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Homosexualismo

Matrimonios homosexuales

Matrimonios homosexuales

El Congreso ha aprobado la desnaturalización de la institución del matrimonio, equiparando la unión de dos personas del mismo sexo al matrimonio.

Como suele pasar, los medios masivos, especialmente la televisión, rehenes de las modas “progres”, haciendo gala de su habitual falta de rigor y superficialidad, confunden a la opinión pública, mezclando la tolerancia con la convivencia de homosexuales con la naturaleza jurídica del matrimonio.

Desde un punto de vista exclusivamente jurídico, no moral ni religioso, no se puede confundir el fundamento de la protección jurídica que el ordenamiento legal otorga al matrimonio, basado en la función social que desempeña, con la regulación de un hecho, hasta ahora extralegal, como las uniones afectivas de personas del mismo sexo.

La iniciativa del gobierno ZP ha logrado poner a todas las confesiones religiosas de acuerdo, a excepción del Islam. En un comunicado de la católica Conferencia Episcopal, la Federación de Comunidades Judías de España, la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España, y el vicario general en funciones y deán de la catedral ortodoxa griega en Madrid, dirigido a los parlamentarios, que en teoría representan a toda la sociedad española, resaltan que "cualquier modificación de la institución matrimonial requiere una profunda reflexión y un amplio diálogo y consenso social". Y es que el PSOE de ZP está jugando a la ingeniería social desde el dogmatismo progresista, sin tener en cuenta la opinión de una gran parte de España. El comunicado conjunto sigue recordando que "el matrimonio monógamo heterosexual forma parte de la tradición judeo-cristiana y de otras confesiones religiosas, y en su estructura básica ha sido y es una institución fundamental en la historia de las sociedades de nuestro entorno cultural" y termina haciendo un llamamiento a la sensatez: "Los derechos que se quieran o deban reconocer a otro tipo de uniones diferentes a la unión matrimonial no deberían afectar a la esencia e identidad del matrimonio".

La iniciativa del extremista gobierno de ZP, tiene el dudoso merito de haber merecido el primer comentario del nuevo pontífice, Benedicto XVI, sobre una actuación gubernamental. El Papa ha calificado de “profundamente negativa” la iniciativa del gobierno socialista, que considera “destructiva para la familia y la sociedad". El Papa ha denunciado las consecuencias de esta legislación, que independientemente del respeto hacía los homosexuales, “que sufren porque están intentando encontrar un modo justo de vivir”, supone una agresión contra la familia, ya que “el derecho crea la moral o una forma de moral y la gente normal retiene que lo que afirma el derecho es moralmente lícito. Y si juzgamos que esta unión equivale más o menos a un matrimonio nos encontraremos con una sociedad que no reconocerá el carácter fundamental de lo que es una familia”.

Desde los medios “progres”, por supuesto no podemos esperar más que sus habituales tópicos y burlas, en respuesta a las razones del Papa, posturas que intelectualmente revelan una profunda intolerancia y falta de respeto por aquellos que no comparten su filosofía relativista.

En todo caso las palabras del Papa son un toque de atención para aquellos que se dicen católicos y viven en la incongruencia de pretender ser religiosos a la vez que apoyan políticamente a unos partidos incompatibles con su fe.

El CGPJ pide paralizar la reforma del matrimonio homosexual por considerar que lo "desnaturaliza".

El CGPJ pide paralizar la reforma del matrimonio homosexual por considerar que lo "desnaturaliza".

Un informe del Consejo General del Poder Judicial sostiene que la reforma del Código Civil para abrir el matrimonio a las parejas homosexuales “adultera” y “desnaturaliza” el contenido de esta institución. El escrito pide paralizar la iniciativa y, en todo caso, excluir la posibilidad de adopción. El Gobierno no pidió consejo al CGPJ, ya que no está obligado a ello por ley.

El texto, que debatirá el próximo martes la Comisión de Estudios del CGPJ, cree que la realidad social de uniones entre homosexuales "puede hacer aconsejable que se les procure un tratamiento que les dé seguridad jurídica, lo que puede implicar la necesidad de que esas uniones sean contempladas por el ordenamiento jurídico". Sin embargo "en la satisfacción de tal objetivo, el legislador no puede adulterar una institución como el matrimonio", "la opción no puede consistir en desnaturalizar una determinada institución jurídica que presenta unas características bien claras", señala el documento redactado por el vocal del CGPJ José Luis Requena.

Para posibilitar la reforma "no queda más remedio que eliminar de la institución matrimonial un signo identificador hasta ahora indubitado y jurídicamente incuestionado, esto es, que el matrimonio es una unión heterosexual", añade el texto de más de medio centenar de páginas y que apunta a "serias" dudas sobre la constitucionalidad de la iniciativa. "La heterosexualidad es un elemento constitutivo esencial del propio concepto de matrimonio: el matrimonio o es heterosexual o no es", subraya el informe sobre el proyecto de ley aprobado por el Gobierno el pasado 30 de diciembre para su remisión a las Cortes.

Según el estudio al que ha tenido acceso EFE, llamar matrimonio a la unión de homosexuales es un "cambio radical", como lo sería llamar matrimonio a la unión de más de dos personas o la unión entre un hombre y un animal. Razona también que la satisfacción jurídica de una "parte mínima de la población no puede hacerse a costa de adulterar el contenido esencial de una institución ni a trastocar los fundamentos del Derecho de Familia".

"Fundar la reforma en bases movedizas como la conciencia o la demanda social o un mal entendido sentido de la dignidad de la persona o de búsqueda de la igualdad, dejan a nuestro ordenamiento sin resortes ni bases jurídicas para rechazar modelos matrimoniales ajenos a nuestra cultura jurídica que con entera facilidad acabarían por imponerse", como por ejemplo el matrimonio poligámico.

Derecho de adopción

En cuanto a la adopción señala que "implica postergar el interés superior del menor, declarado como tal prioritario por los tratados suscritos por España en materia de derechos fundamentales y supedita ese interés a la necesidad de una minoría de que sus tendencias homosexuales sean homologadas". Aún cuando se regulase el matrimonio entre personas del mismo sexo, "en este momento y en esa norma debería excluirse expresamente la regulación de la adopción por esas parejas hasta que haya un pronunciamiento del Tribunal Constitucional y, en todo caso, hasta que la sociedad protagonice un debate profundo sobre la materia".

En el texto se sugiere "un mayor debate y reflexión y, por tanto, su paralización (de la reforma)" e invita a indagar en el diseño de figuras jurídicas que se ajusten a la regulación de una convivencia libre, basada en la unión por tiempo indefinido, sujeto a libre ruptura por causas legalmente previstas y con determinados efectos jurídicos.

Los gays en la televisión. Homosexualidad disimulada.

