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Navarra, un paso más en el presente despertar nacional de España.

Navarra, un paso más en el presente despertar nacional de España.

 Decenas de miles de personas recorrieron el sábado el centro de Pamplona en defensa de la comunidad foral de Navarra, y contra una hipotética unión con Euskadi.

Bajo el lema "Fuero y libertad. Navarra no es negociable", el Gobierno de Navarra, del PP [información falsa de Reuters: el Gobierno de Navarra es de UPN, Unión del Pueblo Navarro, que es otro partido] - convocante del acto -, ha querido dejar claro que la comunidad no va a ser moneda de cambio en una hipotética negociación para poner fin a la violencia de ETA.

"Navarra no es patrimonio de nadie, es patrimonio de sus ciudadanos. (....) [sic los CUATRO puntos suspensivos] Esto ha sido un gran plebiscito ciudadano para dejar constancia de que Navarra es una realidad política innegociable" dijo el presidente navarro, Miguel Sanz en el manifiesto final de la manifestación, mientras la multitud gritaba "España, España".

Miles de banderas navarras y españolas formaron una marea de color predominantemente rojo durante el recorrido de kilómetro y medio que transcurrió sin incidentes, y donde en algunas pancartas se leía "Navarra es España" o, también en inglés, "Navarra, kingdom of Spain".

La capital de Pamplona, de apenas 200.000 habitantes, fue testigo de una manifestación multitudinaria cuyos índices de participación se desconocían por el momento.

El pasado mes de febrero el portavoz de la ilegalizada Batasuna Arnaldo Otegi presentó una propuesta "para solucionar el conflicto vasco" que pasaría por la "constitución de una nueva autonomía política dentro del Estado español integrada por la actual Comunidad Autónoma Vasca y Navarra". Tal unión debería contar con el respaldo de la ciudadanía de ambas regiones.

"¿Garantiza el presidente del Gobierno (José Luis Rodríguez Zapatero) que no va a llegar a acuerdos con aquellos partidos nacionalistas que quieren que Navarra deje de ser Navarra?. Si dice que sí, creeré al presidente del Gobierno, si no dice nada, y se lo he preguntado muchas veces, creeré que oculta algo", declaró el viernes el líder del PP Mariano Rajoy, que asistió a la marcha navarra junto al resto de la cúpula del PP.

Mientras, la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, reiteró el sábado en un mitin que "Navarra ni ha estado, ni está, ni estará en cuestión".

El acto de Pamplona coincidió con otra marcha convocada por el sindicato 'abertzale' LAB bajo el lema "Autodeterminación para la defensa de nuestra industria".

A pesar de que en un punto del recorrido ambas marchas discurrieron a menos de 100 metros de distancia no se tenían noticias de altercados.

El Gobierno de Navarra tomó el testigo tras las numerosas manifestaciones del fin de semana pasado contra la política gubernamental convocadas por el PP.

El fin de semana pasado, el PP organizó más de 60 actos en diversas ciudades españolas y ante algunas embajadas para protestar contra la decisión del Ejecutivo de conceder el segundo grado penitenciario al etarra José Ignacio de Juana Chaos, que llevaba cuatro meses en huelga de hambre.

Era la primera vez en la legislatura que el principal partido de la oposición convocó a la ciudadanía a manifestarse contra el Gobierno, aunque ha secundado otras iniciativas de diversas organizaciones sociales. El momento cumbre llegó con una manifestación en Madrid a la que acudieron cientos de miles de personas ondeando banderas de España y con pancartas y gritos de "Zapatero dimisión". Al su término, se escuchó el himno de España.

8 comentarios

romualdo -

Seguiremos siempre igual de formales en las manifestaciones y en las declaraciones?
tarde o temprano nos artaremos de ir de buenos y tedremos que ir de malos.
Tendreos que poner bombas para que nos escuchen?
Tendremos que crear otra organización terrorista?

dudas -

¿ Para cuando una manifestación contra la monarquía republicana, laica, defensora de los valores cristianos que ha pedido Zapatero en no se que intervencion o declaración?

