Ordóñez murió por nosotros.
Días 24, 25 y 26 de enero: Seminario en el Círculo de Bellas Artes de Madrid, con el título 'Gregorio Ordóñez. Diez años de lucha contra el miedo'.
Me acuerdo de dónde estaba cuando un pistolero etarra asesinó por la espalda a Gregorio Ordóñez y del dolor que sentí. Parece que poco ha cambiado en esta década en el problema vasco, pero ciertamente las cosas están mucho mejor.
En primer lugar, el PNV y los otros brazos del separatismo vasco, Eusko Alkartasuna e Izquierda Unida, han tomado el relevo a ETA; ahora la vanguardia del proyecto abertzale son los chicos de la corbata, Juan José Ibarretxe y Josu Jon Imaz, no los chicos de la gasolina; es decir, se han quitado la careta. En segundo lugar, el aparato político y mediático de ETA ha sido desmantelado, gracias a la política de José María Aznar. En tercer lugar, los amenazados, los apartados del régimen de poder se organizan y protestan, como pudo comprobarlo el miserable alcalde de Guecho, Iñaki Zarraoa, cuando docenas de personas le silbaron por su decisión de no incluir una frase en español de condena del último coche bomba. Sí, tenemos el Plan Ibarretxe encima de la mesa del Congreso y a un tal Rodríguez en La Moncloa, pero precisamente el PNV ha pisado el acelerador porque sabía que podía perder.
Parte de la responsabilidad en este cambio de la situación se debe al sacrificio de Gregorio Ordóñez. Él encarnaba el pavor de los nacionalistas, tanto de aquéllos que agitan el árbol como de los que recogen las nueces, a que surgiera un líder capaz de vencerles en las urnas. Los éxitos electorales del donostiarra Ordóñez, presidente del PP de Guipúzcoa, refutaban los tópicos separatistas: en la ciudad más baska, el partido españolista rebasaba en votos al PNV y a HB. Y probablemente Ordóñez se habría convertido en alcalde de San Sebastián en las elecciones municipales celebradas unos meses después. Una afrenta como ésa era para los Javier Arzallus y Josu Ternera idéntica al baile agarrao para Sabino Arana. No se podía consentir y no se consintió.
En mi libro Bokabulario para hablar con nazionalistas baskos recojo una de las frases más canallescas pronunciadas por un nacionalista vasco y anda que hay donde escoger-. Imanol Beristain, miembro destacado de Eusko Alkartasuna, escribió en el diario Egin (14-9-1994), tres meses antes del asesinato de Ordóñez las siguientes palabras dirigidas a él: Que sea usted concejal de Donostia, para todo buen vasco, sobre todo si es nacionalista, supone una provocación. Dios quiera que no sea por mucho tiempo. Y quiso Dios, cuyos designios son inescrutables, que eso ocurriera: un buen vasco, desquiciado ante la provocación de un Ordóñez que se paseaba por la parte vieja de su ciudad, cogió su pistolita y le pegó un tiro. Me pregunto si don Imanol ha podido dormir desde entonces. Seguramente, sí.
Con ese asesinato, ETA quiso repetir el proceso que en la transición abonó el árbol abertzale: asesinar a políticos de los partidos nacionales, desde los presidentes de las Diputaciones del franquismo a miembros de la UCD, para imponer a tiros con la abstención del Estado, no lo olvidemos- la hegemonía nacionalista. Ordóñez estaba dando voz y orgullo a los vascos no nacionalistas, y esa rebelión de los oprimidos había que acallarla a tiros.
A su funeral asistieron algunos que, sin duda, se alegraron de su muerte, pues lo consideraban un obstáculo en la construcción nacional vasca, empezando por el sacerdote que lo ofició, el obispo José María Setién. Éste presionó para que la familia le permitiera decir la misa y en los años siguientes se negó a ceder ninguna iglesia para celebrar misas de aniversario. A ver qué hace su sucesor, monseñor Uriarte. Sin embargo, su sangre, como la de los mártires, ha sido fecunda. Su asesinato puso en marcha un movimiento social que estalló con el asesinato de Miguel Ángel Blanco. En esos días de julio de 1997, los jefes del PNV, en vez de llorar a una víctima de los terroristas, se reunieron con éstos para pactar en aras a lo que les une: Euzkadi.