Los gays en la televisión.

Los armarios están..... ¡abarrotados! De como el tiempo pone a las cosas y a las personas en su sitio, eso es algo que está demostrado por activa y por pasiva.

Cuando a finales de 1995 y principios de 1996 saltó uno de los mayores escándalos de este país en relación a los gays, muchos de los implicados organizaron verdaderas trifulcas porque ellos eran inocentes y nunca se mezclarían en semejantes temas ni situaciones.

¿Hace falta que dé nombres?, no lo creo necesario. El tiempo ha dado la razón a quienes acusaron a aquellos personajes de ser lo que eran, de estar dentro de un armario que incapaz de contener en su interior a tanta gente, reventó sus cerraduras y sus moradores salieron a raudales.

En aquella situación, se encontraron personajes famosos que se apresuraron a decir que ellos sólo pasaban por allí y que no sabían lo que sucedía. A la larga, el tiempo les ha puesto a todos en sus lugares.

Casi en su mayoría pertenecían y siguen perteneciendo al mundo de la televisión y del espectáculo. Se quisieron organizar campañas en defensa del honor de aquellas personas tan injustamente tratadas y plenamente ofendidas.

La realidad es que todos han demostrado ser grandes gays. Alguno que otro estuvo asustado durante mucho tiempo por si su nombre salía a la palestra. Tuvieron suerte y lograron que nadie les mencionara, pero ellos también eran clientes de diario en el mencionado club de gays, el Arny.

Ahora uno de aquellos clientes del que todos sabemos sus inclinaciones, presenta televisión, y para más regodeo, pretende presentar un programa en una cadena privada, un programa dedicado a sus colegas.

Espero que reine la cordura y si el lumbrera de turno da paso a la emisión del programa, lo haga en franja horaria entre las 03'00 hasta las 06'00, así las personas normales no tendremos que por error tener que ver el programa por televisión.

Por cierto, ¿irán a este programa todos los que se escondieron en el Arny?

El lobby rosa feroz, sale del armario.

El lobby rosa feroz, sale del armario. En España son 300.000 homosexuales hombres (maricas) y 100.000 homosexuales mujeres (lesbianas), solamente, que no nos coman el coco mintiendo con las cifras.

La estrategia de inflar cifras y datos, supuestamente estadísticos, siempre ha resultado eficaz cuando el objetivo es crear un estado de opinión favorable respecto a cuestiones de difícil digestión moral. En nuestro tiempo, la dialéctica de la cantidad siempre vencerá a la de la calidad. Así sucedió en su momento con el potente lobby de la cultura de la muerte cuando se trataba de introducir la legalización del aborto como algo excepcional pero que afectaba a «cientos de miles de mujeres». Y así viene ocurriendo con el poderosísimo e influyente lobby gay («No somos machos pero somos muchos») ante su pretensión de absoluta normalización y derecho a matrimoniarse con todos sus avíos, incluida la adopción de inocentes criaturitas. Paulatinamente nos han ido acostumbrando a desayunarnos con unas cifras que se utilizan sin el menor rigor pero que ya nadie se atreve a discutir porque proceden de donde proceden. Y así, don Pedro Zerolo, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas y Gays, nos asaetea continuamente con el dato de que en España existen cuatro millones de homosexuales (armario más, armario menos) cifra que no procede de ningún estudio estadístico mínimamente serio sino de las mientes calientes del señor Zerolo, que no hace sino aplicar directamente la muy particular ley universal de contabilidad homosexual, según la cual: entre el 8 y el 13 por ciento de la población son personas homosexuales.

De indudable ayuda para conseguir minar las convicciones morales de una sociedad que hasta hace cinco minutos consideraba el matrimonio entre personas del mismo sexo como una asquerosita aberración, son los editoriales y comentarios que se vienen vertiendo en los medios de comunicación, que no sólo tragan ya con la normalización de la anormalidad, sino que se solidarizan con quienes afirman la existencia de una discriminación respecto a las personas de conducta homosexual, considerando que no concederles los supuestos derechos que reclaman significaría poco menos que un delito de lesa constitucionalidad y una vulneración del artículo 14, por aquello de que «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de sexo...». Desde luego en España, el colectivo homosexual explota un victimismo gratuito que choca frontalmente con nuestra cotidiana realidad social, porque si existe alguna discriminación respecto a personas que hacen gala de su homosexualidad, tal discriminación es positiva y opera a su favor más que en su contra; sólo hay que ver el peso de su influjo en los medios de comunicación, las subvenciones públicas que tan generosamente reciben sus asociaciones y su omnipresencia en los programas de televisión donde la homosexualidad es presentada como sinónimo de buen rollito, comprensión, talante dialogante y bondad natural. Por contra, el lado oscuro y los efectos negativos, tanto individuales como sociales, que produce la «avanzada opción homosexual» se consideran tema tabú, y reo sea de anatema quien ose siquiera plantear los posibles problemas que genera.

Observando la imparable influencia del lobby rosa, el silencio cómplice de quienes ante su empuje miran para otro lado y el desarme moral de una sociedad donde lo bueno y lo malo es lo que como tal dicta el último programa basura de televisión; y escuchando las promesas electorales de ZP y las recientes declaraciones de su ministro de Justicia, no hay duda de que los españoles contaremos con el orgullo de aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo sin ni siquiera necesidad de reformar la Constitución, ya que ésta dice en su artículo 32 que «El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica», pero como no añade «entre sí» (porque las Constituciones no suelen incluir lo obvio), la puerta hacia el himeneo mariconsón (Fidel Castro dixit) queda tan abierta como algunos esfínteres de hospitalaria generosidad. Estamos a punto de asistir al gran momento de superación de una homofobia irredenta que, sorprendentemente, ha afectado a todas las culturas planetarias de la historia de la humanidad, que en su universal ignorancia han venido rechazando, o ni siquiera se detenían a considerar, el matrimonio entre personas del mismo sexo. Felizmente, y como no hay caverna que cinco mil años dure ni parlamento ni televisión progresista que lo consienta, el siglo XXI será testigo definitivo de cómo nos liberan de un nuevo lastre intolerante y avanzamos, otro pasito más, hacia el progreso en indignidad del género humano.

Que siga la locura, que se casen y adopten criaturas, que se den y que reciban libres de impuestos e IVA..., pero por favor, que no nos vendan que las prácticas homosexuales constituyen una actividad digna de ser elevada a la categoría matrimonial, ni algo de lo que hay que mostrarse orgulloso (a no ser que padecer un trastorno psicopatológico en la función sexual pueda ser causa de orgullo, claro). Que no nos cuenten más cuentos: que la verdad es la verdad dígala Agamenón o su porquero, y la anormalidad es anormalidad contabilícela Zerolo o legalícela Zapatero.