M. D. -

Este fin de semana ha sido especialmente interesante desde el punto de vista sociológico, pues hubo en Navarra una manifestación contra el gobierno y en Madrid otra contra la oposición, algo novedoso en la historia de las democracias occidentales.
Ambas manifestaciones contaron con una asistencia elevada, lo que pone ante nuestro ojos la realidad de la política de Zapatero: la fragmentación de España en dos bandos. Por una lado, el centro-derecha, que aspira a conservar la unidad nacional y los sistemas democráticos de control del poder; y por otro, la izquierda que unida a los nacionalistas ha decidido primar su estancia en el poder a cualquier otra cosa, incluida la unidad nacional que proclama la Constitución y el funcionamiento normal, no intervenido, de las instituciones democráticas.

La izquierda ansía perpetuarse en el poder y evitar cualquier relevo en el mismo, cerrando así cualquier posibilidad de alternancia, que es la esencia de la democracia.

Ambas posturas han sido mimetizadas por la parte más activa de la ciudadanía, que sigue con fidelidad las convocatorias “callejeras” de sus partidos de referencia. Este comportamiento, desde luego, no vaticina ningún futuro halagüeño, pues convierte a la ciudadanía no en la que exige a los partidos que colme sus aspiraciones, sino en mero instrumento de éstos.

Por eso, desde los medios de comunicación responsables no podemos dejar de llamar la atención sobre tales corruptelas, que amenazan con quebrantar la paz social que conseguimos durante el siglo XX, y que comenzó a lograrse con la extensión de las clases medias en la Era de Franco. Es necesario que la sociedad se movilice activamente para limitar el poder omnívoro de los partidos. Varios son los aspectos que deben ser controlados. En primer lugar, la financiación de los partidos, que debe limitarse a la cuota de sus afiliados. Por tanto, habrá que prohibir por ley cualquier tipo de donación, sea de persona física o jurídica. El actual sistema sólo favorece acuerdos pocos claros entre el mundo empresarial y el político, lo que termina envenenando la vida económica. Además debe instaurarse el sistema de listas abiertas, que favorecerá el pluralismo político y privará de resortes impositivos a los líderes-imanes de los partidos.

Del mismo modo, es ya urgente el cambio de sistema electoral. La presencia política de los partidos regionalistas y nacionalistas debe constreñirse a los parlamentos autonómicos y al Senado, pues no pueden determinar la política nacional por medio de la extorsión que practican en las Cortes.

Si el PSOE o el PP responden a estas aspiraciones ciudadanas, seguro que contarán con el respaldo mayoritario de los votantes.

L. D. -

Navarra ha salido a la calle con el aliento y el calor de gentes del resto de España, que se han sumado a la manifestación en defensa de las instituciones navarras y de la libertad de sus ciudadanos. De nuevo, como en las reuniones ciudadanas contra la negociación del Gobierno con ETA o contra la humillación de las víctimas, el civismo ha sido la característica más notable de quienes se manifestaron. Ondeaban las banderas de España y de Navarra amparadas por la Constitución y por la historia, conscientes de que hoy son signo también de nuestra libertad.

En contraste violento con la concentración en Navarra, en Madrid se celebraba otra manifestación, nominalmente contra la guerra de Irak, pero que concluía con la sincera expresión, vertida desde la megafonía de la organización, de un deseo: la ilegalización del Partido Popular. No es la primera vez que ocurre; ya tuvo lugar una ridícula concentración exigiendo lo mismo tras el histórico 10-M. Acompañaban ese deseo con lemas contra ese partido, y el lugar de las banderas constitucionales de España lo ocupaban las de regímenes anteriores, o las de regímenes tiránicos de otros países. Otra vez más vemos que los socialistas no utilizan su bandera, que es la de todos, porque no quieren. Como tampoco quieren que las demás sí la saquen a la calle.

En ambos casos el comportamiento cívico está a la altura del mensaje último de la manifestación. Si en la primera latía el deseo de que el Gobierno no patrimonialice las instituciones navarras para utilizarlas de moneda de cambio ante los terroristas de ETA, si en ésta los ciudadanos se aferraban a la Constitución y a las instituciones como lo hacen a su libertad, que ven amenazada, en la segunda se utilizaba el cascarón de oponerse a la guerra de Irak, que es respetable, para exigir la aplicación legal del cordón sanitario.

José Luis Rodríguez Zapatero ha tomado ante las dos manifestaciones, la una multitudinaria, la otra no, la actitud que cabía de él esperar. La primera la ignora. Los convocantes le exigían que aclare su posición respecto de lo que debe ser el futuro de Navarra, y ni se ha dignado en responder. Y con la segunda ha incidido en su sempiterna estrategia de denigrar al único partido que hay en la oposición.