No podemos aceptar que las muertes de Ordóñez, de Blanco y de todos los asesinados por ETA, desde la pequeña Begoña víctima de la primera bomba de ETA en 1959, hasta hoy, sean inútiles. Si en 10 años han cambiado tanto las cosas, ¡el futuro está abierto!
39 comentarios
Maite P. -
Algunas veces imagino cómo analizaría Gregorio Ordóñez acontecimientos del siempre enmarañado escenario político vasco. Muchas veces imagino cómo lo haría Fernando Buesa, o José Luis López de la Calle, o Joxeba Pagaza. Y no es sólo por sentirlos cerca. No es sólo por eso.
Maite P. -
Gregorio no sufría ningún tipo de complejo por ser donostiarra y de ideología conservadora, y vivió con naturalidad su manera de ser, y supongo que fue la forma más eficaz de enfrentarse a la sinrazón de los nacionalistas vascos que entienden de forma sectaria y asesina la identidad vasca. De hecho consiguió que lo siguieran muchos donostiarras y guipuzcoanos que por fin se atrevieron a admitir que no eran nacionalistas vascos y que tenían ideas de centro o de centroderecha.
Maite P. -
Poseía un talento extraordinario para la táctica política, y le recuerdo poniendo en aprietos a otro político especialmente dotado para los avances tácticos; me refiero, lógicamente, al alcalde Odón Elorza.
Gregorio Ordóñez amaba la vida, pero además la respetaba tanto que se sintió moralmente obligado a seguir el instinto democrático y en su caso también cristiano de defender la vida de los acosados y perseguidos por ETA. Y lo hizo de una forma inédita, por su claridad y desparpajo. La falta de miedo reverencial hacia los terroristas ofendió muy especialmente a los que descerrajaron varios tiros para matarlo y nos enseñó que teníamos, nosotros también, que plantar cara al propio miedo.
Jorge Marti Sio -
Como verás, el panorama no es muy halagüeño y, uno, solo puede cargarse de moral al comprobar la respuesta de la gente en el Kursaal de tu Donosita como recuerdo de esos diez años o viendo como en Madrid y a convocatoria de la AVT, la gente sale a la calle reclamando "memoria, dignidad y justicia" para las víctimas. Donde quiera que estés, un abrazo, extensivo a Ana y a tu hijo.
Jorge Marti Sio -
Destacar también que, en la sociedad vasca, se produjo un vuelco a raíz del secuestro y asesinato de un compañero tuyo, dos años después, provocando el denominado espíritu de Ermua, el nacimiento de Asociaciones Cívicas con agallas suficientes para plantar cara a la situación y, de algún modo, la salida de un aletargamiento de miedo a un entorno de terror.
Y, faltaría mas, debemos destacar como muy pero que muy positivo, el hecho de que una jovencísima, por aquel entonces, colaboradora tuya - María San Gil - sea hoy la candidata a la lendakarithza.
Vitoria -
-La verdad. Cuando el niño me pregunta yo le respondo. No he sido una madre que ha estado desde el principio machacándole. Le inculco el respeto a las normas, la disciplina, el respeto a los demás... Quiero que supere con normalidad la falta de su padre. Tiene muy asumido cómo murió su padre y no creo que esté traumatizado. Es un niño absolutamente alegre y feliz.
-Su hijo es donostiarra. ¿Le gusta la ciudad?
-Javier me ha ayudado a recuperar mi atracción por San Sebastián porque tras el atentado se convirtió en la ciudad fantasma donde mataron a mi marido. Me producía un cierto rechazo. Sin embargo, gracias a Javier, me he reconciliado con la ciudad. Venimos en invierno a ver el belén de la plaza Gipuzkoa, contemplamos el mar en el Peine del Viento... Me falla el día de San Sebastián (Ordóñez fue asesinado tres días después), que siempre ha sido una fecha entrañable durante toda mi vida, pero los tambores que suenan la víspera me recuerdan esas fechas. Javier nació en San Sebastián y se siente donostiarra.
Vitoria -
- ¿Cómo valora el plan Ibarretxe?