Homosexualismo. COMPORTAMIENTO DE LOS POLÍTICOS CATÓLICOS.

Homosexualismo
Contra lo que dicen algunos medios, la enseñanza del nuevo documento de la Iglesia sobre las prácticas homosexuales no supone retroceso alguno, al contrario, es la reafirmación de la invariable enseñanza bíblica (al menos, unos 40 siglos). Tampoco es una novedad que la Iglesia exhorte a los católicos a ser coherentes tanto en la vida pública como en la privada. Tienen, como el que más, derecho y deber de expresar sus opiniones y trabajar por que se cumplan.

CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE

CONSIDERACIONES ACERCA DE LOS PROYECTOS DE RECONOCIMIENTO LEGAL DE LAS UNIONES ENTRE PERSONAS HOMOSEXUALES. COMPORTAMIENTO DE LOS POLÍTICOS CATÓLICOS.

INTRODUCCIÓN

1. Recientemente, el Santo Padre Juan Pablo II y los Dicasterios competentes de la Santa Sede (1) han tratado en distintas ocasiones cuestiones concernientes a la homosexualidad. Se trata, en efecto, de un fenómeno moral y social inquietante, incluso en aquellos Países donde no es relevante desde el punto de vista del ordenamiento jurídico. Pero se hace más preocupante en los Países en los que ya se ha concedido o se tiene la intención de conceder reconocimiento legal a las uniones homosexuales, que, en algunos casos, incluye también la habilitación para la adopción de hijos. Las presentes Consideraciones no contienen nuevos elementos doctrinales, sino que pretenden recordar los puntos esenciales inherentes al problema y presentar algunas argumentaciones de carácter racional, útiles para la elaboración de pronunciamientos más específicos por parte de los Obispos, según las situaciones particulares en las diferentes regiones del mundo, para proteger y promover la dignidad del matrimonio, fundamento de la familia, y la solidez de la sociedad, de la cual esta institución es parte constitutiva. Las presentes Consideraciones tienen también como fin iluminar la actividad de los políticos católicos, a quienes se indican las líneas de conducta coherentes con la conciencia cristiana para cuando se encuentren ante proyectos de ley concernientes a este problema.(2) Puesto que es una materia que atañe a la ley moral natural, las siguientes Consideraciones se proponen no solamente a los creyentes sino también a todas las personas comprometidas en la promoción y la defensa del bien común de la sociedad.

I. NATURALEZA Y CARACTERÍSTICAS IRRENUNCIABLES DEL MATRIMONIO

2. La enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la complementariedad de los sexos repropone una verdad puesta en evidencia por la recta razón y reconocida como tal por todas las grandes culturas del mundo. El matrimonio no es una unión cualquiera entre personas humanas. Ha sido fundado por el Creador, que lo ha dotado de una naturaleza propia, propiedades esenciales y finalidades.(3) Ninguna ideología puede cancelar del espíritu humano la certeza de que el matrimonio en realidad existe únicamente entre dos personas de sexo opuesto, que por medio de la recíproca donación personal, propia y exclusiva de ellos, tienden a la comunión de sus personas. Así se perfeccionan mutuamente para colaborar con Dios en la generación y educación de nuevas vidas.

3. La verdad natural sobre el matrimonio ha sido confirmada por la Revelación contenida en las narraciones bíblicas de la creación, expresión también de la sabiduría humana originaria, en la que se deja escuchar la voz de la naturaleza misma. Según el libro del Génesis, tres son los datos fundamentales del designo del Creador sobre el matrimonio.

En primer lugar, el hombre, imagen de Dios, ha sido creado «varón y hembra» (Gn 1, 27). El hombre y la mujer son iguales en cuanto personas y complementarios en cuanto varón y hembra. Por un lado, la sexualidad forma parte de la esfera biológica y, por el otro, ha sido elevada en la criatura humana a un nuevo nivel, personal, donde se unen cuerpo y espíritu.

El matrimonio, además, ha sido instituido por el Creador como una forma de vida en la que se realiza aquella comunión de personas que implica el ejercicio de la facultad sexual. «Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y se harán una sola carne» (Gn 2, 24).

En fin, Dios ha querido donar a la unión del hombre y la mujer una participación especial en su obra creadora. Por eso ha bendecido al hombre y la mujer con las palabras: «Sed fecundos y multiplicaos» (Gn 1, 28). En el designio del Creador complementariedad de los sexos y fecundidad pertenecen, por lo tanto, a la naturaleza misma de la institución del matrimonio.

Además, la unión matrimonial entre el hombre y la mujer ha sido elevada por Cristo a la dignidad de sacramento. La Iglesia enseña que el matrimonio cristiano es signo eficaz de la alianza entre Cristo y la Iglesia (cf. Ef 5, 32). Este significado cristiano del matrimonio, lejos de disminuir el valor profundamente humano de la unión matrimonial entre el hombre la mujer, lo confirma y refuerza (cf. Mt 19, 3-12; Mc 10, 6-9).

4. No existe ningún fundamento para asimilar o establecer analogías, ni siquiera remotas, entre las uniones homosexuales y el designio de Dios sobre el matrimonio y la familia. El matrimonio es santo, mientras que las relaciones homosexuales contrastan con la ley moral natural. Los actos homosexuales, en efecto, «cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso».(4)

En la Sagrada Escritura las relaciones homosexuales «están condenadas como graves depravaciones... (cf. Rm 1, 24-27; 1 Cor 6, 10; 1 Tim 1, 10). Este juicio de la Escritura no permite concluir que todos los que padecen esta anomalía sean personalmente responsables de ella; pero atestigua que los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados».(5) El mismo juicio moral se encuentra en muchos escritores eclesiásticos de los primeros siglos,(6) y ha sido unánimemente aceptado por la Tradición católica.

Sin embargo, según la enseñanza de la Iglesia, los hombres y mujeres con tendencias homosexuales «deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo signo de discriminación injusta».(7) Tales personas están llamadas, como los demás cristianos, a vivir la castidad.(8) Pero la inclinación homosexual es «objetivamente desordenada»,(9) y las prácticas homosexuales «son pecados gravemente contrarios a la castidad».(10)

II. ACTITUDES ANTE EL PROBLEMA DE LAS UNIONES HOMOSEXUALES

5. Con respecto al fenómeno actual de las uniones homosexuales, las autoridades civiles asumen actitudes diferentes: A veces se limitan a la tolerancia del fenómeno; en otras ocasiones promueven el reconocimiento legal de tales uniones, con el pretexto de evitar, en relación a algunos derechos, la discriminación de quien convive con una persona del mismo sexo; en algunos casos favorecen incluso la equivalencia legal de las uniones homosexuales al matrimonio propiamente dicho, sin excluir el reconocimiento de la capacidad jurídica a la adopción de hijos.

