No al ingreso de Turquía en la UE.
No al ingreso de Turquía en la UE.
Una amenaza se cierne en el horizonte europeo a medio plazo: el ingreso de Turquía en la Unión Europea. Casi todos nuestros políticos no sólo no lo perciben como amenaza sino que lo apoyan y promueven, desde la ex ministra Ana Palacio quizás el personaje con menor nivel intelectual de la democracia, que afirmaba que la Unión Europea no era "un club cristiano" hasta el mismísimo presidente europeo Romano Prodi, que opina que una Unión fuerte "no tiene nada que temer" de una eventual integración de Turquía.
Si volvemos la vista atrás veremos lo poco que Turquía tiene que ver con Europa, salvo por los siglos de lucha constante contra ella. El yugo turco es bien conocido entre los pueblos de los Balcanes, que lo sufrieron durante varios siglos. Más recientemente, Turquía invadió la isla griega de Chipre como si quisiera hacer honor a su secular política de expansión mediterránea, antaño contenida principalmente por españoles pero también por otros países del sur de Europa.
Esta mirada a la historia viene a cuento de las veces que nuestros dirigentes intentan convencernos de que Europa es algo más que una reunión de burócratas del mercado y azuzan ante todos nosotros nuestro pasado común. Por eso, en buena lid, alguien debería sacarlo ahora a colación. Naturalmente, algunos dirán que los turcos de entonces no tienen nada que ver con los de hoy y, en parte, tienen razón. Pero sólo en el sentido de que aquellos que oprimían a los europeos y de los que nuestros antepasados tuvieron que defenderse durante mucho tiempo ya han muerto. Sin embargo, por otro lado, los turcos de hoy, por actitud y por creencias, se parecen mucho más a los turcos de Lepanto de lo que los españoles de hoy se parecen a los españoles de Lepanto. Esto presenta serios inconvenientes y el principal es que nos hace débiles en la negociación. Porque creer, como hace Jack Straw, que Turquía "ha cambiado mucho" sólo puede considerarse o locura o estupidez.
El partido de Recep Tayyip Erdogan, que dirige el país asiático, es un partido de raíz islámica que, no sin habilidad, conoce las flaquezas de los líderes europeos, cede aquí y allá y modifica el código penal con visos de obtener ventajas claras. Pero pensar que unas cuantas modificaciones en el código penal, obtenidas además bajo presión política de Bruselas, cambia la mentalidad de siglos de setenta millones de turcos es, sencillamente, puro voluntarismo o wishful thinking, que dicen los británicos. Lo que un gobierno cambia otro puede restablecerlo, más aún si la mentalidad islámica está fuertemente enraizada en las capas populares.
Es difícil conocer qué es lo que pasa entre bastidores porque, pese a la verborrea de la "libertad de expresión", la "transparencia", la "pluralidad" y un montón más de lugares comunes, las principales decisiones de la política se toman al margen de la opinión pública. Con los datos que manejamos, es evidente que desde el momento en que setenta millones de turcos sean "ciudadanos europeos", será mucho más difícil controlar el peligro islamista. Las fronteras de la UE llegarán hasta el avispero de Oriente Medio y todo cuanto allí suceda será desde ya, mucho más directamente, política de Europa. Turquía es, además, un país muy pobre que tiene una renta per cápita anual de 3000 dólares, frente a los 22.000 de la renta de la UE. La equiparación de la media turca a la europea implicará invertir enormes sumas de dinero que serán detraídas de los fondos destinados a los países del este, verdaderos europeos que tuvieron la desgracia de padecer cincuenta años de comunismo. Europa, tras el ingreso turco, pondrá tras sus fronteras el tremendo y candente problema kurdo y se atraerá sin duda la cólera de los radicales kurdos, dado que, sin duda, la UE se posicionará con el Estado turco. Por si fuera poco, la libre circulación de turcos por Europa originará una bolsa de trabajadores que presionará fuertemente en toda la Unión el precio de la mano de obra a la baja. Y es que ellos tienen mucho que ganar por ejemplo, fondos estructurales e inversiones privadas y nosotros mucho que perder.
