El cerrojazo
LAS ilustrísimas señorías de la Comisión parlamentaria del 11-M han trabajado durante casi un año (once meses) con poco provecho. Los socialistas han dado cerrojazo a una Comisión de Investigación que no quería investigar. La atmósfera de nieblas y tinieblas que envuelve el macabro episodio del atentado de las estaciones no se ha despejado y los misterios, las dudas, las sospechas y las sombras persisten. Algunos rayos de luz que han penetrado en la oscuridad envolvente no provienen precisamente de la Comisión, que se ha negado repetida y tercamente a convocar y escuchar a los testigos más cualificados y de más interesante testimonio.
Mejor cerrar ese chiringuito parlamentario. Mejor dar cerrojazo a la Comisión investigadora sin vocación, sin ganas, sin curiosidad y sin interés por investigar. Las acusaciones mutuas entre las fuerzas políticas allí representadas, mientras se renunciaba una y otra vez a escuchar a los testigos que habrían podido aclarar algunos aspectos del suceso y sus consecuencias, eran un espectáculo deprimente desde el punto de vista político, que dejaba malparada la dignidad de los representantes del pueblo. Ninguna señoría y ningún partido buscaban allí la verdad entera y verdadera. Los famosos versos de Machado sonaban en aquel recinto como una terrible acusación; «¿Tu verdad? No, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela».
Al final, los socialistas han renunciado a aprobar unas conclusiones donde se acusaba al PP de «imprevisión» del atentado y de «engaño masivo» en la información posterior a la opinión pública. Y los populares, por su parte, insisten en que la «autoría intelectual» del atentado queda sin desvelar y no descartan la participación de la banda etarra. Una de las circunstancias no investigadas suficientemente la constituyen los contactos entre los islámicos autores materiales del atentado y miembros de «Eta», o las oscuras relaciones de unos y otros con miembros de las fuerzas del Estado, con sus confidentes y sus colaboradores.
Lo que vamos sabiendo de aquel episodio terrorífico y de sus consecuencias políticas imprevistas e importantísimas lo debemos a la investigación casi heroica de los medios de comunicación y de algunos periodistas tercos, audaces y arriesgados. Por otro lado, la investigación judicial avanza con la lentitud lógica y acostumbrada en este tipo de indagaciones. Supongo que lo más probable es que pasen años antes de que las miles y miles de páginas de los sumarios judiciales arrojen algunas luces sobre esas tinieblas que hoy cubren todo lo que rodea al 11-M, antes del atentado, en el atentado y después del atentado.
La miserable utilización política que se hizo de aquella tragedia de los doscientos muertos y los mil heridos durante las horas que siguieron a la masacre constituye una vergüenza formidable para algunos políticos y para algunos medios de comunicación. Eso es lo que tenemos más a la vista. Pero el intríngulis de todo aquello todavía está escondido bajo una tierra infame. «Luz, más luz».