Está claro que, mientras no lo hagan las urnas, nada va a detener a Rodríguez Zapatero en su política. No le detiene la Constitución, que en el fondo le parece un incómodo legado de la Transición que él desprecia; no le detiene la moral, que desconoce; no le detiene el sentido común o el amor a su patria, que para él es cualquier cosa menos España. Y no le detiene la reacción cívica de millones de personas que recurren a las libertades que aún les quedan para decir, simplemente, que no están dispuestas a transformar a España en lo que no es, ya sea por el pago a las exigencias de sus mayores enemigos, ya por las veleidades de un iluminado. Por ese motivo las elecciones de mayo, y las generales que vengan, resultarán de una importancia crucial.

A. M. -

Tres enseñanzas extraigo de la grandiosa manifestación de Pamplona. Primera, si se extrapola el número de manifestantes en las calles de Pamplona a las urnas, quizá UPN en Navarra, y el PP en el resto de España, ganen las elecciones con mayorías absolutas. De acuerdo con este pronóstico creo que Rajoy ya se ha hecho cargo de su destino. Bastaba verlo el sábado en un segundo término y sin subir al estrado de los oradores. Dejó que el protagonismo fuera de los ciudadanos que le exigían a Zapatero rigor democrático. Un imposible que el propio Rajoy trató de paliar el domingo, en la presentación de los candidatos del PP, ofreciendo a los españoles más y mejor democracia. Segunda, UPN repartió 50.000 banderas de Navarra, pero las manifestantes llevaban también la de España. Por fortuna, la bandera rojigualda, por si había algún foralista que dudase de la españolidad de Navarra, predominó en las calles de Pamplona de modo espontáneo y libre. Ningún partido político ni grupo social sugirió a los manifestantes portar la bandera de España. Ésta se exhibió de modo natural. Los navarros, decían los asistentes, sólo podemos ser españoles.

Y, tercero, lejos de escuchar las demandas ciudadanas expresadas en las calles de Pamplona, el Gobierno sigue estigmatizando a quien se manifestó por la Constitución y por conseguir del Gobierno una mayor claridad democrática. Este alejamiento del Gobierno de la democracia es, sin embargo, una lección que le cuesta comprender a muchos periodistas melifluos. No sé, en verdad, si son más estultos que cínicos; lo cierto es que, después del éxito de la manifestación de Navarra, este tipo de periodista, justito de inteligencia y cortito de coraje, entona la palinodia sobre la oportunidad que tiene el Gobierno para acercarse a los constitucionalistas y abandonar sus enjuagues con ETA. Pobres. Quizá confundan el análisis de lo real con sus fingidas preferencias o, peor aún, no tienen "voluntad de verdad" sino de pastorear a sus lectores.

Creo que este tipo de planteamientos es una manera de distracción, en el sentido sajón de la palabra, de los ciudadanos. Todo menos aceptar la realidad de Zapatero y su Gobierno, que no es otra que negar las demandas ciudadanas en la calles y perseguirlas en las instituciones. Perder el tiempo planteando la oportunidad que tiene este Gobierno, después de la manifestación de Navarra, de entrar en la historia de la democracia defendiendo la Constitución y las propuestas de los demócratas es absurdo. Es una forma perversa de engañar a los lectores. Plantear así el asunto revela un absoluto desconocimiento de quién es Zapatero y qué partido político tiene detrás. Uno y otro sólo tienen una "obsesión": gobernar eternamente un trozo de España con el apoyo de los nacionalistas y terroristas.

Por lo tanto, resulta ridículo pensar que la manifestación de Pamplona le hará cambiar de criterio a Zapatero. Es hombre de una única "idea". Además, no la cambiará porque no tiene otra de recambio. Zapatero es un sectario en estado puro. Nunca prestará atención a las protestas de cientos de miles de personas en la calles. Porque son tipos que confunden las causas con los efectos, los periodistas que piden a Zapatero que se pase al bando de los demócratas jamás entenderán el sentido radicalmente democrático de la manifestación de Pamplona, o las anteriores de Madrid. No entienden que la gente sale a la calle para hacerse ciudadano, sí, porque el Gobierno no respeta su ciudadanía en las instituciones. Hay, en fin, cientos de periodistas que no les entra en sus entendederas que los españoles se manifiestan porque Zapatero está agostando todas las instituciones democráticas, empezando por la del propio Gobierno que no cumple con su principal fin racional, a saber, entregar la nación a los próximos gobernantes tal como la recibieron.

