El lobby rosa feroz, sale del armario.
El lobby rosa feroz, sale del armario. En España son 300.000 homosexuales hombres (maricas) y 100.000 homosexuales mujeres (lesbianas), solamente, que no nos coman el coco mintiendo con las cifras.
La estrategia de inflar cifras y datos, supuestamente estadísticos, siempre ha resultado eficaz cuando el objetivo es crear un estado de opinión favorable respecto a cuestiones de difícil digestión moral. En nuestro tiempo, la dialéctica de la cantidad siempre vencerá a la de la calidad. Así sucedió en su momento con el potente lobby de la cultura de la muerte cuando se trataba de introducir la legalización del aborto como algo excepcional pero que afectaba a «cientos de miles de mujeres». Y así viene ocurriendo con el poderosísimo e influyente lobby gay («No somos machos pero somos muchos») ante su pretensión de absoluta normalización y derecho a matrimoniarse con todos sus avíos, incluida la adopción de inocentes criaturitas. Paulatinamente nos han ido acostumbrando a desayunarnos con unas cifras que se utilizan sin el menor rigor pero que ya nadie se atreve a discutir porque proceden de donde proceden. Y así, don Pedro Zerolo, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas y Gays, nos asaetea continuamente con el dato de que en España existen cuatro millones de homosexuales (armario más, armario menos) cifra que no procede de ningún estudio estadístico mínimamente serio sino de las mientes calientes del señor Zerolo, que no hace sino aplicar directamente la muy particular ley universal de contabilidad homosexual, según la cual: entre el 8 y el 13 por ciento de la población son personas homosexuales.
De indudable ayuda para conseguir minar las convicciones morales de una sociedad que hasta hace cinco minutos consideraba el matrimonio entre personas del mismo sexo como una asquerosita aberración, son los editoriales y comentarios que se vienen vertiendo en los medios de comunicación, que no sólo tragan ya con la normalización de la anormalidad, sino que se solidarizan con quienes afirman la existencia de una discriminación respecto a las personas de conducta homosexual, considerando que no concederles los supuestos derechos que reclaman significaría poco menos que un delito de lesa constitucionalidad y una vulneración del artículo 14, por aquello de que «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de sexo...». Desde luego en España, el colectivo homosexual explota un victimismo gratuito que choca frontalmente con nuestra cotidiana realidad social, porque si existe alguna discriminación respecto a personas que hacen gala de su homosexualidad, tal discriminación es positiva y opera a su favor más que en su contra; sólo hay que ver el peso de su influjo en los medios de comunicación, las subvenciones públicas que tan generosamente reciben sus asociaciones y su omnipresencia en los programas de televisión donde la homosexualidad es presentada como sinónimo de buen rollito, comprensión, talante dialogante y bondad natural. Por contra, el lado oscuro y los efectos negativos, tanto individuales como sociales, que produce la «avanzada opción homosexual» se consideran tema tabú, y reo sea de anatema quien ose siquiera plantear los posibles problemas que genera.
Observando la imparable influencia del lobby rosa, el silencio cómplice de quienes ante su empuje miran para otro lado y el desarme moral de una sociedad donde lo bueno y lo malo es lo que como tal dicta el último programa basura de televisión; y escuchando las promesas electorales de ZP y las recientes declaraciones de su ministro de Justicia, no hay duda de que los españoles contaremos con el orgullo de aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo sin ni siquiera necesidad de reformar la Constitución, ya que ésta dice en su artículo 32 que «El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica», pero como no añade «entre sí» (porque las Constituciones no suelen incluir lo obvio), la puerta hacia el himeneo mariconsón (Fidel Castro dixit) queda tan abierta como algunos esfínteres de hospitalaria generosidad. Estamos a punto de asistir al gran momento de superación de una homofobia irredenta que, sorprendentemente, ha afectado a todas las culturas planetarias de la historia de la humanidad, que en su universal ignorancia han venido rechazando, o ni siquiera se detenían a considerar, el matrimonio entre personas del mismo sexo. Felizmente, y como no hay caverna que cinco mil años dure ni parlamento ni televisión progresista que lo consienta, el siglo XXI será testigo definitivo de cómo nos liberan de un nuevo lastre intolerante y avanzamos, otro pasito más, hacia el progreso en indignidad del género humano.
Que siga la locura, que se casen y adopten criaturas, que se den y que reciban libres de impuestos e IVA..., pero por favor, que no nos vendan que las prácticas homosexuales constituyen una actividad digna de ser elevada a la categoría matrimonial, ni algo de lo que hay que mostrarse orgulloso (a no ser que padecer un trastorno psicopatológico en la función sexual pueda ser causa de orgullo, claro). Que no nos cuenten más cuentos: que la verdad es la verdad dígala Agamenón o su porquero, y la anormalidad es anormalidad contabilícela Zerolo o legalícela Zapatero.
