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AMÉRICA. Lula, arquitecto del neocastrismo.

AMÉRICA. Lula, arquitecto del neocastrismo.
Hace unos meses, después de la segunda vista de Luiz Inácio Lula da Silva como jefe de Estado a Cuba, Fidel Castro escribió acerca del mandatario brasileño. La reflexión castrista resaltaba las diferencias entre el ex vicepresidente nicaragüense Sergio Ramírez y el presidente del Brasil.


Subrayaba Castro el sentido de la lealtad de Da Silva, que se manifestaría en su la fidelidad "a las ideas, a la patria, al amigo, al hermano, al compañero, a las causas nobles y justas por las cuales el hombre llega a arriesgar e, incluso, a ofrendar la vida". Los elogios a Da Silva contrastaban con las criticas que el cubano vertía sobre Ramírez, en cuya casa había conocido aquél al brasileño, allá por julio de 1980. Lula estaba en esa ocasión acompañado por el inefable Frai Betto, amigo y compañero de militancia, que manifestó en una ocasión: "El Che es el San Francisco de la política" (y "Cuba es para mí un paradigma").

La política de Estado de Brasil a favor de la reinserción de Cuba en el ámbito político americano, sin que en la Isla se hayan producido cambios hacia la democracia, es un proyecto que Lula da Silva ha promovido con mucha eficiencia, y que le hace merecedor de los elogios de su mentor.

Los resultados obtenidos por el mandatario brasileño han sido más efectivos que los de la troika integrada por Hugo Chávez, Evo Morales y Daniel Ortega, mandatarios de Venezuela, Nicaragua y Bolivia respectivamente. Mientras éstos, sobre todo Chávez, han gritado, escandalizado, adorado en público a Fidel Castro, glorificado la Revolución y denostado a los Estados Unidos, Da Silva ha estado trabajando a favor de la perpetuación del régimen cubano y de su reinserción institucional en el hemisferio de forma discreta y efectiva, y sin hacerse enemigos.

Por supuesto, el resultado de la labor de Lula es en gran medida consecuencia de haber actuado el brasileño hasta el momento como un demócrata consecuente. No se le aprecian las veleidades continuistas de Álvaro Uribe ni, menos, la pasión totalitaria que corroe a Hugo Chávez y a Rafael Correa. Su gobierno, aunque zarandeado por escándalos de corrupción, es respetado por la comunidad internacional, y en particular por las transnacionales. Tampoco debemos pasar por alto que gobernar un país como Brasil le aporta un peso especifico de suma importancia, por lo que sus opiniones y juicios no pueden ser obviados fácilmente.

El régimen totalitario de los Castro siempre ha estado presente en la hoja de trabajo del Partido de los Trabajadores –a pesar de que un importante sector de esa agrupación política brasileña persistentemente ha defendido el pluralismo político y la democracia–; y es que tanto el PT como Lula sienten admiración y gratitud por Fidel.

Lula viajó a La Habana en 1989, cuando se preparaba para presentarse por primera vez a la presidencia de su país. Cuando se celebraron las elecciones de 1990, de las que resultó vencedor Fernando Collor de Mello, Castro, que se encontraba en el Brasil, visitó al derrotado Lula. "En nuestra larga amistad, Castro ha tenido gestos inolvidables –ha rememorado el brasileño en alguna ocasión–. Al otro día vino a mi casa a visitarme. Fue un gesto que nunca olvidaré".

Ese mismo año, el PT apadrinó, junto con la dictadura cubana, el Foro de Sao Paulo, que aglutina a buena parte de la izquierda latinoamericana, desde el PRD mexicano hasta el Frente Farabundo Martí y las terroristas Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Desde ese organismo, el PT prestó una gran asistencia a Castro, pues dio los primeros pasos para superar el parcial aislamiento diplomático, comercial y mediático que Cuba enfrentaba, sobre todos desde el fin de la URRS.

(Y ahora, permítanme un inciso: medios de prensa brasileños reseñaron que Lula da Silva ganó las elecciones del 2002 con el apoyo económico de las FARC: cinco millones; otros medios informaron de que La Habana entregó al PT 3 millones de dólares para la campaña, a pesar de que las leyes brasileñas prohíben a los partidos políticos recibir financiación del extranjero).

En septiembre de 2003 Lula viajó a Cuba acompañado de su antiguo jefe de José Dirceu, que durante años vivió asilado en la Isla y fue favorecido por el régimen de los Castro. Entre los acuerdos bilaterales que se firmaron cabe citar las inversiones en Cuba de Petrobras y la construcción de una nueva embajada del Brasil en La Habana, que habría de levantarse sobre un terreno de 8.000 metros cuadrados del barrio de Miramar donado por Castro; el diseño le fue confiado al arquitecto Oscar Niemeyer.