- No es el plan de todos los vascos. Siento que el PNV, que ha gobernado durante tantísimos años, nunca ha tenido prioridad para acabar con ETA ni con el problema de la falta de libertad en el País Vasco. Nunca nos hemos sentido arropados por el nacionalismo vasco y esto es terrible. Este plan es la gota que colma el vaso. Es la demostración de que al señor Ibarretxe no le importamos muchísimos ciudadanos del País Vasco, miles de ciudadanos que viven con escolta y amenazados. Es una vergüenza que la persona de mayor responsabilidad del País Vasco no asuma el problemón social de falta de libertad que existe aquí. ¿Por que no se han preocupado estos años de crear un plan que cimentara la sociedad, que uniera a todos los demócratas y que apoyara a los amenazados? No lo puedo entender. Es una canallada.
- ¿Considera que el papel de las víctimas en la propuesta del lehendakari es insuficiente?
- Sí. Nos está dando la espalda a todos nosotros. Las víctimas existimos, aunque ya vemos que su prioridad no somos nosotros, y estamos aquí para recordarlo. Está volviendo a enterrar a los mil asesinados por ETA. Su prioridad no somos nosotros ni los amenazados. Su preocupación es sacar adelante una mentira y un fraude para la democracia.
Vitoria -
-No sé si las demás fuerzas políticas hubieran pactado para evitarlo, pero en las elecciones municipales de 1995 (que se celebraron a los pocos meses del asesinato de Ordóñez) fue el partido más votado. Yo creo que sí hubiera llegado a ser alcalde, y un buen alcalde, porque era muy trabajador y eficaz, estaba mucho en la calle, conocía al ciudadano y resolvía sus problemas.
-Y después de diez años, su secretaria, María San Gil, es la candidata a lehendakari.
-Eso quiere decir mucho a favor de Goyo y de su manera de ser. La persona que ha estado a su lado durante muchos años, que era su secretaria, decide dar el salto con todos los inconvenientes que tiene.
-¿Por qué decidió marcharse con su hijo de San Sebastián a las pocas fechas del atentado?
-Lo hice pensando sobre todo en mi hijo. Quería que Javier no fuera un niño que creciera marcado ni señalado, ni para bien ni para mal. Deseaba que mi hijo se educara en libertad, sin condicionamientos de ninguna clase, y consideré en su momento que para conseguirlo teníamos que salir de San Sebastián.
Vitoria -
-Existe el 'efecto Ordóñez' y lo he sentido en los detalles más pequeños. No sabes la cantidad de gente que me sigue parando en la calle. Y no te hablo de políticos importantes, sino de personas como el conserje que veía Goyo todos los días, la secretaria del Ayuntamiento o el periodista que participaba en sus ruedas de prensa. Todos coinciden al decirme que 'nada es igual desde que falta Gregorio Ordóñez'. Hay cosas que han cambiado para mejor y otras que han empeorado. Y el 'efecto Ordóñez' tiene que ver sobre todo con ese despertar de la sociedad frente al fantasma del miedo. ETA lo que intentaba era callar una voz muy importante para de esa manera silenciar a todas las demás.
-¿Cree que su asesinato fue un punto de inflexión en la reacción de la sociedad ante el terrorismo?
-Sin duda alguna. Fue el momento que provocó una reacción social sin precedentes y en el que la gente decidió que 'esto no puede seguir así y no me callo más'. Y a raíz del asesinato fue cuando se escuchó con fuerza la frase que pronunció Mikel Azurmendi: 'Yo también soy Gregorio Ordóñez'. Es decir, fue un hecho que trascendió las ideologías.
Vitoria -
-Echo de menos a mi marido y sobre todo al padre de mi hijo. Me hubiera gustado tenerlo al lado el primer día de colegio de Javier, en su primera comunión, la primera vez que se cayó de la bici, la primera vez que le escuché leer y que le vi escribir. He querido que Goyo hubiera estado junto a nuestro hijo en esos momentos.
-¿Qué siente interiormente diez años después del atentado?
-Siento mucho dolor y mucha pena cuando pienso en todas las cosas que han pasado durante estos años y que no las ha podido ni vivir ni disfrutar. Te hablo de acontecimientos políticos importantes como el pacto antiterrorista, las actuaciones del juez Garzón, las grandes manifestaciones a favor de la Constitución y en contra del terrorismo, la irrupción de plataformas como ¿Basta ya!, el fin de la kale borroka... Han sido acontecimientos históricos que él de alguna manera los propició y que no los ha podido vivir ni disfrutrar. Y a nivel personal, como mujer, me falta su persona, su voz, su consejo, su apoyo, sus discusiones... Me faltan muchas cosas.
