La policía saudí detuvo en la noche del viernes al sábado a 40 cristianos paquistaníes que se encontraban rezando en una casa particular en Riad, la capital del país, según informó el diario saudí Al Yazira.
Las autoridades encontraron grabaciones y libros en el lugar en el que un cura paquistaní oficiaba una misa a la que asistían niños y mujeres.
En Arabia Saudí, con una población de 23 millones de habitantes, hay cerca de seis millones de extranjeros, muchos de ellos cristianos europeos, norteamericanos y asiáticos. El reino saudí prohíbe la práctica de cualquier religión distinta del islam.
Posiblemente no cumpliremos muchos más años, pero nos queda la memoria y toda la Historia para no olvidar de donde venimos. Recordamos, por ejemplo, aquel Occidente que se debatía entre dos modelos, el socialista representado por la URSS y el capitalista de los USA. El mundo protegido por el telón de acero cayó a golpe de maza; el otro mundo, el de aquí, sigue en pie, aunque, bien es cierto, que en medio de un mar arbolado de amenazas.
¡Qué lejos y qué cerca! Sin embargo, otra vez dos mundos antagónicos. Desaparecida la URSS, reaparece el Islam. Occidente y Oriente. De nuevo, frente a frente. Lepanto...
En su libro The Great Heresies, de plena actualidad, Hilaire Belloc ya predecía un futuro amenazador para Occidente por parte del Islam. Es recomendable su lectura.
Sí, es verdad que son más de dos las civilizaciones enfrentadas a la occidental; no obstante, es el Islam, la que de manera especial preocupa hoy en Occidente, sobre todo, porque en él fe y ley son indisociables. Y en Europa se mantienen recuerdos muy vivos de lo que ello entraña. Perviven no pocos registros de lo que ello supuso y estrechamente ligados a periodos oscuros de las artes, las ciencias y el pensamiento. Eso de religión y política en un mismo todo vigoriza a inquisidores y tiranos.
Islam y política han tendido desde siempre a fundirse en un todo. El Islam de los talibanes de Afganistán y el de la Alianza del Norte (no nos hagamos falsas ilusiones tan sólo porque a los EEUU les pueda convenir), el fanatismo de los imanes iraníes, la rigidez brutal de todos los regímes teocráticos de la península árabe, las persecuciones anticristianas recientes del Pakistán o de Indonesia, o el machismo institucional del Magreb, no constituyen falsas interpretaciones del Islam - como nos cuentan algunos-, sino del Islam tal cual. El Islam nació guerrero. El mismo Mahoma conquistó la península arábica entera en unos pocos años y los cristianos tuvieron buenas razones para sentirse temerosos del Islam. El Islam es la aplicación de la sharia, dogmática e intolerante. No es tampoco equiparable al cristianismo intolerante. El cristianismo, al fin y al cabo, no desfiguró la personalidad profunda de la cultura europea porque supo integrar en sí la sacralidad pagana. Por su parte, la religiosidad musulmana no tiene nada que ver con el ser profundo europeo. El cristianismo, a través del culto a los Santos y a las Vírgenes, ha sido interpretado por diversos estudiosos como una variante de neopaganismo, si bien sublimado y conformado al espíritu europeo tal y como señalan numerosos etnólogos. El Islam, por el contrario, viene imponiéndose desde el exterior, sin adaptación, sin sincretismo y sin compromiso; constituye un factor de desculturización mucho más grave que el que representa el americanismo. Evidentemente, nunca escucharemos nada de todo esto a los imanes residentes en Europa mientras la comunidad musulmana constituya una minoría. La desburkación de su rostro se reserva para mejores tiempos.
Abundan los xenófilos repitiendo que no se dramatice. También existen, aunque se les oiga mucho menos debido a la sordina mediática, los sociólogos que previenen del proceso colonizador a la baja al que se está viendo sometida Europa, de la pérdida de su identidad y de sus tradiciones, así como de la desaparición de sus valores occidentales y de la corrupción de sus raíces populares. Colonización es término preferible al de "inmigración", señala Guillaume Faye, puesto que se trata de la ocupación e instalación definitiva de un pueblo o varios, en casa ajena.
La clase intelecto-mediática, en su discurso monocorde y políticamente correcto, aboga abiertamente por nuestra conformación a los extraeuropeos, a los musulmanes, a que se acepte su irrupción, sus costumbres y hasta sus leyes en abierto choque con la mentalidad occidental, como si en todo ello no estuviese en juego dejar de ser lo que somosónada más y nada menos.
