los andaluces les conviene hacerse nacionalistas.
Según ustedes, Andalucía necesita el nacionalismo para poder ser igual que los demás. Por eso reclaman todos los atributos de una nación, incluido ese de la realidad nacional que tanto ha de contribuir a mejorar la situación de los andaluces.
En una palabra, señorías, que, según ustedes, es bueno ser nación porque se logran más competencias y mejor estatus.  Ser nación es jauja. Hete aquí que los señores de la Internacional se han vuelto particularistas.
La culpa no es sólo de ustedes. A fin de cuentas, lo que el señor Rodríguez Zapatero premia son los valores nacionalistas; lo que estimula son los sentimientos nacionalistas. No me extraña que ustedes, para merecer gracia a los ojos de su jefe de filas, consideren que les trae cuenta hacerse nacionalistas, aunque sean nacionalistas sobrevenidos y advenedizos.
¿Qué les falta para ser buenos nacionalistas del todo? Lo vamos a ver en las próximas fechas. Ese característico gesto incivil de dividir a los andaluces en buenos y malos. Buenos serán los que se traguen esta historia y malos,  todos los demás. Verán qué pronto se les llena  Andalucía de antiandaluces. Esto es lo dramático, señor presidente del Gobierno. Es que usted no se da cuenta. No se da cuenta del problema que está generando en toda España, de la división que está produciendo. No se da cuenta.
¿Quién engaña a los andaluces, señorías? ¿Quién les dice que al convertirse en realidad nacional mejorarán su estatus, su calidad de vida, incluso su renta y su autoestima? El señor Rodríguez Zapatero. Ese es el que se lo dice. ¿Quién les está dejando barruntar que si, en lugar de realidad nacional, pudieran ser nación estarían mejor todavía? El señor Rodríguez Zapatero. ¿No sería mejor que dijeran la verdad o es que, a partir de ahora decir la verdad es antiandaluz?
La verdad es que los derechos de los andaluces, como los míos, no dependen de la historia ni de los sentimientos ni de los símbolos ni de la bendita tierra que habitemos. Nuestros derechos existen porque somos ciudadanos españoles. ¡Ciudadanos españoles, señorías! Ahí se resumen todos nuestros derechos. Los territorios no tienen derechos, señorías. Los derechos corresponden a las personas, a los individuos, no a las hectáreas, ni a las hierbas del campo ni a las piedras del monte. Los derechos son de los andaluces, de los catalanes, de los gallegos, de los murcianos. Y no los tienen por ser nacionalistas sino, todo lo contrario, por formar parte de la nación española. El nacionalismo no multiplica los derechos de nadie. No aporta ni un solo derecho. Los mengua, los empequeñece, porque se los arrebata al individuo para sacrificarlos en el altar de unos símbolos fantasmagóricos. Eso lo sabe la gente de su partido, señor presidente. Lo saben muchas personas de su partido político.
En una palabra, señorías, defienden ustedes una aberración jurídica y constitucional. Pretenden que los ciudadanos dejen a un lado lo que constituye la escritura de propiedad de sus derechos. ¿Esta es la nueva educación cívica del socialismo moderno? Porque esta es la pregunta que cabe hacer. ¿Ustedes que son? Antes eran socialistas. Podía o no estarse de acuerdo con usted, pero había algunos principios que ustedes defendían. Yo pacté en numerosas ocasiones muchos asuntos referidos al modelo de Estado. Con el señor Caballero en 1992, con el señor Benegas en 1996. Nunca los he votado ni los voy a votar. Pero eran gente normal. Aquella gente tenía criterio, sabían lo que era España, defendían las clásicas posiciones del PSOE, aquellas en las que han coincidido con el PP, aquellas que entienden como buenas más del 90% de los españoles.
No pretendan engañar a los andaluces ofreciéndoles un estatuto nacionalista como si fuera un bálsamo curalotodo. No existe ningún estatuto taumatúrgico, señorías. No existe el estatuto que por su propia virtud mejore la condición de la gente. Lo único que puede mejorar esa condición es algo que los andaluces se merecen, pero que no han conocido todavía: una cosa que se llama buen gobierno. Eso es lo que sirve para mejorar el nivel de vida. Ni el mejor estatuto del mundo puede compensar de un mal gobierno.
Andalucía, es decir, los andaluces, tienen derecho a que se les tome en serio. Si Andalucía ha de mejorar su autogobierno no será porque se maquille de nación. Será porque se lo merece tanto como cualquier otra región española; será porque lo exige el bienestar de sus ciudadanos y la eficacia de la Administración. Será, sobre todo, porque la Constitución reconoce la igualdad de todos los españoles en todas las regiones de España.
Dejemos el nacionalismo territorialista a un lado. Se trata de que el andaluz o el gallego tenga los mismos derechos reales que el catalán o que el riojano (dentro y fuera de Andalucía) porque todos son ciudadanos españoles y todos los españoles tienen los mismos derechos se pongan el señor Zapatero o quien quiera sumarse a sus curiosos planteamientos a la hora de definir lo que es la realidad nacional.
