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Memoria histórica. PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA.

Memoria histórica. PERSECUCIÓN RELIGIOSA EN LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA.

"ESPAÑA HA DEJADO DE SER CATOLICA"

(Palabras pronunciadas por D. Manuel Azaña en el año 1931)


La Constitución de la República, instaurada en España el 14 de abril de 1931, establecía el principio de libertad de conciencia en su artículo 27, garantizando el derecho de profesar y practicar libremente cualquier religión; pero el Gobierno republicano, lejos de prestar aquella garantía, permite que las turbas, instigadas por poderes ocultos, celebren el cambio de régimen con agresiones a la religión católica, traducidas en asaltos a conventos, cuyos hechos comenzaron a realizarse el mes de mayo de 1931, siendo los primeros que sufren las consecuencias de estos ataques el Convento de las Maravillas, el de las Mercedes, el de los Padres Carmelitas de la Plaza de España, el de los Sagrados Corazones de la calle del Tutor, todos ellos de Madrid, y otros muchos de provincias.


El Gobierno de la República, en enero de 1932, acogiéndose a la Regla 1ª del artículo 26 de la Constitución, que autorizaba la disolución de las Ordenes Religiosas que por sus actividades constituyeran un peligro para la seguridad del Estado, disuelve la Compañía de Jesús y se incauta de sus bienes; la Casa Profesa de Isabel la Católica, la Iglesia de la calle de la Flor, el Colegio de Areneros y otros varios templos y edificios de la Compañía de Jesús habían sido con anterioridad arruinados por los incendios o asaltados por las turbas.


Celebradas las elecciones del 16 de febrero de 1936 y triunfante el Frente Popular, continúa la labor destructora, y en marzo siguiente es incendiada la Parroquia del Salvador (documento número 1); en mayo es colocada una bomba por elementos desconocidos en la Parroquia de San Miguel, y al estallar el artefacto ocasiona serios daños. El día 13 del mismo mes perecen bajo la acción de las llamas la Iglesia de San Luis (a poca distancia del despacho oficial del Ministro de la Gobernación), de la cual apenas pudieron salvarse algunos vasos sagrados (documentos números 2 y 3) y la Iglesia de San Ignacio; y el 19 de junio del mismo año, después de saqueada la Parroquia de San Andrés, la rociaron con gasolina, prendiéndola fuego (documento número 4). Estos hechos se realizan en presencia de los Agentes de la Autoridad, que observan actitud de espectadores, sin hacer nada por impedir la realización de tales delitos; registrándose, al mismo tiempo que en Madrid, numerosos desmanes análogos en diversas provincias, donde fueron incendiadas más de trescientas iglesias, cuyos hechos fueron todos ellos denunciados por el Diputado Sr. CALVO SOTELO en el Parlamento, poco tiempo antes de ser asesinado (documento núm. 5).


A partir del 18 de julio de 1936 es cuando la "persecución religiosa" adquiere su máxima intensidad, pues los grupos marxistas, bien armados se lanzan contra los templos y monasterios dispuestos a exterminar a sacerdotes y religiosos, siendo los aspectos principales de aquella persecución los siguientes:


A) Asaltos a iglesias y conventos.


En los primeros días que siguieron al 18 de julio de 1936, son invadidos por las turbas rojas todos los templos y conventos, tanto en Madrid como en su provincia y resto de la zona marxista, consistiendo por regla general el procedimiento de invasión en el acordonamiento de los edificios y calles adyacentes a los mismos, por nutridos grupos de forajidos que penetran en los recintos sagrados, haciendo fuego con sus armas, sacando detenidos a los sacerdotes, religiosos o religiosas que encuentran. En otros casos, como justificación de sus desmanes, las milicias simulan haber sido agredidas por los religiosos; tal ocurrió en el Convento de Padres Agustinos de la calle de Valverde, que fue atacado a tiros después de haber sido arrojadas desde la calle al interior del edificio cápsulas, disparadas, de fusil, siendo acusados los moradores de hacer fuego sobre las milicias, que penetraron violentamente en el convento, llevándose detenidos a todos los Padres Agustinos que allí había.


B) Detenciones y asesinatos.