Con el fin de lograr la plena introducción del mundo islámico en nuestra sociedad se persuade a la población para que adopte dos tipos de estrategia: primero su integración y, cuando esta fracasa - siempre lo hace-, el comunitarismo (mantenimiento de culturas diferentes en un mismo espacio) lo que también ha fallado en todas partes, a pesar de los elevadísimos costes económicos que comportan ambas estrategias. Los EE.UU. saben, pero que mucho, de estas estrategias. Especialmente interesante resulta el trabajo de la Universidad de Tennessee The Burden of Brown y del cual es autor Raymond Wolters quien analiza las diferentes estrategias a partir de su impacto en el sistema educativo. De las consecuencias de tal fracaso aún no se han repuesto. Ir contra natura y esperar que todo fluya sin trágicos sobresaltos es pérfida candidez.
No se engañe nadie. Las pretendidas armonía y tolerancia del Islam, aludidas desde las instancias políticamente correctas, no son sino un mito de la imaginación moderna liberal. La España medieval tan falsamente evocada como descrita por las figuras de la beautiful people e intelectuales de la party line- fue multicultural en el sentido de ser culturalmente diversa. España fue tierra en la que coexistieron diferentes culturas, pero no en el sentido de experimentar una integración cultural. La tolerancia hacia cristianos y judíos como Pueblos del Libro se alienta en el Corán. Pero en la práctica sólo se dio durante periodos muy breves y escasos. (A los cristianos que vivían bajo la Ley Islámica se les prohibía construir iglesias, tañer las campanas, salir en procesiones, exhibir símbolos cristianos, etc.) Los pogromos en los que la comunidad judía fue diezmada y millares de cristianos vendidos como esclavos en Marruecos no escasearon, señala el medievalista Richard Fletcher en la reciente Spain: A History publicada por Oxford University Press.
Analizando el pasado lejano y la reciente historia de Europa se observa que esa concurrencia de culturas tan diversas otra vez la diversidad- ha sido fuente inagotable de conflictos, luchas y guerras. En el mejor de los casos, se pudo lograr que dichas culturas, religiones y etnias se soportasen, si bien prácticamente siempre bajo regímenes absolutistas o totalitarios en los que el respeto a los derechos del hombre resultaba algo desconocido. Hoy, nos basta con observar los estados multiculturales de Europa, Indonesia y hasta los mismos USA, para darnos cuenta de que tal falta de homogeneidad, lejos de estimular los avances y la concordia, acelera e incrementa la frecuencia e intensidad de los conflictos que terminan por desembocar en auténticas guerras especialmente sanguinarias.
La Gran Política es materia ignota en la Europa contemporánea, a diferencia de China, India y los Países Islámicos. Desconcierta observar el juego pro americano de multiculturizar Europa que respaldan ciertos sectores tradicionalmente antiamericanos. Izquierda y derecha se muestran infinitamente más preocupados por las respuestas posibles mediáticas, que por las consecuencias que la política inmigracionista actual ejercerá sobre las vidas de las futuras generaciones. También los sectores más radicales de la izquierda fomentan histéricamente la extinción de los pueblos autóctonos de Europa, y cualquier declaración en defensa de los intereses europeos, o duda acerca de la bondad del multiculturalismo, viene inmediatamente acompañada de las conocidas acusaciones de hereje y sacrílego revestidas con las nuevas voces del siglo XXI, como señalaba Oriana Fallaci hace escasas semanas. LíEurope a perdu la mémoire : elle aide les Américains à créer des États musulmans dans les Balkans, facilitant ainsi le retour de líinfluence turque dans la région, et accepte líimplantation sur le sol européen de colonies musulmanes de plus en plus nombreuses. Tout cela dans le contexte díun déclin démographique tel que líEurope níen a jamais connu (Ö) destacaba recientemente un articulista francés.
A todos los pueblos del mundo les está reconocido el derecho a defender sus identidades, fronteras y tradiciones. A todos, menos a los pueblos europeos, les está permitido adoptar políticas de autoprotección. Hace muy pocos años, Glayde Whitney, en su ensayo sobre el eminente científico Raymond Cattle, aseguraba que ello se debe a que estamos viviendo una nueva Inquisición, la cuarta, que de nuevo obliga, a hierro y fuego, a tener fe ciega en los post-modernos dogmas del siglo.
¿Por qué este leit motif en una gran mayoría de los medios de comunicación que, remedando a San Agustín, se urge con toda clase de mensajes a la aceptación el Nuevo Orden como tratando
de asegurar que sólo mediante la revelación, el dogma y la fe puede alcanzarse el conocimiento, despreciando la razón? Los intérpretes actuales de los nuevos dogmas no pertenecen a las órdenes Dominicana ni Agustina, sino a la política-intelecto-mediática global obcecada en extender por el planeta entero esa nueva religión del Globalismo.
En su día, los poderes europeos velaron por la salvaguarda de la identidad de sus pueblos, hoy, sin embargo, no se interesan en hacer lo propio ante el negro diseño social que vuela a círculos sobre nuestras vidas. De esta lápida multicultural que se nos impone, los europeos no extraeremos ningún beneficio.
Un camino de regreso a la Edad Media se ha iniciado en Occidente, un camino acelerado hacia la obscuridad, hacia la noche que siempre precede al despertar.