Allí donde el Estado asume una actitud de tolerancia de hecho, sin implicar la existencia de una ley que explícitamente conceda un reconocimiento legal a tales formas de vida, es necesario discernir correctamente los diversos aspectos del problema. La conciencia moral exige ser testigo, en toda ocasión, de la verdad moral integral, a la cual se oponen tanto la aprobación de las relaciones homosexuales como la injusta discriminación de las personas homosexuales. Por eso, es útil hacer intervenciones discretas y prudentes, cuyo contenido podría ser, por ejemplo, el siguiente: Desenmascarar el uso instrumental o ideológico que se puede hacer de esa tolerancia; afirmar claramente el carácter inmoral de este tipo de uniones; recordar al Estado la necesidad de contener el fenómeno dentro de límites que no pongan en peligro el tejido de la moralidad pública y, sobre todo, que no expongan a las nuevas generaciones a una concepción errónea de la sexualidad y del matrimonio, que las dejaría indefensas y contribuiría, además, a la difusión del fenómeno mismo. A quienes, a partir de esta tolerancia, quieren proceder a la legitimación de derechos específicos para las personas homosexuales conviventes, es necesario recordar que la tolerancia del mal es muy diferente a su aprobación o legalización.

Ante el reconocimiento legal de las uniones homosexuales, o la equiparación legal de éstas al matrimonio con acceso a los derechos propios del mismo, es necesario oponerse en forma clara e incisiva. Hay que abstenerse de cualquier tipo de cooperación formal a la promulgación o aplicación de leyes tan gravemente injustas, y asimismo, en cuanto sea posible, de la cooperación material en el plano aplicativo. En esta materia cada cual puede reivindicar el derecho a la objeción de conciencia.

III. ARGUMENTACIONES RACIONALES CONTRA EL RECONOCIMIENTO LEGAL DE LAS UNIONES HOMOSEXUALES

6. La comprensión de los motivos que inspiran la necesidad de oponerse a las instancias que buscan la legalización de las uniones homosexuales requiere algunas consideraciones éticas específicas, que son de diferentes órdenes.

De orden racional

La función de la ley civil es ciertamente más limitada que la de la ley moral,(11) pero aquélla no puede entrar en contradicción con la recta razón sin perder la fuerza de obligar en conciencia.(12) Toda ley propuesta por los hombres tiene razón de ley en cuanto es conforme con la ley moral natural, reconocida por la recta razón, y respeta los derechos inalienables de cada persona.(13) Las legislaciones favorables a las uniones homosexuales son contrarias a la recta razón porque confieren garantías jurídicas análogas a las de la institución matrimonial a la unión entre personas del mismo sexo. Considerando los valores en juego, el Estado no puede legalizar estas uniones sin faltar al deber de promover y tutelar una institución esencial para el bien común como es el matrimonio.

Se podría preguntar cómo puede contrariar al bien común una ley que no impone ningún comportamiento en particular, sino que se limita a hacer legal una realidad de hecho que no implica, aparentemente, una injusticia hacia nadie. En este sentido es necesario reflexionar ante todo sobre la diferencia entre comportamiento homosexual como fenómeno privado y el mismo como comportamiento público, legalmente previsto, aprobado y convertido en una de las instituciones del ordenamiento jurídico. El segundo fenómeno no sólo es más grave sino también de alcance más vasto y profundo, pues podría comportar modificaciones contrarias al bien común de toda la organización social. Las leyes civiles son principios estructurantes de la vida del hombre en sociedad, para bien o para mal. Ellas «desempeñan un papel muy importante y a veces determinante en la promoción de una mentalidad y de unas costumbres».(14) Las formas de vida y los modelos en ellas expresados no solamente configuran externamente la vida social, sino que tienden a modificar en las nuevas generaciones la comprensión y la valoración de los comportamientos. La legalización de las uniones homosexuales estaría destinada por lo tanto a causar el obscurecimiento de la percepción de algunos valores morales fundamentales y la desvalorización de la institución matrimonial.

De orden biológico y antropológico

7. En las uniones homosexuales están completamente ausentes los elementos biológicos y antropológicos del matrimonio y de la familia que podrían fundar razonablemente el reconocimiento legal de tales uniones. Éstas no están en condiciones de asegurar adecuadamente la procreación y la supervivencia de la especie humana. El recurrir eventualmente a los medios puestos a disposición por los recientes descubrimientos en el campo de la fecundación artificial, además de implicar graves faltas de respeto a la dignidad humana,(15) no cambiaría en absoluto su carácter inadecuado.

En las uniones homosexuales está además completamente ausente la dimensión conyugal, que representa la forma humana y ordenada de las relaciones sexuales. Éstas, en efecto, son humanas cuando y en cuanto expresan y promueven la ayuda mutua de los sexos en el matrimonio y quedan abiertas a la transmisión de la vida.

Como demuestra la experiencia, la ausencia de la bipolaridad sexual crea obstáculos al desarrollo normal de los niños eventualmente integrados en estas uniones. A éstos les falta la experiencia de la maternidad o de la paternidad. La integración de niños en las uniones homosexuales a través de la adopción significa someterlos de hecho a violencias de distintos órdenes, aprovechándose de la débil condición de los pequeños, para introducirlos en ambientes que no favorecen su pleno desarrollo humano. Ciertamente tal práctica sería gravemente inmoral y se pondría en abierta contradicción con el principio, reconocido también por la Convención Internacional de la ONU sobre los Derechos del Niño, según el cual el interés superior que en todo caso hay que proteger es el del infante, la parte más débil e indefensa.

De orden social

8. La sociedad debe su supervivencia a la familia fundada sobre el matrimonio. La consecuencia inevitable del reconocimiento legal de las uniones homosexuales es la redefinición del matrimonio, que se convierte en una institución que, en su esencia legalmente reconocida, pierde la referencia esencial a los factores ligados a la heterosexualidad, tales como la tarea procreativa y educativa. Si desde el punto de vista legal, el casamiento entre dos personas de sexo diferente fuese sólo considerado como uno de los matrimonios posibles, el concepto de matrimonio sufriría un cambio radical, con grave detrimento del bien común. Poniendo la unión homosexual en un plano jurídico análogo al del matrimonio o la familia, el Estado actúa arbitrariamente y entra en contradicción con sus propios deberes.

Para sostener la legalización de las uniones homosexuales no puede invocarse el principio del respeto y la no discriminación de las personas. Distinguir entre personas o negarle a alguien un reconocimiento legal o un servicio social es efectivamente inaceptable sólo si se opone a la justicia.(16) No atribuir el estatus social y jurídico de matrimonio a formas de vida que no son ni pueden ser matrimoniales no se opone a la justicia, sino que, por el contrario, es requerido por ésta.