La consigna marxista de detener y asesinar a los Ministros de la religión católica fue cumplida con tal precisión, que en la primera semana siguiente al 18 de julio caen por Dios y por España multitud de religiosos y todos los sacerdotes que a la sazón regentaban parroquias o ejercían su ministerio y que no pudieron ocultarse; bastando la mera sospecha de tratarse de un sacerdote para llevar a efecto el crimen, como en el caso del seglar D. Anselmo Pascual López, que fue hallado muerto en la carretera de El Pardo, con varias heridas causadas por arma de fuego y un letrero sobre el cadáver que decía: "Muerto por ser cura", siendo así que se trataba de un señor de profesión comerciante, de estado casado con doña Isidora Morón Machín, quien denunció este hecho a las Autoridades Nacionales después de la liberación de Madrid, añadiendo que su citado esposo era portador de unas dos mil cien pesetas, que le fueron robadas. Sucumben desde las altas personalidades eclesiásticas hasta los más humildes sacerdotes:


1.- Obispos.


El Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo de Jaén, D. Manuel Basulto Jiménez, fue traído de aquella ciudad para ser asesinado en el lugar conocido con el nombre de «Pozo del Tío Raimundo», próximo al Cerro de Santa Catalina, del término de Vallecas (Madrid), en unión de su hermana y del Deán y Vicario General de aquella Diócesis, D. Félix Pérez Portela. Las expresadas víctimas, juntamente con unos doscientos detenidos de aquella provincia, bajo pretexto de ser trasladados a la Prisión de Alcalá de Henares, fueron conducidas a un tren especial que sobre las once de la noche del día 11 de Agosto de 1936 salió de Jaén custodiado por fuerza armada, siendo en el trayecto constantemente vejados por las turbas que esperaban en las estaciones de paso y que los insultaban y apedreaban, llegando el convoy a Villaverde (Madrid), donde fue detenido por los marxistas, que con gran insistencia pedían les fueran entregados los presos para asesinarlos. El Jefe de la fuerza que venía custodiando a los detenidos habló entonces por teléfono con el Ministro de la Gobernación rojo, y el resultado de la conferencia fue retirar las fuerzas mencionadas, dejando en poder de la chusma a los ocupantes del tren, que fue desviado de su trayectoria a Madrid y llevado a una vía o ramal de circunvalación hasta las inmediaciones del lugar ya mencionado del «Pozo del Tío Raimundo». Rápidamente empezaron los criminales a hacer bajar del tren tandas de presos, que eran colocados junto a un terraplén y frente a tres ametralladoras, siendo asesinados el Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo y el Vicario General D. Félix Pérez Portela. La hermana del Sr. Obispo, que era la única persona del sexo femenino de la expedición, llamada doña Teresa Basulto Jiménez, fue asesinada individualmente por una miliciana que se brindó a realizarlo, llamada Josefa Coso (a) «La Pecosa», que disparó su pistola sobre la mencionada señora, ocasionándola la muerte; continuando la matanza a mansalva del resto de los detenidos, siendo presenciado este espectáculo por unas dos mil personas, que hacían ostensible su alegría con enorme vocerío. Estos asesinatos, que comenzaron en las primeras horas de la mañana del 12 de agosto de 1936, fueron seguidos del despojo de los cadáveres de las víctimas, efectuado por la multitud y por las milicias, que se apoderaron de cuantos objetos tuvieran algún valor, cometiendo actos de profanación y escarnio y llevando parte del producto de la rapiña al local del Comité de Sangre de Vallecas, cuyos dirigentes fueron, con otros, los máximos responsables del crimen relatado.


El Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo de Lérida, Reverendo Padre Silvio Huix Miralpeix, nació en Vellors (Gerona) en 1877, y en 1927 fue  nombrado Obispo de Ibiza, donde fundó diversas obras piadosas y benéficas y creó un colegio para niñas, siendo nombrado Obispo de Lérida en 1935. A los pocos días de haber comenzado el Movimiento, el Prelado se presentó voluntariamente a un puesto de la Guardia Civil, con el fin de obtener el amparo de las fuerzas de este Instituto y ser conducido a la cárcel, como medio de evitar su seguro asesinato, dada su condición sacerdotal, y movido también por el deseo de evitar riesgos a las familias que hasta entonces le habían escondido. Trasladado a la cárcel, el día 5 de agosto de 1936, se presentó en la misma el Sargento de Asalto Venancio Crespo, a la cabeza de un grupo de milicianos y guardias, siendo portador de una orden de la Comisaría de Orden Público o del Comité de Salud Pública, para la conducción a Barcelona del Obispo de Lérida y de veintiún presos más; al llegar a las proximidades del cementerio paró el camión, siendo fusilados los detenidos por un piquete de milicianos que, al parecer, aguardaban en aquel lugar; como los demás Palacios Episcopales de España, el de Lérida había sido asaltado y saqueado desde el primer momento por los milicianos y turbas de extremistas.