Vitoria -
-Hay muchos Gregorios Ordóñez y muchas personas que recogieron su testigo. María San Gil, por ejemplo, una mujer que no estaba vinculada a la política, aunque era su secretaria, decidió coger su testigo. Después del atentado, María decide que va a participar activamente contra el terrorismo y se afilia al PP. Ha sido concejal, presidenta del partido en Gipuzkoa, como lo fue Goyo, y ahora es candidata a lehendakari. También conozco a mucha gente muy joven que quedó conmocionada con el atentado y decidió pasar a la actividad porque quería dar la cara como él. Es el caso de Vanessa Vélez, concejala del PP en Lasarte-Oria, que, años después, me ha emocionado escucharle defendiendo los mismos postulados que Goyo. Y como Vanessa hay cientos de ciudadanos que decidieron romper el silencio.
Vitoria -
-Lo que sorprendió a esta sociedad fue la actitud de Goyo de querer romper el silencio que había en la calle por miedo. Quería contagiar ese sentimiento a todos los ciudadanos. Él pensaba que no bastaba con su sola voz, quería que fueran cientos de miles las voces que se escucharan contra ETA. Trabajaba todos los días a través de su ejemplo para contagiarnos ese sentimiento de rebelión cívica que ejercía contra el terror. Buscaba arrastrarnos para que nos subiéramos al carro contra ETA, como así lo hicieron intelectuales, empresarios, profesores, periodistas, y la inmensa mayoría de la sociedad que decimos 'no' al terror.
Vitoria -
-¿Después de diez años del asesinato de su marido, el espíritu de Gregorio sigue vivo?
-Sin duda. Su discurso sigue estando vigente hoy en día y sus palabras siguen siendo necesarias. Y esto lo digo después de haber recordado durante estos días sus imágenes y sus opiniones con motivo de la elaboración del documental. Hablaba alto y claro contra el terrorismo y HB, defendía la unión de los demócratas y pedía respeto al resultado de las urnas.Goyo ponía voz a lo que la gente pensaba y callaba por miedo.
Narciso L. -
Muchos Gregorio Ordóñez. Él, como tantos otros, no pudo conocer la paz. Su hijo Javier la verá, seguro que más temprano que tarde. Ellos han muerto pero la conciencia y los sueños por los que vivieron no pueden desaparecer.
Narciso L. -
Faustino A. -
Marcos Gutierrez -
Marcos Gutierrez -
Marcos Gutierrez -
El Estado y la sociedad española han colocado a ETA a un paso de su derrota.No puede haber dudas sobre cómo ha de ser el resultado final. Esto ya quedó definido en el Pacto Antiterrorista, lo mismo que la preferencia absoluta de las víctimas del terrorismo, precisamente cuando ahora se recuerda el asesinato de una de aquéllas, que cambió el signo de los tiempos para el País Vasco, poniendo la primera piedra de lo que, dos años después, tras la muerte brutal de otro concejal del PP, Miguel Ángel Blanco, se transformaría en la única rebelión cívica que ha conocido la democracia española, el «Espíritu de Ermua». Hoy vuelve a haber víctimas que se sienten maltratadas y agraviadas, por torpezas evitables, como la que ayer cometió el Alto Comisionado para las Víctimas del Terrorismo -auténtica contradicción en los términos, después del comportamiento de Peces-Barba-, que dio la espalda a la manifestación convocada por la AVT.
Marcos Gutierrez -
Garcia M. P. -
Por todo ello, frente a las adulteradas propuestas de diálogo que se escuchan últimamente, siempre con las pistolas y las bombas sobre la mesa, las palabras de Gregorio Ordóñez siguen recogiendo el mejor camino para conseguir la paz, porque como él mismo señalaba, «la paz significa que ETA desaparezca». La familia y los muchos amigos de Gregorio Ordóñez pueden seguir sintiéndose tan orgullosos de él, como agradecida se siente la sociedad española por todo lo que hizo.
Garcia M. P. -
Pero Gregorio Ordóñez irradió su coraje, su fe y su idealismo a miles de ciudadanos vascos que poco después comenzarían una resistencia cívica contra el terrorismo y el nacionalismo excluyente. Su traumática muerte marcó a miles de personas y animó a muchas a implicarse públicamente en la defensa de sus principios en el País Vasco. Gente normal, sencilla, pero que decidieron renunciar a su libertad para que los demás podamos disfrutar de ella. Esta nueva generación de héroes anónimos, que desafiaron la dictadura del terror impuesta por ETA, fueron poco después impulsores del «espíritu de Ermua», ese sentimiento colectivo de unidad frente al terrorismo tan necesario hoy.