Porque el PSOE es un partido profundamente reaccionario y tradicionalista, jamás está dispuesto a cambiar sus opiniones de acuerdo con una lógica democrática de conflictos, acuerdos y cesiones entre los diferentes actores políticos. No, lejos de cambiar de posición de acuerdo con las lógicas conflictivas de una sociedad democrática y plural, el PSOE, como dicen los manifestantes que acompañaban al fino Pedro Almodóvar, sólo quiere ilegalizar y sacar de la vida política al PP.

Victor D. -

La vicepresidenta dijo el viernes que la manifestación de Navarra iba contra el “fantasma” de la anexión, pero docenas de miles de navarros y no navarros debían tener en poca ley la palabra de María Teresa Fernández de la Vega, porque se echaron a la calle para expresar su repulsa a lo que consideran una posibilidad cierta en las negociaciones del gobierno con ETA: que se ceda ante los terroristas y se vaya a una fórmula que vincule a Navarra al País Vasco.
Los navarros tienen motivos sobrados para sentirse nerviosos, no solo porque Zapatero no defiende su identidad foral sino porque en los últimos tiempos se han producido gestos y declaraciones de dirigentes socialistas navarros que demostraban una clara tibieza ante las baladronadas de Otegi y sus compañeros de Batasuna. Pero hay algo más: no se han roto las conversaciones entre los socialistas y los batasunos. Si la posición del PSOE respecto a Navarra fuera incuestionable, con líneas rojas perfectamente marcadas, Zapatero ya habría ordenado a Eguiguren que se levantara de la mesa de conversaciones. Y sin embargo no lo ha hecho, lo que da pie a pensar que, si siguen los contactos, es porque el PSE y el gobierno de Zapatero están decididos a abordar todas las cuestiones que planteen los terroristas. Aznar negoció. Su equipo se reunió una sola ocasión con Mikel Antza. Cuando los tres integrantes de ese equipo vieron que su posición era inamovible, se levantaron para nunca más volver.

Santiago B. F. -

Fernando Puras, el candidato del PSOE a la presidencia de Navarra, tiene un problema. O mejor dicho, más de cien mil problemas. La gran manifestación del pasado sábado en Pamplona pidió en las calles algo que según todas las encuestas una abrumadora mayoría de navarros desea: que Navarra no sea el precio del "proceso de paz" de José Luis Rodríguez Zapatero, y que siga siendo una Comunidad diferenciada, ajena al País Vasco, como siempre lo ha sido. ¿Sencillo, no? Pues no vean la que se ha montado en la "familia socialista".

Las decisiones, en Madrid

Lo más curioso del caso es que los socialistas navarros -con pocas excepciones- no son ni se sienten nacionalistas vascos. Estoy convencido de la sinceridad de la promesa pública hecha el viernes anterior por Puras y todos los miembros de su candidatura: ni quieren ser parte de Euskadi ni les apetece aliarse con los nacionalistas ni pagar a éstos los peajes correspondientes. A los socialistas navarros -que conocen a sus electores- les interesa cumplir su palabra e intentar ganar las elecciones, o en todo caso gobernar dentro de una coalición que no sea nacionalista.

Pero los navarros -socialistas o no- tienen cada vez más claro que muchas decisiones que les afectan se toman en Madrid. Si el proyecto político de Zapatero pasa por negociar con ETA, y si los terroristas piden concesiones en Navarra, nadie cree que el líder socialista vaya a hacer caso a sus bases y a sus candidatos en Navarra. Para el PSOE lo que está en juego es el poder en el conjunto de España, que para el "aparato" de Ferraz es cosa harto más apetecible -con todos los respetos- que una región histórica que representa sólo el 2% de la superficie nacional, el 1,3% de la población y algo más del 1,6% del PIB. Pocos votos y pocos escaños. Así que Puras puede ser sincero al afirmar su convicción "foralista", pero Zapatero lo es más aún al callar si pactará o no con los nacionalistas en esta cuestión.