El Excmo. Sr. D. Miguel Serra Sucarrats, que contaba al morir sesenta y nueve años de edad, había nacido en Olot (Gerona), habiéndose posesionado de la Diócesis de Segorbe el día 25 de junio de 1936. El día 22 de julio del mismo año, triunfante en la ciudad la subversión roja, el prelado se vio obligado a abandonar el Palacio Episcopal con su hermano y mayordomo el Canónigo D. Carlos y sus dos hermanas doña María y doña Dolores, para refugiarse en una casa particular de una familia piadosa, donde por elementos desconocidos fueron detenidos el 27 del mismo mes el Obispo y su hermano y conducidos a la cárcel; ese mismo día los milicianos y las turbas asaltaron el Palacio Episcopal y profanaron la Catedral y demás templos de Segorbe, así como algunas tumbas, robando objetos del culto e incendiando archivos. El Obispo y su hermano conservaron sus ropas talares en la cárcel, de cuya custodia se encargaron las milicias de la llamada «Guardia Roja», de Segorbe, a las órdenes del Comité revolucionario. A las tres de la madrugada del 9 de agosto de 1936, por la patrulla del partido de Izquierda Republicana, intitulada «La Desesperada», fueron sacados de la cárcel el Obispo y su hermano, así como el Ilmo. Sr. Vicario General D. Marcelino Blasco Palomar y los religiosos Fray Vicente Sauch, de la Orden Carmelita, y Fray José María Juan Balaguer y Fray Domingo García Ferrando, franciscanos, y asesinados todos ellos en la carretera de Algar, a siete kilómetros del pueblo de Vall de Uxó; al ser identificado el cadáver del Obispo, conservaba sus hábitos talares y llevaba al pecho sus medallas y relicarios.


El Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo de Teruel, Fray Anselmo Polanco y Fontecha, permaneció en la capital asediada por los rojos, en la que no quiso interrumpir su sagrado ministerio, no obstante las advertencias del peligro que corría; fue hecho prisionero al caer la ciudad en poder de las milicias marxistas en enero de 1938, ingresando en el Penal de San Miguel de los Reyes, de Valencia, de donde fue trasladado a Barcelona el 17 de enero del mismo año 1938. El 16 de enero de 1939, ante el avance de las tropas nacionales, fue trasladado varias veces de prisión dentro de Cataluña, en marchas penosísimas a pie, hasta que en la mañana del 7 de febrero de 1939 fue sacado de la prisión de Pont de Molíns por treinta milicianos que, al mando de un Teniente y un Comisario político, se hicieron cargo de los prisioneros de Teruel y, entre ellos, del Prelado, y después de desvalijarles y maniatarles, los sacaron de la prisión atados de dos en dos. Al Sr. Obispo lo sacaron atado con otro preso, y conducidos los detenidos al barranco llamado Can Tretze, a unos mil doscientos metros de Pont de Molíns, fueron todos ellos asesinados, rociando los milicianos los cadáveres con gasolina, a la que prendieron fuego, y abandonándolos insepultos hasta que, ocho días después, fueron descubiertos e inhumados por las victoriosas tropas nacionales. Fray Anselmo Polanco, que contaba al morir cincuenta y seis años, había realizado una campaña misional muy activa en Filipinas y había verificado varios viajes a América del Norte y a América del Sur, posesionándose de la Diócesis de Teruel y de la Administración apostólica de la de Albarracín el 8 de octubre de 1935.


El Ilmo. Sr. Obispo titular de Urea en Epiro y administrador apostólico de la Diócesis de Barbastro, D. Florencio Asensio Barroso, fue detenido por los milicianos rojos de Barbastro el 19 de julio de 1936, y después de prestar declaración los días 4 y 8 de agosto en el Ayuntamiento y ante el Comité rojo, fue trasladado a la cárcel y extraído de la misma al día siguiente para ser fusilado en la carretera de Sariñena; trasladado su cuerpo al cementerio y arrojado sobre una fosa en unión de un montón de cadáveres, se descubrió que todavía vivía, por lo que fue rematado de un tiro; de rumor público, que aún no ha podido ser comprobado judicialmente, se sabe que fue sometido, antes de su muerte, a terribles mutilaciones. El Dr. D. Florencio Asenjo Barroso, que contaba al morir sesenta años de edad, había sido Confesor del Seminario de Valladolid y Director espiritual del Sindicato de Obreras Católicas, habiendo tomado posesión de la Diócesis de Barbastro en abril de 1936.