Pese a todo esto, en círculos mundialistas el ingreso de Turquía en la Unión Europea se da por hecho. Steven A. Cook, el experto del Council of Foreign Relations en temas de ese país, afirma públicamente que, "pese a las reticencia europeas, Turquía finalmente entrará en la UE". Cook dice además que los EE.UU. son partidarios de una Turquía en la Unión pese a que reconoce que "de hecho el 95 por ciento del público turco se opuso a la guerra" de Iraq y a la política estadounidense. ¿Por qué, entonces, se presiona desde los ámbitos más dispares para tomar una decisión que, en apariencia, a nadie interesa realmente?
En Europa, en los países principales de la Unión, la oposición ha sido más bien escasa. Pese a que nuestro país debería de ser uno de los primeros interesados en que Turquía no entrara en la UE, en la clase política española casi nadie se ha pronunciado en contra. Ni la izquierda de la "concordia" y el "talante" socialista, ni los adalides del "patriotismo constitucional". Simplemente, parece que en todas partes no es tema de demasiada discusión. Esto es algo que sucede casi siempre con las decisiones que ya han sido tomadas en alguna instancia.
En realidad, sólo la posición estratégica de Turquía en el Oriente Medio justifica esa repentina revalorización de Turquía a los ojos de las élites "occidentales". Puede que en la futura guerra del lobby neoconservador con Irán haya sido necesario comprar definitivamente a los turcos. Frente a Iraq, Turquía estuvo a punto de cerrar sus fronteras a los suministros del ejército aliado desde el norte, debido a la presión popular islamista, que concebía la acción militar angloamericana como una nueva agresión colonial de conquista de los "cruzados" occidentales.
La pregunta ahora sería: con la zanahoria de un suculento ingreso en la UE, ¿se atrevería Turquía a negarse a los designios de Occidente? Esto, y sólo esto, explicaría la increíble unanimidad de nuestros políticos a la hora de juzgar favorablemente una presencia tan surrealista como la de Turquía en la Unión. Mientras tanto, alguien tiene que oponerse y defender el interés real de Europa porque mucho es de temer que no va a hacerlo ninguno de los que conocemos.
Una amenaza se cierne en el horizonte europeo a medio plazo: el ingreso de Turquía en la Unión Europea. Casi todos nuestros políticos no sólo no lo perciben como amenaza sino que lo apoyan y promueven, desde la ex ministra Ana Palacio quizás el personaje con menor nivel intelectual de la democracia, que afirmaba que la Unión Europea no era "un club cristiano" hasta el mismísimo presidente europeo Romano Prodi, que opina que una Unión fuerte "no tiene nada que temer" de una eventual integración de Turquía.
Si volvemos la vista atrás veremos lo poco que Turquía tiene que ver con Europa, salvo por los siglos de lucha constante contra ella. El yugo turco es bien conocido entre los pueblos de los Balcanes, que lo sufrieron durante varios siglos. Más recientemente, Turquía invadió la isla griega de Chipre como si quisiera hacer honor a su secular política de expansión mediterránea, antaño contenida principalmente por españoles pero también por otros países del sur de Europa.
Esta mirada a la historia viene a cuento de las veces que nuestros dirigentes intentan convencernos de que Europa es algo más que una reunión de burócratas del mercado y azuzan ante todos nosotros nuestro pasado común. Por eso, en buena lid, alguien debería sacarlo ahora a colación. Naturalmente, algunos dirán que los turcos de entonces no tienen nada que ver con los de hoy y, en parte, tienen razón. Pero sólo en el sentido de que aquellos que oprimían a los europeos y de los que nuestros antepasados tuvieron que defenderse durante mucho tiempo ya han muerto. Sin embargo, por otro lado, los turcos de hoy, por actitud y por creencias, se parecen mucho más a los turcos de Lepanto de lo que los españoles de hoy se parecen a los españoles de Lepanto. Esto presenta serios inconvenientes y el principal es que nos hace débiles en la negociación. Porque creer, como hace Jack Straw, que Turquía "ha cambiado mucho" sólo puede considerarse o locura o estupidez.
El partido de Recep Tayyip Erdogan, que dirige el país asiático, es un partido de raíz islámica que, no sin habilidad, conoce las flaquezas de los líderes europeos, cede aquí y allá y modifica el código penal con visos de obtener ventajas claras. Pero pensar que unas cuantas modificaciones en el código penal, obtenidas además bajo presión política de Bruselas, cambia la mentalidad de siglos de setenta millones de turcos es, sencillamente, puro voluntarismo o wishful thinking, que dicen los británicos. Lo que un gobierno cambia otro puede restablecerlo, más aún si la mentalidad islámica está fuertemente enraizada en las capas populares.