Cuando tuvo lugar la transferencia de poderes de Fidel a Raúl Castro, Lula da Silva dijo: "El mito continúa. Fidel es el único mito vivo en la historia de la humanidad. Tomó esta iniciativa, y creo que eso debe ser bueno para Cuba; de forma que Brasil está satisfecho de que sea así, un proceso muy tranquilo".

Brasil ha sido el agente catalizador del establecimiento de una política latinoamericana común hacia Cuba. Logró el ingreso de la Isla en el Grupo de Río. Trató el caso cubano con el presidente Barack Obama durante su visita a la Casa Blanca, y ha insistido en todos los foros internacionales en que el régimen totalitario cubano debe ser respetado y aceptado tal y como es.

Al parecer, para Da Silva es importante que la utopía cubana sobreviva, y por eso la defiende; pero no de forma ciega y torpe, como Hugo Chávez, lo cual le convierte en el mejor aliado del castrismo. Sin dudas, Lula ha conformado un Gobierno sobrio y equilibrado, ajustado al sentido común; pero ese sentido –y el decoro– le falta cuando contempla la situación cubana.

Algunas de sus declaraciones hacen creer que está convencido de que Fidel usó su enfermedad como un pretexto para iniciar un proceso de renovación; por eso dijo en una ocasión: "La impresión que sentí fue que Fidel estaba analizando la situación política y quería crear las condiciones para que esto ocurra"; y agregó que en su encuentro con el dictador tuvo la convicción de que éste estaba en perfectas condiciones intelectuales para reasumir el poder. De Raúl Castro, Lula dice: "Es un hombre altamente preparado. Tiene una visión del mundo muy importante".

Para Luiz Inácio Lula da Silva, es importante adecuar la política a los tiempos y dejar atrás conductas propias de la Guerra Fría; pero, aparentemente, ese argumento sólo es válido en lo que le resulta útil al Gobierno de La Habana, porque aunque ha visitado la Isla en numerosas ocasiones, nunca ha indagado por los prisioneros de conciencia, mostrado interés por la ausencia de pluralismo político y la falta de libertad de prensa, o intentado conversar con un miembro de la oposición, tal y como hizo Fidel Castro con él en 1990.

2 comentarios

Wuellington -

Una declaración racista del presidente brasileño Lula Da Silva ha pasado completamente desapercibida en los medios españoles. Y apenas unas líneas en alguna prensa anglosajona. Por esa curiosa convención social según la cual el racismo contra los blancos no es racismo.

Afirmó Lula en una reunión internacional de hace unos días que «la crisis fue causada por el comportamiento irracional de los hombres blancos de ojos azules que antes de la crisis pretendían saberlo todo y ahora demuestran que no saben nada». Hagamos el fácil ejercicio de transformar los hombres blancos en hombres negros de ojos oscuros y lo que nos parezca, por ejemplo, que la pobreza se concentra allí donde los gestores son hombres negros de ojos oscuros, y saquemos la obvia conclusión. El escándalo internacional sobre el racismo, sobre todo si quien lo dice es el presidente de una poderosa nación.

Pero nos rige la extendida idea, cultivada con entusiasmo por los propios activistas antirracistas, de que la atribución de inferioridad o de caracteres perversos a un grupo humano por el color de su piel sólo es racismo si se refiere al grupo discriminado o en inferioridad de condiciones. Y se aplica igualmente a hombres y mujeres. Se le caerá el pelo a quien generalice sobre las maldades de las mujeres, pero será felicitado quien lo haga sobre las maldades de los hombres.

De ahí que la audiencia de Lula da Silva, compuesta en buena medida por hombres blancos de ojos azules, se quedara encantada con lo que les correspondía. Y de ahí que unos racismos sean sustituidos por otros porque su autentica sustancia nunca se cuestiona realmente.

Ramon F. -

La crisis financiera internacional ha golpeado a Brasil con fuerza excepcional en un momento en que comenzaba a despegar económicamente. Y así, en un país en el que los presupuestos apenas cubren las necesidades sociales, no han tardado en reaccionar asociaciones como el Movimiento de los Sin Tierra (MST) quejándose de que el presidente, Juan Inácio Lula da Silva, ha cortado radicalmente las ayudas previstas precisamente para aquellos que le apoyaron en su victoria electoral. No es extraño, por tanto, que haya manifestaciones convocadas en todo el país contra grandes empresas brasileñas como «Petrobras» o la «Granja camaronera Qualibras», u otras grandes instalaciones y proyectos estatales a los que acusan de promover el trabajo esclavista, y en favor de las cuales el gobierno de Lula ha expropiado a los indígenas grandes extensiones de terreno.

El MST y otros movimientos similares, acusan también a las grandes compañías estatales de perjudicar gravemente el medio ambiente, contaminar las tierras y empobrecer en general el medio natural, lo que fuerza a campesinos e indígeneas a abandonar sus tierras y sumarse a las grandes masas de desheredados que tienen que trabajar practicamente como esclavos para subsistir.