El Obispo auxiliar de la Archidiócesis de Tarragona, ilustrísimo Sr. Dr. D. Manuel Borrás Ferrer, fue detenido en el Monasterio de Poblet, donde se ocultó para librarse de la furia roja, por el Comité de Guerra de Vimbodí, el 24 de julio de 1936, siendo trasladado a la Cárcel de Montblanch, de donde fue sacado por el mismo Comité en una camioneta y llevado al lugar conocido por «Cap Magre», donde fue asesinado el 12 de agosto de 1936. Una vecina del barrio de Lilla vió el cadáver del Sr. Obispo en el cementerio de dicho pueblo, desnudo, con señales de haber sido quemado y faltándole el antebrazo izquierdo, apareciendo el cadáver completamente magullado.


El Obispo de Barcelona, Dr. Manuel Irurita Almandoz, que había huido del Palacio Episcopal en el momento de ser éste asaltado por las turbas extremistas, halló refugio en el domicilio de D. Antonio Tort Rexach, que vivía en Call, núm. 17, principal. El día 1.° de diciembre de 1936, doce milicianos de la patrulla de control de la Sección 11, que radicaba en la calle de Pedro IV, número 166, allanó violentamente la casa de D. Antonio Tort, deteniendo a sus ocupantes, entre los que se encontraba el Sr. Obispo, cuya personalidad no fue descubierta de momento, ya que el motivo inicial del registro y de las detenciones fue una lista que poseía la patrulla de control referida, en la que figuraba D. Antonio Tort entre los peregrinos que habían acudido en determinada ocasión al Monasterio de Montserrat. Una vez interrogados los detenidos, fueron llevados a la «checa» de San Elías, donde permanecieron hasta el día 3 de diciembre, en que fueron sacarlos por la noche y fusilados el Obispo Dr. Irurita, D. Antonio Tort Rexach y un hermano del anterior, llamado D. Francisco Tort Rexach, así como el familiar del Obispo, Rvdo. Dr. Marcos Goñi. La casa que había dado cobijo al Obispo de Barcelona fue totalmente saqueada por la patrulla de control que la invadió.


El Excmo. Sr. D. Manuel Irurita Almandoz era natural de Larrainza (Navarra), y tenía sesenta años de edad en la fecha del asesinato; había sido consagrado Obispo de Lérida en 25 de marzo de 1927 y se posesionó de la sede de Barcelona el 8 de mayo de 1930; sus restos descansan en la actualidad en el cementerio del pueblo de Moncada (Barcelona).


El Excmo. Sr. Obispo de Cuenca, D. Cruz Laplana Laguna, de sesenta años, fue asesinado el 8 de agosto de 1936 en el kilómetro 5 de la carretera de Cuenca a Alcázar de San Juan, por unos pistoleros al servicio del Frente Popular, siendo inhumado su cadáver en el cementerio municipal y trasladado después de la liberación a la Santa Iglesia Catedral de Cuenca. El Obispo se encontraba preso en el Seminario Conciliar, y en su unión fue sacado, para ser asesinado también, su Capellán D. Fernando Español Berdíe, que se ofreció voluntariamente a la muerte para no abandonar a su Prelado, habiéndose confesado mutuamente ambos sacerdotes a presencia de sus asesinos, a los que otorgaron su perdón.


En la ciudad de Sigüenza (Guadalajara) fue igualmente asesinado el Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo de la Diócesis, D. Eustaquio Nieto Martín, a los sesenta y dos años de edad. El 25 de julio de 1936 se le formó una especie de juicio ante las turbas, en el sitio conocido por el nombre de «Puerta de Guadalajara», siendo llevado seguidamente a su Palacio, donde al día siguiente, y sobre las cuatro y media de la madrugada, fue sorprendido por los marxistas, que asaltaron el Seminario e irrumpieron en la alcoba del Dr. Nieto, que fue vejado e insultado. Los criminales incendiaron una de las habitaciones, culpando al señor Obispo como autor del incendio, llegándose a obtener fotografías del siniestro, que fueron publicadas en la Prensa comunista. El día 27 del mismo mes de julio las milicias rojas sacaron al Sr. Obispo, al que condujeron en un automóvil a un lugar situado entre los pueblos de Estriégana y Alcolea del Pinar, de la provincia de Guadalajara, donde fue asesinado por disparo de arma de fuego y después rociado su cadáver con gasolina, a la que prendieron fuego.