Sancho M. -
El escenario político ha cambiado y las estrategias, también, pero los vascos -que serán convocados a las urnas dentro de muy poco- no deberían olvidar la sangre derramada de Ordóñez y Buesa, dos hombres buenos que murieron por la causa de la democracia y las libertades.
Sancho M. -
Cuando un pistolero le segó la vida, Gregorio Ordóñez llevaba muchos meses investigando la penetración de ETA en la Policía Municipal de San Sebastián. Ello pudo también contribuir a su muerte, pero no hay duda de que la banda terrorista le odiaba por su coherencia personal y política y las simpatías que despertaba entre los ciudadanos de San Sebastián.
Ordóñez y Buesa eran dos de las voces más críticas con el nacionalismo y dos políticos con enorme proyección de futuro. Ambos, como una larga lista de concejales del PP y del PSOE, yacen en la tumba, lo que pone de relieve el oprobio de la idílica descripción de la convivencia en el País Vasco que dibujó Ibarretxe tras su encuentro con Zapatero.
La pregunta de hasta dónde podría heber llegado el PP con un liderazgo de Ordóñez no tiene respuesta. Pero su ejemplo y su legado fueron el sustento de su fuerte crecimiento electoral en el País Vasco a partir de las elecciones generales de 1996.
Sancho M. -
Gregorio Ordóñez representaba la nueva generación política, surgida después de la Transición, que defendía la Constitución y los valores democráticos en el País Vasco, sin complejo alguno frente al mundo nacionalista. Ordóñez era en 1994 la gran promesa del PP vasco y, por su carácter carismático y el respaldo de las bases, el hombre destinado a liderar el partido y a jugar un papel esencial en la lucha política contra el PNV.
ETA conocía mejor que nadie las potencialidades de aquel joven político y, por ello, decidió asesinarle mientras comía en un restaurante del centro de San Sebastián, sin escolta alguna.Ningún dirigente del PP en el País Vasco llevaba entonces protección policial. Aquel drama obligó a los cuadros del partido de Aznar a adoptar precauciones.
Zabaleta -
Zabaleta -
«Firmeza» contra ETA
San Gil, por su parte, destacó que transcurridos diez años de la muerte de Ordóñez «la banda terrorista no ha ganado». La candidata del PP a lehendakari rechazó la posibilidad de establecer un diálogo con ETA, ya que a la organización terrorista «se la convence con la firmeza democrática». La presidenta del PP vasco agradeció la presencia de nacionalistas y socialistas en el camposanto donostiarra y se mostró convencida de la sinceridad de sus sentimientos, aunque agregó que, en el caso de PNV y EA, «sus dirigentes, más que estar presentes en momentos emotivos como éste, tendrían que adoptar políticas de firmeza» para derrotar a ETA.
Zabaleta -
Representación plural
Junto a ellas, acudieron la presidenta del PP de Gipuzkoa y portavoz del partido en el consistorio donostiarra, María José Usandizaga, concejales populares como Carlos Sancho, Ramón Gómez o Carmen Rubio, compañeros del grupo municipal de Ordóñez como Elena Azpíroz o Eugenio Damboriena, y el diputado del PP por Gipuzkoa José Eugenio Azpíroz. La representación nacionalista estuvo encabezada por los portavoces municipales de PNV, Román Sudupe, y EA, Jaione Arratibel, mientras que por el PSE-EE, además de Elorza, acudieron Arritxu Marañón y Alberto Rodríguez.
La familia de Ordóñez recibió asimismo la solidaridad de otras víctimas del terrorismo. Bárbara Dürkhop, viuda del senador socialista Enrique Casas, cuyo asesinato provocó, como el de Ordóñez, una gran conmoción social y supuso un punto de inflexión, colocó un ramillete de flores en la tumba. También se sumó Mari Carmen Heras, viuda del histórico dirigente del PSE-EE asesinado por ETA Fernando Múgica.
Zabaleta -
Entre las flores depositadas destacaban las blancas y azules, los colores de la bandera de su ciudad. Unos ramos que sirven para reivindicar la figura del carismático político y adornar con recuerdos, afecto y amistad una tumba que en varias ocasiones, tal y como recordó el cura en el responso, ha sido profanada por los violentos.