Es difícil conocer qué es lo que pasa entre bastidores porque, pese a la verborrea de la "libertad de expresión", la "transparencia", la "pluralidad" y un montón más de lugares comunes, las principales decisiones de la política se toman al margen de la opinión pública. Con los datos que manejamos, es evidente que desde el momento en que setenta millones de turcos sean "ciudadanos europeos", será mucho más difícil controlar el peligro islamista. Las fronteras de la UE llegarán hasta el avispero de Oriente Medio y todo cuanto allí suceda será desde ya, mucho más directamente, política de Europa. Turquía es, además, un país muy pobre que tiene una renta per cápita anual de 3000 dólares, frente a los 22.000 de la renta de la UE. La equiparación de la media turca a la europea implicará invertir enormes sumas de dinero que serán detraídas de los fondos destinados a los países del este, verdaderos europeos que tuvieron la desgracia de padecer cincuenta años de comunismo. Europa, tras el ingreso turco, pondrá tras sus fronteras el tremendo y candente problema kurdo y se atraerá sin duda la cólera de los radicales kurdos, dado que, sin duda, la UE se posicionará con el Estado turco. Por si fuera poco, la libre circulación de turcos por Europa originará una bolsa de trabajadores que presionará fuertemente en toda la Unión el precio de la mano de obra a la baja. Y es que ellos tienen mucho que ganar por ejemplo, fondos estructurales e inversiones privadas y nosotros mucho que perder.
Pese a todo esto, en círculos mundialistas el ingreso de Turquía en la Unión Europea se da por hecho. Steven A. Cook, el experto del Council of Foreign Relations en temas de ese país, afirma públicamente que, "pese a las reticencia europeas, Turquía finalmente entrará en la UE". Cook dice además que los EE.UU. son partidarios de una Turquía en la Unión pese a que reconoce que "de hecho el 95 por ciento del público turco se opuso a la guerra" de Iraq y a la política estadounidense. ¿Por qué, entonces, se presiona desde los ámbitos más dispares para tomar una decisión que, en apariencia, a nadie interesa realmente?
En Europa, en los países principales de la Unión, la oposición ha sido más bien escasa. Pese a que nuestro país debería de ser uno de los primeros interesados en que Turquía no entrara en la UE, en la clase política española casi nadie se ha pronunciado en contra. Ni la izquierda de la "concordia" y el "talante" socialista, ni los adalides del "patriotismo constitucional". Simplemente, parece que en todas partes no es tema de demasiada discusión. Esto es algo que sucede casi siempre con las decisiones que ya han sido tomadas en alguna instancia.
En realidad, sólo la posición estratégica de Turquía en el Oriente Medio justifica esa repentina revalorización de Turquía a los ojos de las élites "occidentales". Puede que en la futura guerra del lobby neoconservador con Irán haya sido necesario comprar definitivamente a los turcos. Frente a Iraq, Turquía estuvo a punto de cerrar sus fronteras a los suministros del ejército aliado desde el norte, debido a la presión popular islamista, que concebía la acción militar angloamericana como una nueva agresión colonial de conquista de los "cruzados" occidentales.
La pregunta ahora sería: con la zanahoria de un suculento ingreso en la UE, ¿se atrevería Turquía a negarse a los designios de Occidente? Esto, y sólo esto, explicaría la increíble unanimidad de nuestros políticos a la hora de juzgar favorablemente una presencia tan surrealista como la de Turquía en la Unión. Mientras tanto, alguien tiene que oponerse y defender el interés real de Europa porque mucho es de temer que no va a hacerlo ninguno de los que conocemos.
14 comentarios
Juan D. -
Los datos oficiales reflejan esta realidad: un 80 % de los argelinos y un 40 % de los marroquíes consiguen adentrarse en territorio español utilizando el visado turístico francés. Más aún, 3.000 magrebíes reclusos en las cárceles de nuestro país pudieron entrar gracias a ese documento, al igual que los 18.000 argelinos y marroquíes que tienen causas pendientes con la Justicia española.