Los Excmos. e Ilmos. Sres. Obispos de Almería y Guadix, D. Diego Ventaja Milán y D. Manuel Medina Olmos, el 25 de agosto de 1936 son llevados, procedentes de la Cárcel de las Adoratrices, juntamente con cien presos más, al buque-prisión Astoy-Mendi, anclado en el puerto, siendo introducidos en la carbonera del barco, donde los dos días que permanecen en tal situación son objeto especialísimo de escarnio y burla por parte de los milicianos rojos de la guardia, que les obligaban a realizar los actos más serviles, como barrer la bodega, baldear la cubierta y acarrear cestas de comida, en medio de los mayores insultos. El día 28 se les comunica que van a ser trasladados al Convento de las Adoratrices nuevamente, en unión de los sacerdotes y religiosos que en el Astoy-Mendi se encuentran cautivos, a cuyo fin se hace una lista donde se apuntan los nombres de los presos de condición religiosa, ordenándoseles subir a cubierta con el fin de trasladarlos a un camión que se halla en el puerto y en el que, al no caber todos, obligan a subir a los dos Sres. Obispos, varios sacerdotes y algún seglar, siendo en total dieciocho el número de presos que quedan instalados en el camión; éste emprende la marcha, escoltado por milicias rojas, por la carretera de Málaga y, después de recorrer catorce kilómetros, al llegar a la «Cañada del Chisme» se detiene la expedición, siendo conducidos los presos a un barranco próximo, donde son asesinados a tiros. Uno de los Sres. Obispos perdona previamente a los criminales y les otorga su bendición. Los cuerpos permanecen insepultos y los rojos de las cortijadas próximas van en grandes grupos al barranco a profanar los cadáveres, que son rociados con gasolina, a la que se prende fuego.


De estos dos Prelados, el Dr. D. Diego Ventaja Milán había nacido en el pueblo de Ohades, de la provincia de Almería, en 1882, habiendo hecho en Granada sus estudios eclesiásticos, ampliados en el Colegio Español y en la Universidad Gregoriana de Roma, desempeñando después el cargo de Prefecto de dicho Colegio Español de Roma. A su regreso a España, desempeñó el cargo de Rector del Seminario de Granada y —como uno de los colaboradores más íntimos del insigne pedagogo Padre Andrés Manjón, durante veinte años— fue Vicedirector de las meritísimas Escuelas del Ave María de la ciudad de Granada; el 16 de julio de 1935 tomó posesión de la Diócesis de Almería, y durante el poco tiempo que permaneció al frente de la misma, se distinguió por sus dotes de ecuanimidad y prudencia, explicando el Evangelio todos los domingos en la Santa Iglesia Catedral, en la que también explicaba lecciones de Catecismo, distinguiéndose tanto en una como en otra predicación por su gran sencillez, sólida doctrina y Unción evangélica.


El Excmo. y Rvdmo. Sr. D. Juan Medina Olmos nació en Lanteira, Diócesis de Guadix, el 9 de agosto de 1869. Era Doctor en Sagrada Teología y Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras, estudios estos últimos que había cursado en la Universidad de Granada. Siendo Canónigo del Sacro-Monte y con ocasión del Congreso Internacional celebrado en Granada en torno a la figura del Padre Suárez, publicó un trabajo titulado «La obra jurídica de Suárez». Durante su pontificado escribió diversas cartas pastorales, en momentos muy difíciles de la vida social española, y en marzo de 1936 encabezó con una crecida cantidad una suscripción en favor de los obreros, en ocasión en que ni él ni su Clero percibían remuneración alguna, suprimida por el Gobierno republicano.


Tanto el Obispo de Almería como el de Guadix se negaron, no obstante las prudentes advertencias que les fueron hechas durante el período prerrevolucionario, a abandonar sus respectivas Diócesis, y después de su detención, durante la cual fueron obligados a soportar los más soeces escarnios, insultos y blasfemias, se negaron igualmente a abandonar sus vestiduras talares, habiendo sido despojados los Prelados del pectoral y del anillo pastoral, que se apropiaron los que les detuvieron. Por conducto del Gobierno civil rojo de Almería se había publicado una nota en la Prensa, en la que se decía que los Obispos de Guadix y Almería se encontraban en el Convento de las Adoratrices, no en calidad de presos, sino de huéspedes.