La estrategia de inflar cifras y datos, supuestamente estadísticos, siempre ha resultado eficaz cuando el objetivo es crear un estado de opinión favorable respecto a cuestiones de difícil digestión moral. En nuestro tiempo, la dialéctica de la cantidad siempre vencerá a la de la calidad. Así sucedió en su momento con el potente lobby de la cultura de la muerte cuando se trataba de introducir la legalización del aborto como algo excepcional pero que afectaba a «cientos de miles de mujeres». Y así viene ocurriendo con el poderosísimo e influyente lobby gay («No somos machos pero somos muchos») ante su pretensión de absoluta normalización y derecho a matrimoniarse con todos sus avíos, incluida la adopción de inocentes criaturitas. Paulatinamente nos han ido acostumbrando a desayunarnos con unas cifras que se utilizan sin el menor rigor pero que ya nadie se atreve a discutir porque proceden de donde proceden. Y así, don Pedro Zerolo, presidente de la Federación Estatal de Lesbianas y Gays, nos asaetea continuamente con el dato de que en España existen cuatro millones de homosexuales (armario más, armario menos) cifra que no procede de ningún estudio estadístico mínimamente serio sino de las mientes calientes del señor Zerolo, que no hace sino aplicar directamente la muy particular ley universal de contabilidad homosexual, según la cual: entre el 8 y el 13 por ciento de la población son personas homosexuales.
De indudable ayuda para conseguir minar las convicciones morales de una sociedad que hasta hace cinco minutos consideraba el matrimonio entre personas del mismo sexo como una asquerosita aberración, son los editoriales y comentarios que se vienen vertiendo en los medios de comunicación, que no sólo tragan ya con la normalización de la anormalidad, sino que se solidarizan con quienes afirman la existencia de una discriminación respecto a las personas de conducta homosexual, considerando que no concederles los supuestos derechos que reclaman significaría poco menos que un delito de lesa constitucionalidad y una vulneración del artículo 14, por aquello de que «Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de sexo...». Desde luego en España, el colectivo homosexual explota un victimismo gratuito que choca frontalmente con nuestra cotidiana realidad social, porque si existe alguna discriminación respecto a personas que hacen gala de su homosexualidad, tal discriminación es positiva y opera a su favor más que en su contra; sólo hay que ver el peso de su influjo en los medios de comunicación, las subvenciones públicas que tan generosamente reciben sus asociaciones y su omnipresencia en los programas de televisión donde la homosexualidad es presentada como sinónimo de buen rollito, comprensión, talante dialogante y bondad natural. Por contra, el lado oscuro y los efectos negativos, tanto individuales como sociales, que produce la «avanzada opción homosexual» se consideran tema tabú, y reo sea de anatema quien ose siquiera plantear los posibles problemas que genera.
Observando la imparable influencia del lobby rosa, el silencio cómplice de quienes ante su empuje miran para otro lado y el desarme moral de una sociedad donde lo bueno y lo malo es lo que como tal dicta el último programa basura de televisión; y escuchando las promesas electorales de ZP y las recientes declaraciones de su ministro de Justicia, no hay duda de que los españoles contaremos con el orgullo de aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo sin ni siquiera necesidad de reformar la Constitución, ya que ésta dice en su artículo 32 que «El hombre y la mujer tienen derecho a contraer matrimonio con plena igualdad jurídica», pero como no añade «entre sí» (porque las Constituciones no suelen incluir lo obvio), la puerta hacia el himeneo mariconsón (Fidel Castro dixit) queda tan abierta como algunos esfínteres de hospitalaria generosidad. Estamos a punto de asistir al gran momento de superación de una homofobia irredenta que, sorprendentemente, ha afectado a todas las culturas planetarias de la historia de la humanidad, que en su universal ignorancia han venido rechazando, o ni siquiera se detenían a considerar, el matrimonio entre personas del mismo sexo. Felizmente, y como no hay caverna que cinco mil años dure ni parlamento ni televisión progresista que lo consienta, el siglo XXI será testigo definitivo de cómo nos liberan de un nuevo lastre intolerante y avanzamos, otro pasito más, hacia el progreso en indignidad del género humano.
Que siga la locura, que se casen y adopten criaturas, que se den y que reciban libres de impuestos e IVA..., pero por favor, que no nos vendan que las prácticas homosexuales constituyen una actividad digna de ser elevada a la categoría matrimonial, ni algo de lo que hay que mostrarse orgulloso (a no ser que padecer un trastorno psicopatológico en la función sexual pueda ser causa de orgullo, claro). Que no nos cuenten más cuentos: que la verdad es la verdad dígala Agamenón o su porquero, y la anormalidad es anormalidad contabilícela Zerolo o legalícela Zapatero.
8 comentarios
Mentor -
La única fuente oficial disponible, el INE y su encuesta sobre comportamiento sexual de la población española que fue parcialmente hecha pública el 27 de julio de 2004 por parte de la ministra de sanidad. Esta encuesta, basada en 10.838 entrevistas practicadas el último trimestre del 2003, señala que sólo el 1% de la población mantiene relaciones exclusivamente homosexuales. La población que reconoce haber mantenido en alguna ocasión este tipo de relaciones a lo largo de su vida es del 3%, un 3,7% en los hombres y un 2,7 % en las mujeres.