En suma, señorías, nos han traído un proyecto de reforma estatutaria que no es una reforma, que ninguna exigencia ciudadana avala, que carece de representatividad, que divide a los andaluces, que pretende encubrir los errores del Gobierno, disimular lo ocurrido en Cataluña para atenuarlo  y que está deliberadamente mal hecho para dejar las manos libres al señor Rodríguez Zapatero. Y eso es muy peligroso señorías. Dejarle las manos libres al señor Rodríguez Zapatero es muy peligroso. Porque es el único presidente de la historia del Gobierno español que todavía no se ha subido a esta tribuna a decirnos cuál es su idea de España. Porque no la tiene. Nadie sabe cuáles son las competencias que debe ejercer el Estado en opinión del señor Rodríguez Zapatero, ni cuál debe ser la legislación básica del Estado, ni cuál debe ser la relación con las comunidades autónomas, ni cómo deben distribuirse las inversiones del Estado porque ahora, por lo visto nos hemos enterado que las decisiones sobre los presupuestos del Estado ya no se toman aquí, sino que ahora las toman las comunidades autónomas.
Señor Rodríguez Zapatero, el ayuntamiento de Granada decide sobre sus inversiones, el Parlamento andaluz sobre las suyas, el Parlamento de Galicia sobre las suyas, el Parlamento de Galicia sobre las suyas, el ayuntamiento de Santiago de Compostela –por citar una ciudad donde yo nací- sobre las suyas. Y el Parlamento nacional sobre las suyas. Porque si no, no hay Parlamento nacional, no hay soberanía nacional y estaremos en una Confederación o algo parecido. Explique usted en esta tribuna cuál es su modelo de Estado.
Señorías, se lo digo como lo siento. Para mi, que algunas cosas he intentado aprender y que algunas cosas me creo, es una paradoja incomprensible que de Andalucía, una tierra más española que San Isidoro, más leal que Guzmán el Bueno, la que asistió al parto de la Constitución de Cádiz –ya sé que ustedes no saben quienes son todos estos-, Andalucía ha llevado en sus gentes el nombre de España por todas las tierras del mundo. Y es una triste paradoja que de esa Andalucía nos pueda llegar semejante exaltación del nacionalismo más ramplón y localista.
Señorías, se pueden ganar elecciones, se pueden perder elecciones. Pero hay una cosa muy importante que no entienden. Ustedes tienen una responsabilidad ante 42 millones de ciudadanos. La tiene mayor el señor Rodríguez Zapatero. Por eso yo a ustedes les disculpo. Si yo les entiendo. A quien no puedo entender es al señor presidente del Gobierno.
Esto sí que Andalucía no se lo merece. Si hay alguna región que por su tamaño, por su historia, por su imagen y por su influencia pueda liderar la idea de la nación española, de la España constitucional, de la igualdad de derechos y de la solidaridad, esa región es por derecho Andalucía. Y esto no se lo merece.
Nosotros, tal y como está hoy el proyecto de estatuto, no podemos apoyar la toma en consideración. La razón es que yo no soy como ustedes, que apoyan cualquier cosa que le diga el señor Rodríguez Zapatero. Yo no, yo no puedo. Y no puedo porque yo no voy a fallar a los andaluces. Por esa razón no puedo.  
Señorías, que podamos aprobarlo en su día dependerá de lo que ocurra en ponencia y en comisión.
Desde luego, si ha de contar con nuestro apoyo, deberá reconstruirse el consenso. Todos tenemos historia y todos tenemos trayectoria. Yo he acreditado capacidad para pactar todo lo que se refiere a España muchas ocasiones en mi vida. Lo he hecho con su partido político. Ha sido usted el que ha roto una constante en lo que ha sido el consenso territorial desde 1978. Si quieren nuestro apoyo deberán trabajar y reconstruir el consenso. Es inaceptable que en 24 horas fusilen 130 enmiendas del estatuto catalán. No es aceptable ni para los andaluces ni para cualquier persona normal. ¿A qué plan respondía ese Estatuto? Yo creía que tenían un criterio, que pensaban hacer algo. En 24 horas 130 enmiendas copiando el estatuto catalán. Ni había criterio, ni sabían lo que tenían que hacer, ni sabían para qué era. ¿A dónde van? ¿Qué modelo de Estado tiene usted?
Señor presidente, yo ya le he ofrecido acuerdos sobre estos asuntos muchas veces. Y tengo trayectoria, insisto. A lo mejor se me puede criticar por otras muchas cosas. Pero no por no haber sido capaz de acordar estos temas. Cuando estaba en la oposición y cuando estaba en el Gobierno.
Señorías, yo quiero una foto. Pero dentro del marco de la Constitución. No la imaginaria que tengan ustedes, usted, en la cabeza, que yo no sé cómo es. YO hablo de la Constitución real, la de 1978.Y hacer otra cosa por nuestra parte sería traicionar a Andalucía y a toda España que, perdóneme, en este tema de la estructura del Estado, se fía mucho más de nosotros que de ustedes. Bastante más.
Señor Rodríguez Zapatero. Y por eso usted no ha querido convocar un referéndum que le han pedido, entre otros, medio millón de ciudadanos andaluces.
Ahora ustedes tienen la palabra y la oportunidad de elaborar con nosotros un estatuto para todos, enriquecedor y duradero; sino, pueden desarrollar este apaño que, como es natural y de justicia, tendrá un futuro más que incierto.
Muchas gracias, Señor Presidente (del Congreso de los Diputados).