Gaby -
Si a la concesión de residencia se añade el derecho a la agrupación familiar, por cada inmigrante residenciado se descolgarán sus mujeres e hijos, que traerán otros 4 ó 5 votos más. Esto no es futurible. Parece ser que ya existe en Cataluña un diputado islámico, otros con cargos regionales que no son españoles sino musulmanes y hasta la organización marroquí Atime se ha integrado en UGT.
Todo eso, y sólo con los que hay ahora merodeando por las calles, sin trabajo ni ganas de tenerlo; llenando las salas de urgencias de los hospitales, alargando las listas de espera y colapsando las cárceles. ¿Qué ocurrirá con un efecto llamado a cambio del voto? ¿Se pueden supeditar los intereses de España a que un «retroprogresista» esté siempre en La Moncloa?
Garcia -
¿Es esta la Europa que pretenden que votemos? La Europa que niega la libertad de pensamiento. ¿La que ha obligado a Durao Barroso a prescindir de parte de su equipo? El problema es que don Rocco, según José Borrel, es "demasiado católico".
Al final se ve que se construye una Europa que niega una de sus pilares fundacionales, la libertad de pensamiento. Me va costar mucho votar que si en ese referéndum sobre la Constitución Europea del 20 de febero. Es que no me gustan lo enemigos de las libertades, mire usted.
Domingo -
El ingreso de Turquía en la Unión Europea es un hecho de enorme importancia. Si reúne las condiciones, si realmente podemos comprobar que la sociedad turca asume nuestros valores democráticos, merece incorporarse y continuar ejerciendo una positiva influencia sobre su entorno. La misión de Turquía es capital y nuestro futuro depende de su compromiso y eficacia. La diplomacia francesa, una vez más, antepone su peculiar visión del mundo, su supuesto entendimiento con los regímenes corruptos tan presentes en el mundo árabe y sus ansias de influencia continental a los intereses reales de Europa.
Domingo -
5. Una Turquía de ochenta millones de habitantes se convertiría en la nación más poblada de Europa, junto con Alemania. Los equilibrios realizados por Francia en la negociación del Tratado de la Constitución, para rectificar los acuerdos de Niza, se vendrían abajo.
6. El bajo nivel de desarrollo económico y social turco llevaría a una gran concentración de la ayuda comunitaria sobre este país, en detrimento de otros muchos.
Estos argumentos negativos chocan con uno positivo reconocido por todos y, muy especialmente, por la Comisión. Turquía es el estado islámico más desarrollado. Su voluntad de ingreso en Europa es un activo valiosísimo. Si el ingreso es posible y la sociedad turca se empapa de nuestros valores y de nuestro sistema de convivencia, será un extraordinario modelo para otros muchos países. Si la evolución del Islam es nuestra principal preocupación, porque de ella depende nuestra seguridad, la integración de Turquía es el principal instrumento a nuestra disposición.
Domingo -
Tras los argumentos oficiales se esconden otros, que no corresponde a la Comisión citar o explicar, que no todos los políticos están dispuestos a enunciar, pero que serán determinantes.
1. Muchos europeos, ciudadanos y gobiernos, consideran que fue un error aceptar que Turquía es Europa. La segunda comparte unos valores que son la consecuencia de una historia común, historia que gira en torno al hoy tan denostado cristianismo. La primera, por el contrario, es parte capital del Islam, el último califato. Mundos tan distintos pueden convivir bien, pero la integración es muy difícil.
2. La entrada de Turquía implicaría trasladar las fronteras de la Unión hasta Asia Central y Oriente Medio. Pasaríamos a ser vecinos de Siria, Iraq o Irán. Unas compañías que marcarían irremediablemente el futuro de la política europea.
3. Turquía ha dado pruebas de su voluntad modernizadora, pero las corrientes islamistas crecen y, de hecho, el actual gobierno comulga con esta doctrina. Para muchos europeos una Turquía integrada con un islamismo en alza podría convertirse en un gravísimo problema para la estabilidad continental.