Zapatero ha faltado a la verdad -hablando y callando- en más de una ocasión; y las principales víctimas de esta tendencia del presidente han sido sus candidatos regionales. Así es. El PSOE quiere cuotas de poder y tiene objetivos claros. Ha pactado con los independentistas en Galicia y en Cataluña, y parece dispuesto a hacerlo en el País Vasco. ¿Por qué iba a comprometerse a no hacerlo en Navarra? Desde luego lo que menos importa en La Moncloa, ahora mismo, es que Puras quede bien o mal, y no van a caer en la trampa tendida a los socialistas por el presidente navarro, Miguel Sanz, y por el presidente nacional del PP, Mariano Rajoy. No van a dejar su ambigüedad calculada sobre su política de pactos hasta ver, al cerrarse las urnas el 27 de mayo, qué se puede hacer y qué es imposible.

Unas elecciones "casi" generales

Porque en mayo hay elecciones, ya saben ustedes. En fin, dicen que son elecciones municipales y autonómicas, pero el PP ha conseguido que llegue a la población la idea de que se trata de un anticipo de las elecciones generales, y los temas nacionales van a pesar mucho, tanto como la imagen de los dos grandes líderes, Zapatero y Rajoy. Lo cual, por cierto, con la que está cayendo, tiene muy preocupados a los candidatos socialistas que aspiran a la reelección, y muy esperanzados a los "populares". El tirón de don Mariano y de sus palabras puede ser un empujón para muchos, ya que este PP ha logrado colocarse de verdad en el centro de la sociedad y ha movilizado sin fisuras al centroderecha político.

Y lo más paradójico de esto -en lo que se refiere al escenario navarro del último rifirrafe- es que cuanto más "generales" sean las elecciones de mayo más probable será una victoria de los regionalistas de UPN -la marca navarra del PP- con mayoría suficiente. El PP viene obteniendo en las elecciones generales mejores porcentajes que UPN en las autonómicas, y si el PP logra en mayo sacar de casa a esos miles de navarros que le votan habitualmente, pero que no se movilizaban para las regionales, Miguel Sanz logrará su objetivo. Por eso -contra las promesas que Puras no podrá cumplir y contra las amenazas que Zapatero no quiere negar- lo mejor del sábado fue el aplauso unánime de los navarros a Mariano Rajoy. El gallego quiso quedarse en una segunda fila, lógico, pero era en la manifestación, y es ahora, el mejor defensor de la autonomía navarra.

Ramón Fernandez S. -

Al margen del significado expreso de la manifestación (rechazo al nacionalismo vasco y a la claudicación del PSN) es necesario reflexionar sobre la marea rojigualda que desbordó Pamplona.

Cierto es que, en Navarra, algunos de los que protestábamos no eramos navarros sino españoles que comparten preocupación con los navarros. Pero cien mil manifestantes en una ciudad de doscientas mil personas son palabras mayores. La magnitud de la colorada y amarilla protesta de Pamplona no tiene parangón en la historia de las movilizaciones no unitarias de Navarra. Por eso, dejando de lado las descalificaciones y cortinas de humo del Gobierno socialista, no podemos dudar de que la masiva movilización –como mínimo- incordia, trastoca o dificulta los planes de Otegi y de Zapatero.

Los claros lemas, consignas, gritos y pancartas no dejan lugar a dudas sobre el sentir mayoritario de los navarros: "Zapatero atiende, Navarra no se vende", "Zapatero dimisión", "Navarra es España", "Navarra foral y española", "Otegi etarra, fuera de Navarra".

Sin embargo, por encima de esos lemas, cabe destacar –una semana después del gigantesco acto de afirmación nacional de Madrid- el intenso y emocionante flamear de banderas de España, seguramente jamás visto en Pamplona. Y éste es un hecho destacable por varias razones; en primer lugar porque era impensable hace sólo unos años –incluso meses-; en segundo lugar, porque es mucho más arriesgado pasear una bandera de España –difícilmente camuflable antes y después de la manifestación- por Pamplona que por Madrid; y en tercer lugar porque las banderas de España –a diferencia de las miles de enseñas navarras repartidas por el gobierno foral de Navarra- no las repartió nadie. Algunas decenas se vendieron, pero la mayoría venían de las casas de los navarros y españoles que pudieron –al tiempo que superaban la innegable represión de estos años– desempolvarlas, permitiendo a miles de enseñas españolas abrazarse al viento de Navarra.

En algo hay que darle las gracias a Zapatero y a los que quieren poner a prueba los sentimientos democráticos y nacionales de los españoles; la bandera de España, la bandera nacional y constitucional, la bandera de la Nación Española, ha salido del armario, y no volverá a entrar. No lo vamos a permitir.