El PSC utilizará tu "sí" contra España.

El PSC utilizará tu "sí" contra España.

"El PP utilizará tu 'no' contra Cataluña" es un lema que no tiene buena respuesta. Y, sin embargo, hay que darla. Comprendemos que los socialistas catalanes han conocido, de forma casi exclusiva, la oposición. Fue la decisión de Felipe González, que siempre prefirió a Pujol. A la vista de lo sucedido en los últimos dos años y medio, se entiende al sevillano: optaba entre lo malo –el nacionalismo– y lo peor: los suyos. Pero esta reciente experiencia de gobierno, aun bajo la presidencia de un iluminado, aun salpicada de despropósitos sin cuento, debiera haberles conferido algún sentido de Estado, alguna responsabilidad.

Los despropósitos van del reparto de decenas de millones de euros para informes innecesarios a las multas contra los comerciantes que rotulan en castellano; de la ofensa a los cristianos junto al Santo Sepulcro a la extorsión de funcionarios; del nombramiento de consellers duchos en bombas al intento de imponer a los medios el criterio de veracidad desde un órgano político. Pero alguna intuición de lo que significa gobernar en democracia deberían haber experimentado. Pues no.

Ante un referéndum legalmente preceptivo, una formación política en el poder lanza una campaña señalando con el dedo, como enemigo de Cataluña, a un partido que gobierna en siete comunidades y dos ciudades autónomas, que tiene 148 diputados y casi diez millones de votos en España. El PSC, temiendo un ridículo mayúsculo después de hacer tanto ruido con el estatuto, de desestabilizar tanto el país, de encanallar tanto la política, opta por una vieja estrategia que conocemos demasiado bien: alentar el conflicto entre territorios y entre grupos sociales; convertir en enemigo interno, en apestado, a un segmento de la población catalana que supone alrededor del 15% del electorado. Su decisión es grave porque obliga a una respuesta. Cuando el fratricida habla, es mejor darse por enterado inmediatamente; si no, luego es mucho peor.