 El Excmo. e Ilmo. Sr. Obispo de Ciudad Real, Prior de las Ordenes Militares, D. Narciso de Esténaga y Echevarría, había nacido en Logroño el 29 de Octubre de 1882, de familia de posición social modesta. Trabajador infatigable, había escrito una notabilísima monografía sobre el Cardenal Aragón y cuando le sorprendió la muerte estaba escribiendo la historia de la Catedral de Toledo, con un material de más de 12.000 fichas, siendo un modelo de erudición y de humanismo su oración fúnebre con motivo del tricentenario de la muerte de Lope de Vega. Tanto por su sabiduría, como por su cultura y su extraordinaria elocuencia, así como por su bondad y su espíritu caritativo y cristiano, fue un verdadero apóstol, destacando notablemente su figura dentro del Episcopado español, habiéndose hecho querer por todos sus diocesanos. Puede afirmarse, por tanto, que su asesinato se debió sólo a su condición de Obispo, pues contra él no podía haber nadie que sintiese agravio alguno. Iniciado el Movimiento, el Dr. Esténaga se trasladó al domicilio de uno de sus feligreses; en la mañana del 22 de agosto de 1936 pararon a la puerta de dicha casa dos automóviles ocupados por milicianos, que reclamaron al Obispo en forma violenta, y como tardara en ser abierta la puerta, arreciaron sus golpes y amenazas, diciendo la volarían con dinamita, ante cuya situación el Sr. Obispo decidió salir y entregarse, diciendo : «Sea lo que Dios quiera», y otorgando su bendición a cuantos allí se encontraban. Acompañaba al Prelado su Capellán, D. Julio Melgar Salgado, quien, a pesar de que los milicianos le dijeron que con él no iba nada, no quiso separarse del Obispo y subió también al coche, habiendo sido asesinados uno y otro en el lugar denominado «Peralvillo Bajo», a unos ocho kilómetros de Ciudad Real; habiendo aparecido con dos tiros en la nuca el cadáver del Obispo que, después de la liberación de España, fue exhumado y trasladado a la Santa Iglesia Catedral de Ciudad Real.


En la misma provincia de Ciudad Real fueron asesinados, además del Obispo y su Capellán, ciento ochenta y ocho sacerdotes, seculares y regulares, novicios y colegiales, cuyos nombres constan, incumbiendo la responsabilidad por estos desmanes al Gobernador civil rojo de la provincia de Ciudad Real y al Comité de Defensa frentepopulista que se constituyó en la misma


A los nombres de los doce Prelados relacionados anteriormente, hay que agregar el del Dr. D. Juan de Dios Ponce, que ejercía funciones episcopales en la Diócesis de Orihuela, como Administrador apostólico de la misma.


2.- Otros asesinatos.


De la Comunidad de Padres Agustinos han sido asesinados por las milicias rojas, sólo en Madrid, noventa religiosos, de los cuales  doce pertenecían a la Residencia de la calle de Valverde, número 25; cincuenta y tres, a la del histórico Real Monasterio de El Escorial; doce, 41 Colegio Seminario de Leganés; cinco, a la Residencia de la calle de la Princesa, número 23; tres, a la de Columela, número 12, y seis, a de la calle de Montalvo, número 28.


En un registro practicado el día 22 de julio de 1936 por las milicias marxistas en el Colegio de Padres Agustinos de la calle de  Bola, número 6, de esta capital, donde destrozaron algunas imágenes, como no encontrasen armas, el que capitaneaba el grupo marxista habló por el teléfono del Colegio con Margarita Nelken, Diputado comunista, la que ordenó que fueran conducidos los seis religiosos Agustinos que a la sazón había a la cárcel; ya en la prisión de Ventas, el Padre Agustín Seco fue extraído de la misma algún tiempo después y asesinado.