La de ayer fue una tarde fría y plomiza, como si el cielo quisiera sumarse también al duelo. Dos sacerdotes donostiarras, Alfredo Tamayo y Antonio Antía, el religioso que casó a Ordóñez con Ana Iríbar, oficiaron un responso ante varias decenas de personas custodiadas por un importante despliegue de la Ertzaintza. El emotivo homenaje unió a concejales constitucionalistas y nacionalistas, encabezados por el alcalde de San Sebastián, Odón Elorza (PSE-EE), que tenía a Ordóñez como primer teniente de alcalde en aquella época. El primer edil se fundió en un abrazo con la viuda del asesinado y depositó flores en su tumba.
Isabel Palomares -
En paralelo a la reacción ciudadana se pusieron en marcha mecanismos defensivos del Estado de derecho que culminarían con la suspensión judicial y posterior ilegalización del brazo político de ETA. No era admisible que tuviera el estatus legal y la protección jurídica que la Constitución garantiza a los partidos democráticos, incluyendo su financiación con fondos públicos, una formación integrada en una trama, llámese KAS o MLNV, que consideraba legítimo asesinar a los candidatos, representantes electos o miembros de los demás partidos. Esa ilegalización, junto a la eficacia policial en Francia y España, hizo que fuera disminuyendo la incidencia de la coacción organizada de ETA y su entorno (de 1.113 acciones en 1996 a 126 en 2004), lo que a su vez cegó la principal vía de reclutamiento de nuevos terroristas.
Isabel Palomares -
Isabel Palomares -
Las agresiones a los ciudadanos que se manifestaban contra los secuestros o portaban el lazo azul y las pintadas intimidatorias contra personas consideradas no afectas pasaron a formar parte de la nueva estrategia, tendente a establecer en la sociedad vasca una frontera entre los amenazados y los indultados por ETA. El efecto buscado era generalizar el temor, sector por sector: profesores, ertzainas, jueces, periodistas; ganar para su causa a los acobardados y arrinconar a los que les hacían frente. Esa estrategia resultó eficaz para que el giro soberanista del PNV no encontrase resistencias fuertes en su electorado; pero provocó también la reacción de personas que hasta entonces habían limitado su oposición a ETA al ámbito privado.
Isabel Palomares -
Hasta 1995 la mayoría de sus víctimas eran policías, militares y ciudadanos anónimos afectados por sus bombas. De las 623 personas asesinadas entre 1978 y 1995, sólo 10 eran políticos o cargos públicos: el 1,6%. Desde entonces ETA ha asesinado a 85 personas, de las que 30, más de un tercio, han sido adversarios ideológicos. Ese cambio de estrategia fue el resultado de un debate iniciado tras la captura de su cúpula dirigente en Bidart, en 1992. En uno de los textos discutidos se hablaba de la necesidad de atacar a los políticos para que cada uno de los compañeros de las víctimas piense "a la vuelta del funeral" que el siguiente puede ser él y que "es la hora de encontrar soluciones". O sea: de negociar las contrapartidas políticas exigidas por ETA a cambio de una tregua.
Lucia Etxebarria -
Durante estos años he comprobado que al terrorismo sólo se le acaba derrotando con el estado de derecho y, si nos hubiéramos puesto manos a la obra antes, hubiéramos salvado muchas vidas. Tal vez la de mi hermano Gregorio.
Quieren chantajearnos con nuestro dolor, pero es tarde. Cada vez somos más los que no nos vamos a callar, porque cada vez somos más los que somos un poco como tú.
¡ Les derrotaremos!.
Consuelo Ordóñez Fenollar
Hermana de Gregorio Ordóñez
Lucia Etxebarria -
Todavía seguimos a cuestas con lo evidente: ¿paz? ¿De qué paz nos hablan?,¿la de los cementerios?, ¿la de las dictaduras?, ¿Conflicto? ¿Qué conflicto?, ¿El de no pensar todos igual?, es decir, ¿El de no ser todos nacionalistas? Esa es la pluralidad de la que hablan ¿Guerra?, ¿De qué guerra nos hablan? Y, ¿A cuántos hemos asesinado nosotros?
