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Lo que queda del PSOE.

Lo que queda del PSOE.

El que se mueve no es que no salga en la foto, es que sale por la puerta”. Con esta frase rotunda define el socialista madrileño Joaquín Leguina, ex presidente de la Comunidad de Madrid, el estado del PSOE tras el 35º congreso, en el que saliera elegido como secretario general José Luis Rodríguez Zapatero con nueve votos de diferencia sobre el favorito, José Bono, entonces presidente de la Castilla- La Mancha.

Tal y como recogen Carlos Esteban y María Rojo en el último número de la revista Época, lo que Alfonso Guerra quería para España lo ha conseguido José Luis Rodríguez Zapatero con su propio partido: dejar el PSOE que no lo reconoce “ni la madre que lo parió”. Del partido moderno, dotado con mecanismos de democracia interna y estructurado en familias ideológicas reconocidas y poderosas, apenas queda nada bajo la apisonadora de una ejecutiva de leales en la que José Blanco controla las listas y defenestra a los disidentes, en elmejor estilo de Konstantin Beria para el Stalin Zapatero.

LOS COLMILLOS DE BAMBI

Aquel diputado de provincias virtualmente desconocido -su corriente, Nueva
Vía, apenas alcanzaba un 5% del partido- salía como de milagro triunfador del congreso, gracias a los votos de última hora de guerristas y Renovadores por la Base, abanderando lo que entonces se llamó “el cambio tranquilo” y que ha acabado, para la formación, en terremoto silencioso.

Tras la mayoría absoluta alcanzada por el PP de José María Aznar y la consiguiente debacle del PSOE con Joaquín Almunia -a quien ni siquiera dejaron leer el informe de gestión en el siguiente congreso federal-, Rodríguez Zapatero parecía una opción atractiva. Los guerristas se oponían al presidente de Castilla-La Mancha y los socialdemócratas liderados por José Luis Balbás encontraban dificultades para arrancar compromisos a un Bono crecido y con todas las papeletas para alzarse con la secretaría general.

Por otra parte, el oscuro Zapatero estaba limpio, su Nueva Vía -una corriente al estilo del Neue Mitte alemán o de la Third Way de Tony Blair-, fraguada entre militantes de segundo nivel en casa de la entonces desconocida Trinidad Jiménez, anunciaba un programa centrista, moderado y moderno, y la posición de segundón en las quinielas del propio Zapatero hacía probable que se aviniese a suscribir todos los compromisos que le pusieran delante las familias a cambio de su apoyo.

EL DEDO PROTECTOR

Era entonces Bambi -en palabras de Alfonso Guerra-, pero no tardaría en enseñar los colmillos, traicionando todos los compromisos suscritos. “Zapatero ha traicionado a todos los que le ayudaron a llegar al poder” -confirma José Luis Balbás, fuera del PSOE tras el escándalo de la Asamblea de Madrid en la fallida elección de Simancas-, “porque no quiere rodearse de la gente a la que le deba algo”.

El caso de Miguel Sebastián, el candidato a la alcaldía de Madrid cuyo nombre ocultó Rodríguez Zapatero a los propios socialistas hasta el último momento, que ni siquiera es socialista y al que impuso contra la opinión de los militantes madrileños, es sólo un caso extremo del centralismo despótico que rige hoy en el PSOE. “En Madrid ha habido primarias”, defiende Miguel Ángel Sacaluga, consejero socialista de RTVE.

¿Primarias con un candidato único, al estilo soviético? “Bueno, otra cosa es que se presenten o no se presenten candidatos”, opina Sacaluga.

Un caso muy significativo es el del Partido Socialista de Euskadi, que ha pasado de tener una ejecutiva cercana a la base y firmemente vinculada al resto de partidos constitucionalistas a quedar copada por los elementos más proclives a las tesis nacionalistas, como Jesús Egiguren, respondiendo a la necesidad del Gobierno Zapatero de avanzar en el acercamiento a los aberzales dentro de su proceso de negociación con ETA.

“En absoluto hay democracia interna”, confirma Gotzone Mora, concejala socialista de Getxo. “Los que hay en el poder en el País Vasco ahora son los fontaneros del partido en las cloacas”.

LOS EX PRESIDENTES SUSPENDEN A ZP

No se libra ni de las críticas del ex presidente socialista Felipe González. La política de José Luis Rodríguez Zapatero ha suscitado la animadversión de todos sus predecesores en La Moncloa.

La negociación abierta con la banda terrorista ETA ha sido una de las políticas más duramente criticadas por el que fuera el primer presidente socialista tras la Transición. González ha reprochado al actual Gobierno haber “trabajado sólo con una hipótesis, cosa que no se puede hacer cuando se habla de ETA”.

Para el ex presidente, “sólo se podrá hablar con ETA para ver cómo deja las armas”. Pero éste no ha sido el único dardo envenenado de González, quien también ha puesto peros a la actual política exterior. El histórico socialista no cree en “los buenones haciendo política internacional” y considera que “la política exterior tiene que ser también de seguridad” porque el que “no inspira respeto no hace política exterior”. Ahí queda eso.

Y más perlas para Zapatero. Leopoldo Calvo-Sotelo ha reconocido su “preocupación” ante la situación que vive España.

José María Aznar tampoco podía faltar en la ronda de reproches a Zapatero. El anterior presidente ha denunciado la política de “entreguismo y sumisión” a ETA del Gobierno, al que acusa de “desleal”.

2 comentarios

berceo -

Los socilaistas de bien que metan al PSOE en el siglo XXI: que se olviden de izquierdas y de derechas y que creen el Partido Socialdemócrata Español.
Por el bien de nuestra democracia que gobiernen pensando en la próxima generación no en los próximos cuatro años

Ramon -

"Las verdades del barquero".
Fernando Múgica, ha dicho:

"Mi partido ha arrinconado a las víctimas y ha olvidado su pasado por deseo de poder".

Es el afán desmedido de poder, combinado con una soberbia no menor, lo que está conduciendo al Sr. Rodríguez Zapatero a desencadenar una tormenta política cuyas consecuencias tienen ribetes muy graves.

De momento, lo que le mantiene es la expectativa del PSOE de proseguir en el Gobierno, después de las elecciones. El PSOE, lo sepultará, caso de perder las próximas elecciones.

Por ello, la huida hacia adelante en el "dialogo" con ETA, y la imposibildad de dar marcha atrás.