Entre las víctimas anteriormente citadas, se encuentran el Padre Julián Zarco, Bibliotecario de El Escorial y Académico de la Historia; Padre Melchor M. Antúnez, Profesor de la Central, de Arabe y miembro de la Escuela Arabe de Madrid; Padre Pedro Martínez Vélez, del que en unas declaraciones hechas por el Cardenal Lauri y publicadas en el periódico A B C, se decía que consideraba al Padre Martínez Vélez como uno de los españoles más importantes que habían pasado por la América española; Padre Avelino Rodríguez, Provincial de la Orden, Abogado, Profesor de la Universidad libre de El Escorial, que momentos antes de ser asesinado perdonó a los criminales; absolviendo a cada uno de sus compañeros de martirio; Padre Sabino Rodríguez, Doctor en Ciencias Naturales, investigador muy docto en Biología; Padre Mariano Revilla Rico, Asistente General, autor de valiosas obras sobre S. S. Escrituras.


Los cincuenta y tres Padres Agustinos, pertenecientes a la comunidad del Real Monasterio de El Escorial, fueron trasladados a la Cárcel de San Antón, de Madrid, y juzgados en dicho prisión por unos tribunales compuestos por chequistas, entre los que figuraban también mujeres; se preguntaba a los religiosos si estaban dispuestos a coger las armas para defender al Gobierno rojo y si condenaban la actitud de los Obispos y del Clero de la zona nacional, y al contestar negativamente a ambas preguntas los religiosos, se les hacía retirar, no sin antes pronunciar el que presidía el tribunal la palabra Libertad, que era, en definitiva la contraseña para indicar la pena de muerte. A los últimos religiosos que fueron juzgados, tan sólo se les pedía el nombre y apellido.


El Padre Dominico José Gafo Muñiz, ante el asalto del convento de la calle de Claudio Coello, que fue convertido en «checa», hubo de refugiarse en una casa particular de la calle del Príncipe de Vergara, donde fue detenido por los milicianos en la primera quincena del mes de agosto de 1936, siendo trasladado a la Cárcel Modelo, en la que permaneció hasta el día 3 de octubre del mismo año, en que fue decretada su "libertad"; cuando se disponía a salir de la celda, sus compañeros de cautiverio le recomendaron que no saliese, pues trataban de matarle, y, efectivamente, al salir en la mañana del día 4 de octubre, y encontrándose ya en la calle, fue muerto por una descarga cerrada que le hicieron los milicianos rojos apostados en las proximidades, siendo su cadáver recogido e identificado, practicándose su inhumación en el Cementerio del Este (Documento número 6). El Padre Gafo era conocidísimo por su relevante personalidad intelectual, como escritor y gran predicador.


Asimismo el Padre Luis Furones Arenas, durante el asalto al Convento de Dominicos de Atocha, al que pertenecía, fue agredido a tiros por las turbas rojas, cayendo en plena calle herido, donde permaneció unas seis horas, hasta que murió, sin que le fueran prestados los auxilios que reclamó insistentemente. El total de víctimas entre los Religiosos Dominicos de Madrid es de veinticinco, figurando entre ellos Profesores de Colegios y de Universidades y Misioneros como el Padre José María Carrillo, que hacía pocos meses había llegado de China.


Los Hermanos de San Juan de Dios son también víctimas de la persecución marxista, y así en el Hospital-Asilo de San José, de Carabanchel Alto (Madrid), regentado y servido por estos humildes Hermanos (dedicados a la meritoria obra de practicar la caridad cuidando enfermos y desvalidos), sobre los doce de la manaña del día 1.° de septiembre de 1936, penetraron fuerzas de Asalto y milicias rojas que, interrumpiendo a los Hermanos en su tarea de servir la comida a los enfermos, procedieron a detener a doce de aquéllos, que fueron subidos en un camión, que rápidamente emprendió la marcha seguido de tres coches juntos camino de Boadilla del Monte, partido judicial de Navalcarnero (Madrid), llegando a la finca denominada «Monte de Boadilla», donde tras un declive del terreno y junto a un arroyo, en el lugar conocido con el nombre de «Puente de Piedra», bajaron a los religiosos, que fueron alineados al borde de una gran fosa abierta al efecto y muertos a tiros de fusil. (Documento número 7). Los cadáveres, que han sido exhumados y perfectamente identificados, corresponden a los que en vida se llamaron Cecilio López López, en el siglo Enrique; Eutimio Aramendia García, en el siglo Nicolás; Cesáreo Niño Pérez, en el siglo Mariano; Cristiniano Roca Huguet, en el siglo Miguel; Dositeo Rubio Alonso, en el siglo Guillermo; Rufino las Heras Aizborbe, en el siglo Crescencio; Benjamín Cobos Celada, en el siglo Alejandro; Carmelo Gil Arana, en el siglo Isidoro; Proceso Ruiz Cascales, en el siglo Joaquín; Canuto Franco Gómez, en el siglo José; Faustino Villanueva Igual, en el siglo Antonio, y Cosme Brun Arará, en el siglo Simón.