¿Reconciliación, reinserción?, ¿Habéis visto a algún terrorista que quiera reinsertarse o reconciliarse? ¿He de reconciliarme con esos con los que me cruzo y me gritan Ordóñez devuélvenos la bala o me gritan asesina?, o ¿Con los que queman nuestras casas, encartelan nuestros pueblos con nuestras caras enmarcadas en dianas, nos lanzan botellazos por la espalda?, o ¿Con los que me llaman intolerante y provocadora cuando les respondo que no se dan las condiciones? ¿ Acaso fue culpa mía tener el balcón abierto cuando me lanzaron los cócteles molotov?
Lucia Etxebarria -
Yo creo que su paz es la que me encuentro cada vez que voy a verte al cementerio o la que existe en cualquier dictadura bananera y, para que nos lo creamos, todavía nos siguen metiendo miedo los mismos de hace treinta años creyendo que a ellos no les gana nadie. No sé porque me da que si los matones y sus mafias no existieran, nos descojonaríamos todos, menos ellos claro, de ese plan porque, entre otras cosas de las que carecen, es del sentido del humor. Es lo que tiene odiar tanto y tan seguido.
Durante estos diez años he conocido a los mejores vascos y a unos cuantos también de los peores. No debemos olvidar que son vascos los que os han asesinado y los que les apoyan, justifican y han estado y están en contra de todas las medidas que están contribuyendo al debilitamiento y derrota de ETA. Pero hacia los mejores, esos con los que me apunté a tomar las calles, muchos de los cuales son mis mejores amigos y hacen que me sienta una privilegiada, yo puedo decir eso de: tengo amigos a prueba de bomba.
Lucia Etxebarria -
Se puede decir que sí, que cambiaron el destino de la historia. Muy probablemente hubieras llegado a ser el alcalde que la mayoría de los donostiarras prefería y que tanta ilusión te hubiera hecho. Habría menos carriles bici, quizá, pero más dignidad en la ciudad. Y lo peor: después de ti llegaron demasiados. Algunos, (te evitaron ese dolor de verlos morir) amigos tuyos y a otros que no les dieron la oportunidad de conseguir tu amistad, los mataron porque después de tu asesinato sintieron una rabia tan grande por lo que te habían hecho que se afiliaron a tu partido y, por ello, acabaron como tú.
Lucia Etxebarria -
Querido Gregorio:
Con motivo del décimo aniversario de tu asesinato, en la Fundación constituida en tu nombre vamos a celebrar un acto homenaje en tu memoria el próximo sábado 22 de enero en el Kursaal de San Sebastián. En el transcurso del mismo proyectaremos un documental.
Para preparar el corto que hemos realizado, he tenido que ver bastante imágenes tuyas grabadas y he descubierto, con cargo de conciencia, que yo aún no era consciente de la importancia del discurso que tú ya defendías entonces. Me sorprende lo vigente que sigue siendo tu mensaje en la actualidad y eso hace que me sienta, si cabe, más orgullosa de ti.
Me siento triste y algo me duele por dentro cuando pienso en todo lo que no te dije y ya no podré decirte. En todo lo que no te exterioricé en su momento y ya no podré exteriorizar. O, en que haya sido yo la que ha visto crecer a tu hijo Javier, cuando eras tú el que debía haberlo hecho.
Si de algo he sido consciente estos diez años es que han sido muchas las personas de bien que te querían. A mí me lo han dicho en innumerables ocasiones, y creo que en vida también te lo dijeron a ti, no sólo en forma de votos, sino, como yo misma comprobaba, cuando paseaba contigo por la ciudad.
David G. -
No debemos olvidar que Gregorio Ordóñez fue, entre otras cosas, el político con más respaldo de su ámbito electoral que con más éxito disputó un espacio al nacionalismo radical, y que por eso, y por ser un valiente a quien la gente quería y consideraba un símbolo, lo asesinaron. Fue el paradigma de una nueva generación de políticos y uno de los más activos en plantar cara a la amenaza del terrorismo de ETA y sus secuaces.
Sería difícil encontrar otro cargo público que dedicase tantas horas de la jornada a cumplir con sus responsabilidades administrativas y al trato directo con los ciudadanos. Gregorio era considerado, incluso por sus más acendrados adversarios, un hombre de una gran honradez, con una gran sencillez humana y un extraordinario coraje para defender las propias ideas sin agredir físicamente a nadie, pero arriesgándose a ser agredido por los bárbaros.