Tampoco el principio de la justa autonomía personal puede ser razonablemente invocado. Una cosa es que cada ciudadano pueda desarrollar libremente actividades de su interés y que tales actividades entren genéricamente en los derechos civiles comunes de libertad, y otra muy diferente es que actividades que no representan una contribución significativa o positiva para el desarrollo de la persona y de la sociedad puedan recibir del estado un reconocimiento legal específico y cualificado. Las uniones homosexuales no cumplen ni siquiera en sentido analógico remoto las tareas por las cuales el matrimonio y la familia merecen un reconocimiento específico y cualificado. Por el contrario, hay suficientes razones para afirmar que tales uniones son nocivas para el recto desarrollo de la sociedad humana, sobre todo si aumentase su incidencia efectiva en el tejido social.

De orden jurídico

9. Dado que las parejas matrimoniales cumplen el papel de garantizar el orden de la procreación y son por lo tanto de eminente interés público, el derecho civil les confiere un reconocimiento institucional. Las uniones homosexuales, por el contrario, no exigen una específica atención por parte del ordenamiento jurídico, porque no cumplen dicho papel para el bien común.

Es falso el argumento según el cual la legalización de las uniones homosexuales sería necesaria para evitar que los convivientes, por el simple hecho de su convivencia homosexual, pierdan el efectivo reconocimiento de los derechos comunes que tienen en cuanto personas y ciudadanos. En realidad, como todos los ciudadanos, también ellos, gracias a su autonomía privada, pueden siempre recurrir al derecho común para obtener la tutela de situaciones jurídicas de interés recíproco. Por el contrario, constituye una grave injusticia sacrificar el bien común y el derecho de la familia con el fin de obtener bienes que pueden y deben ser garantizados por vías que no dañen a la generalidad del cuerpo social.(17)

IV. COMPORTAMIENTO DE LOS POLÍTICOS CATÓLICOS ANTE LEGISLACIONES FAVORABLES A LAS UNIONES HOMOSEXUALES

10. Si todos los fieles están obligados a oponerse al reconocimiento legal de las uniones homosexuales, los políticos católicos lo están en modo especial, según la responsabilidad que les es propia. Ante proyectos de ley a favor de las uniones homosexuales se deben tener en cuenta las siguientes indicaciones éticas.

En el caso de que en una Asamblea legislativa se proponga por primera vez un proyecto de ley a favor de la legalización de las uniones homosexuales, el parlamentario católico tiene el deber moral de expresar clara y públicamente su desacuerdo y votar contra el proyecto de ley. Conceder el sufragio del propio voto a un texto legislativo tan nocivo del bien común de la sociedad es un acto gravemente inmoral.

En caso de que el parlamentario católico se encuentre en presencia de una ley ya en vigor favorable a las uniones homosexuales, debe oponerse a ella por los medios que le sean posibles, dejando pública constancia de su desacuerdo; se trata de cumplir con el deber de dar testimonio de la verdad. Si no fuese posible abrogar completamente una ley de este tipo, el parlamentario católico, recordando las indicaciones dadas en la Encíclica Evangelium Vitæ, «puede lícitamente ofrecer su apoyo a propuestas encaminadas a limitar los daños de esa ley y disminuir así los efectos negativos en el ámbito de la cultura y de la moralidad pública», con la condición de que sea «clara y notoria a todos» su «personal absoluta oposición» a leyes semejantes y se haya evitado el peligro de escándalo.(18) Eso no significa que en esta materia una ley más restrictiva pueda ser considerada como una ley justa o siquiera aceptable; se trata de una tentativa legítima, impulsada por el deber moral, de abrogar al menos parcialmente una ley injusta cuando la abrogación total no es por el momento posible.

CONCLUSIÓN

11. La Iglesia enseña que el respeto hacia las personas homosexuales no puede en modo alguno llevar a la aprobación del comportamiento homosexual ni a la legalización de las uniones homosexuales. El bien común exige que las leyes reconozcan, favorezcan y protejan la unión matrimonial como base de la familia, célula primaria de la sociedad. Reconocer legalmente las uniones homosexuales o equipararlas al matrimonio, significaría no solamente aprobar un comportamiento desviado y convertirlo en un modelo para la sociedad actual, sino también ofuscar valores fundamentales que pertenecen al patrimonio común de la humanidad. La Iglesia no puede dejar de defender tales valores, para el bien de los hombres y de toda la sociedad.

El Sumo Pontífice Juan Pablo II, en la audiencia concedida al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 28 de marzo de 2003, ha aprobado las presentes Consideraciones, decididas en la Sesión Ordinaria de la misma, y ha ordenado su publicación.

Dado en Roma, en la sede de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el 3 de junio de 2003, memoria de San Carlos Lwanga y Compañeros, mártires.

Joseph Card. Ratzinger, Prefecto; Angelo Amato, S.D.B.; Arzobispo titular de Sila, Secretario

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(1) Cf. Juan Pablo II, Alocución con ocasión del rezo del Angelus, 20 de febrero de 1994 y 19 de junio de 1994; Discurso a los participantes en la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Familia, 24 de marzo de 1999; Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 2357-2359, 2396; Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana, 29 de diciembre de 1975, n. 8; Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986; Algunas consideraciones concernientes a la Respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales, 24 de julio de 1992; Pontificio Consejo para la Familia, Carta a los Presidentes de las Conferencias Episcopales de Europa sobre la resolución del Parlamento Europeo en relación a las parejas de homosexuales, 25 de marzo de 1994; Familia, matrimonio y «uniones de hecho», 26 de julio de 2000, n. 23.

(2) Cf. Congregación para la Doctrina de la Fe, Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política, 24 de noviembre de 2002, n. 4.

(3) Cf. Concilio Vaticano II, Constitución pastoral Gaudium et spes, n. 48.

(4) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2357.

(5) Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Persona humana, 29 de diciembre de 1975, n. 8.

(6) Cf. por ejemplo S. Policarpo, Carta a los Filipenses, V, 3; S. Justino, Primera Apología, 27, 1-4; Atenágoras, Súplica por los cristianos, 34.

(7) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2358; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986, n. 12.

(8) Cf. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2359; Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, 1 de octubre de 1986, n. 12.

(9) Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2358.

(10) Cf. Ibid., n. 2396.

(11) Cf. Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitæ, 25 de marzo de 1995, n. 71.

(12) Cf. ibid., n. 72.

(13) Cf. Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiæ, I-II, p. 95, a. 2.

(14) Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitæ, 25 de marzo de 1995, n. 90.

(15) Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum vitæ, 22 de febrero de 1987, II. A. 1-3.