Domingo -
De forma sorprendente, hace ya algunos años, la Comisión aceptó la propuesta turca de ingreso. El tema era suficientemente complejo y debatible como para que se hubiera generado un proceso de consultas, diplomáticas y políticas, para averiguar si la ciudadanía de los distintos estados europeos consideraba Turquía parte de Europa. La Unión no tiene vocación universal, sino regional, y en algún lugar había que establecer un límite. La frontera con Turquía era una candidata obvia, pero se decidió que no había inconveniente geográfico para el ingreso: si Turquía cumplía las normas del club europeo podría ingresar. La decisión era de enorme calado y, en apariencia, estaba asumida por las distintas capitales.
Landeloc -
Me pregunto si no ha llegado ya el momento en el que, cuando un ciudadano considera que se atropellan sus convicciones religiosas, lo ha de manifestar así en público, y defender esta posición hasta donde haga falta, con todos los medios lícitos a su alcance.
Landeloc -
Televisión Española emitió el lunes un debate por la 1, y el martes otro debate por la 2, sobre el anteproyecto de Ley del Gobierno sobre la equiparación del matrimonio a las uniones de personas del mismo sexo (que no al revés, como dicen). Entre los contrarios a este anteproyecto había católicos, pero hicieron visibles esfuerzos por argumentar prescindiendo de las razones de tipo religioso, que las hay, en apoyo de su posición. Actitud prudente, desde luego, porque no son necesarias para denunciar un disparate como éste; pero también porque, si las hubiesen invocado, ante muchos espectadores y, obviamente, ante sus contradictores en el debate, habrían quedado descalificados de forma automática.
Landeloc -
Manolo -
Alrededor de 70 «irreductibles» estudian en bibliotecas tuteladas por profesores pero sin seguir el curso.
Se acabó el diálogo. Después de un mes de clase, llega el momento de poner fin al pulso entre el Gobierno francés y las niñas que siguen llevando el velo islámico a la escuela. De las 700 jóvenes que aparecieron el primer día de clase con el «hijab», sólo queda un 10 por ciento que aún no se lo ha quitado. Estas 70 «irreductibles», como las llaman los medios, junto a cuatro chicos de origen sij, con turbante, llevan desde el 2 de septiembre solos en bibliotecas o salas de estudio, tutelados por profesores. En pocas semanas se procederá a echar de la escuela a las 70 escolares rebeldes.
Rafael -
El Comité de Libertades Civiles de la Unión Europea , de mayoría izquierdista, votó en contra de que el político italiano Rocco Buttiglione ocupara el cargo de Comisario de Justicia Libertad y Seguridad en el futuro ejecutivo europeo que tendrá como presidente al portugués Manuel Durao Barroso.
El obstáculo principal y único que ven en el futuro Comisario es su inequívoca adscripción a la fe católica y su firme propósito de no apoyar ninguna propuesta legislativa que fuese contra su moral. Buttiglione ha declarado a la prensa italiana: No prostituiré mi conciencia. No sé si me dejaría cortar la cabeza por mis ideas, pero lo que es seguro es que no voy a venderlas por un puesto de Comisario.
Por el contrario, el católico italiano cuenta con el apoyo del: próximo Presidente de la Comisión Europea Durao Barroso, de la Comisión Jurídica de la Unión Europea, del ejecutivo italiano del que formaba parte, de la Iglesia italiana que cierra filas en torno a su persona e incluso de ciertos medios digitales, nada sospechosos de homófobos, como Nación Gay, que ven con buenos ojos, la igualdad de derechos de todos los seres humanos con independencia de su orientación sexual, defendida por Buttiglione .
Fernando -
No hay duda: nuestra sociedad empieza a estar peor de lo que parece. Les ha faltado tiempo a casi todos los medios de comunicación social para cargar contra Buttiglione en vez de refrendarle ante ciertos grupos de presión. ¿No será que estos están también bajo el dominio de los mismos grupos? Si es así, en Europa está en peligro la libertad de expresión.
Fernando -
El comisario designado por Italia calificó la homosexualidad de "Pecado". Da toda la impresión que Buttiglione ha cometido el pecado de hacer un comentario de desconsideración hacia un potente grupo de presión.
Esta decisión nos lleva a pensar que nuestra sociedad está peor de lo que parece y que no son precisamente la libertad y la democracia las que la preside. ¿No les parece preocupante que un país democrático elija a un parlamentario para que le represente en la Unión Europea como comisario, y que este sea rechazado por la presión de un lobby por el mero hecho de que tenga una idea concreta sobre un aspecto importante de la persona humana y se atreva de manifestarla?