Votantes socialistas de Cataluña, la mayoría de vosotros no tenéis nada que ver con Pasqual Maragall y los suyos, ni con su visión de Cataluña y de España, ni con los intereses que defienden. Ahora es importante que no os dejéis manipular. El PSC usará vuestro "sí" contra España. Lo usará para justificar el fin de la solidaridad entre territorios, para seguir alimentando el odio antiespañol en los colegios y medios de comunicación, para convertiros en ciudadanos de segunda, para privaros de la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley que recoge la Constitución, para romper la unidad del poder judicial, para construir una Cataluña estrecha, alicorta y resentida a su imagen y semejanza.

Con chuleria. "SOMOS UNA NACIÓN Y MAÑANA SEREMOS UN ESTADO"

Con chuleria. "SOMOS UNA NACIÓN Y MAÑANA SEREMOS UN ESTADO"

El presidente de ERC, Josep Lluís Carod Rovira, manifestó este sábado la voluntad de su partido de permanecer "muchos años" en el Gobierno de la Generalidad con el objetivo de avanzar hacia la independencia y señaló que "la mejor alegría que podríamos darle a quien no quiere una Cataluña libre, ni en Catalunya ni en España, es que ERC saliera del Gobierno". "Les hemos dado una taza y dos tazas". ERC "no dice que sí al Estatuto" y "no sale del gobierno".

En su discurso en la Fiesta de ERC en Barcelona en el Moll de la Fusta, Carod insistió en que la remodelación del Gobierno garantiza la "continuidad" del tripartito "hasta el final de la legislatura" cuando ERC "todavía no ha dicho lo que votará en el referéndum del Estatut". "Había quien se frotaba las manos", dijo Carod, pero "les hemos dado una taza y dos tazas". "ERC no dice que sí" al Estatut y "no sale del Gobierno", sentenció. "Nos queremos quedar muchos años", aseveró.

El líder de ERC diferenció entre el "españolismo" que votará no al Estatuto "en contra de Catalunya" y que representa el PP; el "catalanismo conformista de la siesta larga en el sofá y que se lo traga todo", y la posición propia de ERC del "catalanismo consecuente y coherente que mira al futuro y que resiste todas las presiones posibles". Recordó además que "no hay nada escrito de forma definitiva" y "quien habla es la gente, quien va a votar es la buena gente que cada vez más valora la coherencia y la utilidad" y ERC "es las dos cosas a la vez".
Carod aprovechó su intervención para que el nuevo consejero de Gobernación y Administraciones Públicas, Xavier Vendrell, recibiera a modo de aplausos y vítores el reconocimiento y los ánimos del partido frente a las críticas que ha provocado su nombramiento. Junto a Vendrell y Carod, participaron en la fiesta el secretario general, Joan Puigcercós y el recién proclamado candidato de ERC por Barcelona, Jordi Portabella. Según Carod, la "autoridad civil" de la que se está dotando ERC con la presidencia del Parlament, el primer ministro y un tercio del Gobierno "no gusta a los sectores que no quieren que las cosas cambien, a los que hacen negocio con la situación de dependencia política, cultural y lingüística" de Cataluña.

Por ello, reafirmó la apuesta independentista de ERC para la consecución de una "Cataluña libre dentro del marco de la UE", "imitando a Dinamarca, Portugal, Francia o España", que "no renuncian a su Estado", y porque "quien no tiene Estado no existe en Europa". Carod recordó su intervención en el Congreso el día de la aprobación del Estatuto y señaló que "hoy nos niegan el reconocimiento de Cataluña como nación, pero que se vayan preparando". "Democráticamente, con la fuerza del pueblo, somos una nación. Mañana, si el pueblo quiere, y quiere, seremos un Estado", apostilló.