(16) Cf. Sto. Tomás de Aquino, Summa Theologiæ, II-II, p. 63, a.1, c.

(17) No hay que olvidar que subsiste siempre «el peligro de que una legislación que haga de la homosexualidad una base para poseer derechos pueda estimular de hecho a una persona con tendencia homosexual a declarar su homosexualidad, o incluso a buscar un partner con el objeto de aprovecharse de las disposiciones de la ley» (Congregación para la Doctrina de la Fe, Algunas consideraciones concernientes a la Respuesta a propuestas de ley sobre la no discriminación de las personas homosexuales, 24 de julio de 1992, n. 14).

(18) Juan Pablo II, Carta Encíclica Evangelium vitæ, 25 de marzo de 1995, n. 73.

Mitos acerca del homosexualismo.

Mitos acerca del homosexualismo.

Los sodomitas pretenden imponer sus costumbres a través de falsos mitos como son que el 10% de población tiene tendencias uranitas, que la homosexualidad siempre ha sido parte aceptada de la historia del mundo, que los antiguos griegos practicaban la homosexualidad libremente, al igual que sus grandes filósofos, que la oposición al homosexualismo es una idea nueva inventada por los derechistas religiosos, que las grandes obras de la civilización occidental se deben a genios homosexuales, etc... Los estudios de VHI demuestran las mentiras de estas argumentaciones.

El mito del 10%

Durante años se ha "estimado" que el 10% o más de la población es homosexual. Este porcentaje se basa en los fraudulentos e inmorales "estudios" del Dr. Alfred C. Kinsey. Kinsey, que no era psiquiatra ni psicólogo ni sexólogo, sino profesor de biología y experto en la clasificación de insectos de la Universidad de Indiana y que también era un pervertido sexual, se dedicó por su propia cuenta a "investigar" la sexualidad humana llegando a fraudulentos resultados como el de la tasa del 10%. Esta tasa se ha mencionado rutinariamente en trabajos académicos, materiales sobre educación sexual, informes gubernamentales y medios noticiosos. También ha sido citada extensamente como "evidencia" de la influencia política de los homosexuales, así como por activistas que cabildean a favor de programas en pro del homosexualismo, como por ejemplo la extensión de beneficios a las familias de empleados homosexuales en las grandes corporaciones.

Pero desde hace tiempo han existido muchas evidencias de que el índice del 10% es un porcentaje demasiado alto. Las encuestas hechas con grandes cantidades de personas en EE.UU., Canadá, Gran Bretaña, Francia, Noruega, Dinamarca y otras naciones, muestran un cuadro de experiencias homosexuales de un 6% o menos, y de una incidencia exclusivamente homosexual de un 1% o menos.

El ejemplo más completo es el de una encuesta llevada a cabo por el Buró del Censo de los EE.UU. desde 1988, para el Centro Nacional de Estadísticas sobre Salud del Centro para el Control de las Enfermedades. La encuesta, que interroga unos 10,000 sujetos trimestralmente, sobre "Conocimientos y Actitudes Acerca del SIDA", pregunta confidencialmente si alguna de varias de estas afirmaciones son ciertas, incluyendo esta: "Usted es un hombre que ha tenido relaciones sexuales con otro hombre al menos una vez desde 1977". No más de un 3% de los 50.000 hombres que participaron en la encuesta respondieron "sí" a por lo menos una de las afirmaciones. Puesto que algunas de las otras respuestas afirmativas correspondían a las otras cuestiones (transfusiones de sangre, uso de drogas intravenosas, etc.), los datos definitivamente sugieren que la prevalencia de un comportamiento homosexual esporádico es menos de un 3% entre los hombres.

La mayoría de los estudios reportan que las mujeres constituyen la mitad de esta prevalencia, de modo que el estimado de homosexualidad en la población femenina en general sería menor del 1,5%.

Una encuesta nacional mostró que 2,4% de los votantes en las elecciones presidenciales del 1992 se describieron como homosexuales.

Muchas otras encuestas revelan porcentajes similares. Los investigadores Paul y Kirk Cameron (padre e hijo) han recopilado un nuevo reporte, "The Prevalence of Homosexuality" ("La incidencia del homosexualismo"), que resume más de 30 encuestas hechas en cantidades grandes, de personas que no tenían prejuicios. He aquí algunas de ellas:

*Francia: Una encuesta del gobierno de 1991-92 de 20.055 adultos reportó que el 1.4% de los hombres y el 0,4% de las mujeres habían tenido relaciones homosexuales durante los 5 años que precedieron a este sondeo. Las proporciones de conducta exclusivamente homosexual a través de toda una vida fueron del 0,7% para los hombres y el 0,6% para las mujeres; y de experiencias homosexuales durante toda la vida fueron del 4,1% para los hombres y el 2,6% para las mujeres.

*Gran Bretaña: Una encuesta nacional de 1990-91 de 18.876 personas entre las edades de 10 a 59 años, arrojó que el 1,4% de los hombres habían tenido relaciones homosexuales durante los 5 años que precedieron a la encuesta. Solamente el 6,1% de los hombres había tenido experiencias homosexuales a través de toda su vida.

*Estados Unidos: Una encuesta nacional llevada a cabo por el National Opinion Research Center de 1.537 adultos, en la Universidad de Chicago, arrojó que de los adultos mayores de 18 años sexualmente activos, el 1,2% de los hombres y el 1,2% de las mujeres reportaron haber tenido relaciones homosexuales durante el año anterior a la encuesta; del 4,9% al 5,6% de las personas de ambos sexos reportaron que desde los 18 años habían tenido compañeros de ambos sexos, y del 0,6% al 0,7% compañeros exclusivamente homosexuales.

Otra encuesta que comprende 36.741 estudiantes de escuelas públicas desde séptimo a duodécimo grado del Minnesota Adolescent Health Survey (1986-87), mostró que un 0,6% de los varones y un 0,2% de las chicas se identificaron como "mayormente o el 100% homosexuales"; el 0,7% de los varones y el 0,8% de las chicas se identificaron como "bisexuales"; y el 10,1% de los varones y el 11,3% de las chicas "no estaban seguros".

*Canadá: En un grupo de 5.514 estudiantes universitarios de primer año menores de 25 años de edad escogidos a través de la nación se halló que el 98% era heterosexual, el 1% bisexual, y otro 1% era homosexual.

*Dinamarca: En 1989 una encuesta de 3.178 adultos de las edades de 18 a 59 años hecha al azar, arrojó relaciones homosexuales en un 2,7% de los varones. Menos de un 1% de los hombres eran exclusivamente homosexuales.