Esto significa que la población homosexual de 18 y más años sería de 335.060, mientras que la población que ha mantenido relaciones en alguna ocasión, pero que no se define como homosexual, sería de 601.008 hombres y 466.087 mujeres. Como puede constatarse estas cifras están absolutamente alejadas de los 4 millones que declaró el gobierno. Por otra parte, los rangos establecidos por el INE en su encuesta son coherentes con los de los estudios internacionales realizados hasta la fecha, que sitúan a la homosexualidad en torno al 1% y la experiencia homosexual en alguna ocasión en el 3-4%.
Iniciativa Legislativa Popular -
¡NO es igual!
Por todo ello el Foro Español de la Familia ha presentado una Iniciativa Legislativa Popular, que ya ha sido admitida a trámite, con el objeto de modificar el Código Civil. Con esta modificación se pretende fortalecer la institución del matrimonio, entendido como la unión de un hombre y una mujer, así como fomentar y velar por el interés del menor en casos de adopción.
Para que la ILP salga adelante necesitamos recoger un mínimo de 500.000 firmas. Las firmas sólo son válidas si son recogidas debidamente por un fedatario autorizado (si quieres colaborar, pulsa aquí http://www.noesigual.org/fedatario.htm para saber cómo darte de alta como fedatario). Las firmas habrán de recogerse necesariamente en los pliegos oficiales sellados por la Junta Electoral. Estos pliegos de firmas estarán en poder exclusivamente de los fedatarios. No es posible firmar por Internet. Si quieres apoyar esta campaña, hazte fedatario.
¡Ahora necesitamos tu ayuda!
Ester -
No es un tema fácil de solucionar, al menos mientras nuestros dirigentes políticos sigan pregonando lo del tópico del dialogo, y a la vez dando por hecho que todos los españoles vamos a callarnos con lo que unos pocos les pidan a cambio de su voto.
Pues no. No estamos de acuerdo. Y por eso ha salido una ILP (Iniciativa Legislativa Popular) para que todo español que quiera asegurar a los suyos (de ahora y venideros) un futuro estable, una familia protegida, pueda reclamar ante nuestros dirigentes. El objetivo de esta ILP. es muy claro: facilitar que llegue al parlamento la voz de tantos miles de familias españolas para demostrar a los parlamentarios que a muchos, muchos, nos preocupa verdaderamente la sociedad, por lo tanto, nos preocupa enormemente el matrimonio, la familia, la infancia y darles la oportunidad de que reflexionen antes de consumar un ataque tan brutal a la familia como el que se pretende.
No nos engañemos, si la intención fuera la de ofrecer a un colectivo (homomonio, o chulimonio, o seximonio...como los llama el P.Areán) una salida a regulación de su especial convivencia, se habría desarrollado una Ley de Parejas de Hecho. Pero tal y como están las cosas, realmente se trata de socavar una institución reconocida como tal desde los primero años de la humanidad.
Garcia M. -
Por mucho que se nos incite al suicidio de la eutanasia con la película de Amenábar, muchos no vamos a recurrir a quitarnos de en medio, pues queremos disfrutar de la jubilación con nuestra pensión digna, no de miseria, con tantos repartos a los que más tienen.
Este Gobierno de ZP una vez más da privilegios a los adinerados a costa de los más humildes, que no tenemos tiempo de organizar casi nada por sacar nuestras familias adelante y llegar a fin de mes.
Espero no tener que acordarme de ZP para lamentar sus chollos a los matrimonios homosexuales.
Garcia M. -
Cobrar nuestras pensiones en un futuro no muy lejano no está tan claro. y además llegan los colectivos "homosexuales" para cobrar más. Ahora de la caja de las pensiones hay que repartir entre los "matrimonios de homosexuales".
Ya uno de cada cuatro españoles tiene más de 60 años (más de un 22%); España es ya un país demográficamente envejecido. Y para el 2050 tres de cada cinco españoles tendrán más de sesenta años. El futuro de nuestra seguridad social y de nuestras pensiones es ya bastante negro y lo va a ser más, que ni los Pactos de Toledo lo salvan.
Jorge -
Si la ley de matrimonios gays se hace efectiva, el ejecutivo de ZP comenzará a cobrar menos impuestos a las parejas homosexuales y a repartir pensiones a viudos y viudas gays. Me temo que eso no hará ningún bien a las arcas del Estado, ya que se está quitando el pan a los futuros jubilados para dárselo a uno de los colectivos con más poder adquisitivo de nuestra sociedad.
Además, cuando llegue la escasez y la quiebra del sistema, con lo políticamente correctos que somos todos, ningún político tendrá lo que hay que tener para hacer distinciones entre los diferentes matrimonios. Nos quedaremos todos sin pensiones públicas y sálvese quien pueda. Entonces quizá nos acordemos de este gobierno, y de sus padres y madres, sean homosexuales, lesbianas o de Cuenca.
Jesus D. -
Romualdo -
Que no nos copien, que saquen su personalidad, sus ceremonias propias, su forma de ser, etc. pero sobre todo que no hagan tanta propaganda, que parece que sean 1000000 de locas y locos, cuando son un poco mas de cuatro plumas.