Muchos otros estudios también varían grandemente del que llevó a cabo el Kinsey, que en retrospectiva, tiene poca validez. El nuevo reporte muy diseminado "Janus Report", arrojó el dato de que el 9% de los hombres y el 5% de las mujeres pueden ser considerados homosexuales y se basó en un grupo específico de personas previamente seleccionadas, este es uno de los problemas. Los fallos en la metodología también contribuyeron a estos resultados tan fuera de proporción.

Entre las mayores fallas en el reporte de Kinsey se encuentran las siguientes:

1. Cerca de un 25% de los sujetos que Kinsey entrevistó (5.300 hombres) eran o habían sido prisioneros; un alto porcentaje de ellos estaban acusados de abusos sexuales (él tenía las historias de unos 1.400 de ellos). Muchos de los que respondieron fueron reclutados de seminarios sobre sexualidad, a los que habían asistido para obtener respuestas a sus problemas sexuales; otros fueron reclutados por criminales o por líderes de grupos homosexuales. Por lo menos 200 hombres que practicaban la prostitución figuraban entre las personas entrevistadas, lo cual puede haber aumentado hasta en un 4% los resultados. Otros grupos no estaban bien representados, tales como las personas que van a la iglesia; otros estaban ausentes por completo. Kinsey presentó esto como una "encuesta de la población, cuidadosamente planeada". Su falsa imagen de lo que la población estaba haciendo sexualmente, fue lo que inició la revolución sexual.

2. Ni siquiera el mismo Kinsey dijo jamás que el 10% de la población era homosexual, sólo que el 10% de los hombres mayores de 16 años eran más o menos exclusivamente homosexuales por períodos de hasta tres años. (Al definir como adulto a un muchacho de 16 años o más, Kinsey representó como comportamiento adulto los juegos homosexuales entre adolescentes heterosexuales que pueden haber ocurrido solo una vez.) En el caso de las mujeres, la cifra fue de casi la mitad de la prevalencia masculina. La cifra que dio Kinsey de personas exclusivamente homosexuales durante toda la vida, fue de un 4%, y de cualquier otra experiencia homosexual, el 37%.

3. Las estadísticas de Kinsey nunca se pueden considerar como algo definitivo porque los voluntarios estaban prejuiciados. Muchas personas no quieren discutir su sexualidad con una persona extraña que está tomando notas o con personas anónimas que les hacen preguntas por teléfono. Se estima que con respecto a las encuestas que se hacen sobre el tema de la sexualidad, existe un rechazo por parte de personas que se niegan a participar de más de un 50%. Aunque los homosexuales mantienen que el estigma social les impide estar completamente representados en las encuestas, los investigadores han encontrado que los que están "sexualmente liberados" están más ansiosos de discutir el tema de su sexualidad que la mayoría de las otras personas.

Aunque Kinsey ha sido criticado anteriormente por otros científicos, incluyendo el psicólogo Abraham Maslow (cuyos consejos él ignoró), el mito del 10% fue revelado a mitad de la década de los 80, cuando los estadistas comenzaron a seguirle la pista a los casos de SIDA. Adaptando el estimado del 10% y los casos de infección con HIV entre los hombres homosexuales, el Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York sobreestimó el número de casos de la población homosexual infectada de HIV en 250.000 (indicando así indirectamente que el número total de hombres homosexuales/bisexuales era entre 400.000 y 500.000).

En 1988 estos números fueron revisados y se llegó a las cifras de 50.000 y 100.000 respectivamente. Los Centros para el Control de las Enfermedades también dejaron de usar las cifras de Kinsey para las proyecciones nacionales.

La cifra del 10% no quedó grabada en piedra accidentalmente. En su libro publicado en 1989 titulado After the Ball, que es un programa de acción en favor de los homosexuales, Marshall Kirk y Hunter Madsen, se jactan de que "cuando a los heterosexuales se les pide un estimado formal, la cifra que con más frecuencia se usa es la del 10% de homosexuales", estadísticas que nuestros propagandistas han estado inculcándole al público durante años.

[Fuentes: "Kinsey Was Secret Homosexual, Masochist," Lambda Report on Homosexuality (enero-febrero de 1998): 2. J. Gordon Muir, M.D., Wall Street Journal, 31 de marzo de 1993. El Dr. Muir es doctor en medicina general y ex-investigador médico. También es co-editor del libro Kinsey, Sex and Fraud (Lafayette, Louisiana: Huntington House Publishers, 1990), que denuncia los experimentos fraudulentos e inmorales de Kinsey y sus colegas.]

Sólo el 1% de los hombres admiten ser homosexuales

La afirmación de que el 10% de los hombres son "gay" (homosexuales) que proviene de los estudios de Alfred Kinsey y ha sido diseminada por activistas homosexuales, se está desvaneciendo debido al peso de nuevos estudios.

En los últimos estudios que se han llevado a cabo, sólo el 2,3% de los hombres en EE.UU. entre las edades de 20 a 39 dicen que han tenido una experiencia homosexual en la última década. Sólo el 1,1% de ellos dicen que han sido exclusivamente homosexuales. La encuesta aparece publicada en el Alan Guttmacher Institute Journal. "En términos de lo que se cree generalmente, tenemos que admitir que es sorprendente", dice el investigador John O.G. Billy, del Battelle Human Affairs Research Center en Seattle, EE.UU.

Los datos son similares a los de otros estudios recientes:

*Una encuesta de 1989 arrojó que no más del 6% de los adultos han tenido experiencias sexuales con personas del mismo sexo y menos del 1% de ellas son exclusivamente homosexuales.

*El estudio de 1992 en Francia arrojó que el 4% de los hombres y el 3% de las mujeres reportaron haber tenido contactos sexuales con personas del mismo sexo; el 1.4% de los hombres y el 0.4% de las mujeres dijeron que habían tenido dicho contacto cinco años antes.

[Fuente: Diario USA Today (EE.UU.), 15 de abril de 1993. ]

Otros mitos sobre la homosexualidad

Las investigaciones de Kinsey contienen la única fuente de información de apoyo para alegar falsamente que los niños desde muy temprana edad tienen "necesidades" sexuales. Esta "sabiduría" es parte de los fundamentos "científicos" de la actual "educación" sexual, e hizo posible que Lester Kirkendall, pionero de la "educación sexual" y colega de Kinsey, predijera en una revista profesional en 1985, que una vez que nuestro sentido de culpabilidad disminuya, las relaciones sexuales entre niños y adultos y otras formas de expresión sexual "llegarán a ser legítimas."

Pero los "descubrimientos" de Kinsey están basados en experimentos criminales, llevados a cabo con pederastas quienes estimularon sexualmente a niños de sólo 2 meses de nacidos, a niños en contra de su voluntad y sin consentimiento de sus padres (obviamente), durante un período de hasta 24 horas cada vez. Kinsey recopiló estos datos en una serie de tablas, para ilustrar el estímulo sexual infantil y la capacidad de éstos para reaccionar sexualmente.

Un escritor de la revista Lancet ha pedido una explicación a los colegas que sobrevivieron a Kinsey. (No se le ha dado ninguna.) El especialista en fraudes del Instituto Nacional de Salud, Walter Stewart, ha solicitado que se lleve a cabo una investigación. Ya era hora.

[Fuente: J. Gordon Muir, M.D., Wall Street Journal, 31 de marzo de 1993. El Dr. Muir es doctor en medicina general y ex-investigador médico. Es autor, editor y co-publicador del libro Kinsey, Sex and Fraud (Lafayette, Louisiana: Huntington House Publishers, 1990).]

Mitos acerca de la homosexualidad en la historia del mundo

1. Mito: La homosexualidad siempre ha sido parte aceptada de la historia del mundo.

Eso es una ficción. La práctica de la homosexualidad ha ocurrido en varias épocas de la historia del mundo y ha sido condenada como un tabú social y moral en todos los casos, excepto en unos pocos. Los antropólogos declaran que solamente durante un período del Japón antiguo y en unos pocos casos de grupos especiales de tribus primitivas, es que la práctica de la homosexualidad ha sido aprobada. Esta es la verdad: El 2% de los individuos de una sociedad que practican la homosexualidad observan una conducta pervertida que -hasta últimamente- raras veces ha sido permitida, y mucho menos promovida como un estilo de vida deseable.

2. Mito: Los antiguos griegos practicaban la homosexualidad libremente, al igual que sus grandes filósofos.

Eso es incorrecto. Durante la Edad de Oro de Atenas, la práctica de la homosexualidad fue declarada contra la ley y se la castigaba severamente. A pesar de lo que eruditos con prejuicios políticos puedan decir, los escritos de Sócrates y Platón demuestran claramente que no sólo no eran homosexuales, ¡sino que se oponían vehementemente a la conducta homosexual! Platón mismo fue víctima de sodomía por parte de un regente homosexual, una experiencia que él condenó como la más degradante y humillante de su vida. Más tarde escribió con respecto a la homosexualidad: "¿Quién en su sano juicio podría promulgar una ley que protegiera tal conducta?" ¡Ese era Platón!

3. Mito: La oposición al homosexualismo es una idea nueva inventada por los derechistas religiosos.

La oposición a la homosexualidad y su desaprobación no es nada nuevo. En realidad, precisamente lo contrario es cierto. Esa ha sido la respuesta de la humanidad a través de la historia. Cuando algunos segmentos de la sociedad de la Grecia antigua comenzaron a practicarla, el gran legislador persa Hamurabi declaró con desprecio que era "una mancha de la que ningún hombre podía limpiarse."

La tradición judeo-cristiana, cuyos principios fueron la base sobre la que se fundaron los Estados occidentales, ha condenado el homosexualismo como una abominación ante Dios. Esto no quiere decir que los homosexuales deban ser maltratados o privados de sus derechos civiles (algunos de los cuales pueden ser limitados por desórdenes de conducta que dañen la integridad física o moral de otras personas, como los niños); pero significa que nuestra cultura está de acuerdo con la tradición de todas las sociedades civilizadas cuando desaprueba la conducta homosexual o se opone a ella. Lo que es realmente nuevo es el poder sin precedentes, político y cultural, del movimiento homosexual militante. Los que desaprueban el homosexualismo nunca habían sido amenazados antes con la pérdida de su libertad de palabra y creencias, simplemente por razón de sus convicciones.

4. Mito: Las grandes obras de la civilización occidental se deben a genios homosexuales.

Eso no es cierto. En realidad, esa afirmación fue hecha por primera vez por David Thorstad, un homosexual militante y miembro de la Asociación Norteamericana de Amor entre Hombres y Niños o NAMBLA (North American Man-Boy Love Association), grupo de pederastas (adultos que tienen relaciones sexuales con menores). Como puede verse, estaba defendiendo a los pederastas cuando hizo esa declaración.

La mayoría de los homosexuales militantes se refieren a Grecia y sus grandes filósofos cuando hacen esta declaración, pasando por alto el hecho de que Sócrates y Platón hicieron constar que no sólo eran heterosexuales, sino que se oponían vehementemente a la práctica de la homosexualidad. No, lo mejor de la civilización occidental viene de la herencia de la fe que ha surgido de la tradición judeo-cristiana, que enseña que todos somos creados iguales, a imagen del Creador, y como hijos de Dios, tenemos derechos inalienables.

El homosexualismo y sus problemas.

Libertad de expresión frente al lobby rosa.

Las inquisiciones y los ataques y acosos a las personas por expresar su opinión me dan miedo y las rechazo. He de solidarizarme con sus víctimas.

Las inquisiciones son de muchos colores: negra, roja, amarilla o rosa. En este caso me da miedo la inquisición rosa, que son unas maneras y procedimientos que utilizan los fanáticos del homosexualismo para imponer sus tremendas ideologías.

Por ejemplo, a veces puede darse el caso de que den charlas pro-homosexualismo a los alumnos de los colegios e institutos de Andalucía, Madrid o Valencia o Castilla-León sin que los padres los hayan autorizado a "comerles el coco" a los hijos. ¿Es eso adoctrinamiento pro ideología homosexual? ¿les gusta a los padres esas doctrinas del homosexualismo? ¿Acaso no es razonable que a los padres que les guste la ideología homosexualista, que autoricen a sus hijos que se les den charlas y a los que no, que los dejen tranquilos o no?

Vaya por delante mi respeto hacia todos los homosexuales quienes, como cualquier otro ser humano, gozan de derechos y libertades inalienables. No obstante, me resulta cuando menos sorprendente la reacción de Gylda ante el artículo de D. Carlos Moreda en el que, por más que lo leo, no encuentro ni justificación de racismo (¿qué tiene que ver el racismo con la homosexualidad?) ni de la homofobia. Simplemente se limita a defender el matrimonio como unión de un hombre con una mujer y a advertir de las nefastas consecuencias de la desnaturalización de esta institución.

Recientemente se han publicado estudios que desvelan que la población homosexual española es aproximadamente del 1%, dato que basta por sí solo para concluir que no es suficiente para cambiar la que probablemente sea la institución más antigua de la Humanidad. Hay en España muchos más musulmanes que homosexuales ¿Por qué no se admite como matrimonio la poligamia, o la poliandria libremente querida por hombres y mujeres mayores de edad? ¿Por qué los familiares no pueden casarse entre sí si libremente lo desean? No existe discriminación alguna al impedir el matrimonio entre personas del mismo sexo. Simplemente, como indica D. Carlos Moreda, es tratar de modo distinto situaciones esencialmente desiguales y, como siempre, con todos los respetos.