En el Asilo de San José mencionado, cuya incautación efectuaron los rojos, cometieron éstos un inaudito atropello contra los más elementales principios de humanidad, en contraste con la caridad practicada por los Hermanos de San Juan de Dios: En los primeros días de noviembre de 1936, ante el avance de las Fuerzas nacionales, próximas a entrar en Carabanchel, abandonaron las milicias rojas el edificio del Asilo; pero antes resolvieron asesinar a los enfermos epilépticos asilados, y cuando trataban éstos de esconderse en los refugios, los milicianos dispararon sobre ellos, resultando muertos trece de estos enfermos, cuyos cadáveres quedaron tendidos en las aceras y paseos del establecimiento, siendo los nombres de las víctimas los siguientes: Adolfo Matíes Valero, Gregorio López Hernández, Angel Carretero Gutiérrez, Teófilo Torres de la Fuente, Luis Cabrero Fernández, Bernardino Rodríguez Rodríguez, Vicente Galdón Jiménez, Félix Castro Mayoral, Alejandro Moreno Alcobendas, Gaspar Martín Riquelme. Florentino Prieto Anievas, Manuel Pedraza García y Canuto Domínguez Alonso.


También en Valencia cayeron víctimas de la persecución frentepopulista los religiosos que desempeñaban su caritativa misión en el Asilo-Hospital de San Juan de Dios. Los nombres de los doce mártires —cuyas fotografías, obtenidas después de su muerte, obran en el correspondiente anexo, con los números 8 a 19—, son los siguientes: Hermanos José Miguel Peñarroya Dolz, Leandro Aloy Domenech, Feliciano Martínez Granero, empleado D. Julio Fernández Fuentes (Documentos números 20 y 21). En la misma Estación de Atocha, y también el capellán D. Luis Vilá Plá, Hermanos Publio Fernández González, Avelino Martínez Aranzada, Cristóbal Barrios, Juan José Orayen Aizcorta, Cruz Ibáñez López, Leopoldo de Francisco y empleado Cándido Garacochea.


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Sor Gertrudis Lamazares, Religiosa de la Comunidad Terciarias Franciscanas de la Divina Pastora, del convento de la calle de Santa Engracia, número 132, de Madrid, fué apresada en la portería de la casa número 7 de la calle de Diego de León, donde estaba escondida, siendo conducida por los milicianos, en unión de una señora y de un sacerdote, ambos desconocidos, en un automóvil hasta un pinar de la carretera de Hortaleza, en cuyo lugar, después de ser bárbaramente maltratados, fueron atados los tres al vehículo, que, emprendiendo la marcha, los arrastró hasta el pueblo de Hortaleza, al que llegaron ya muertos y completamente destrozados, siendo pisoteados y profanados los cadáveres por el vecindario rojo. El Coadjutor de la parroquia de San Juan Bautista, de Canillas (Ciudad Lineal), D. Julio Calle Cuadrado, fue introducido en un saco y, una vez atado éste, le pincharon con horcas y cuchillos hasta producir la muerte al referido sacerdote, siendo los criminales elementos pertenecientes a las «checas» del barrio de Ventas. La Religiosa Sor Carmen Valera Halcón del Convento de Nuestra Señora del Amparo, de la calle de las Huertas, número 16, de Madrid, fue asesinada al no acceder a las sacrílegas proposiciones de vida marital hechas por uno de los milicianos que habían asaltado el convento.


Abandonados por los sacerdotes y religiosos de todo orden sus hábitos y vestiduras talares para disimular su personalidad, las milicias rojas extreman su celo, con el fin de descubrir a las personas  de aspecto eclesiástico para detenerlas y asesinarlas; así, por ejemplo, las Religiosas Adoratrices Sor Felisa González y Sor Petronila Hornedo, que se vieron obligadas a abandonar su convento de Guadalajara y marchar disfrazadas a Madrid; a su llegada a la estación Atocha, el 13 de agosto de 1936, fueron detenidas en la «checa» de dicha Estación, en unión de D. José Luis Hornedo Huidobro, hermano de Sor Petronila, y asesinados seguidamente, habiendo aparecido los cadáveres en un descampado de la calle de Méndez Alvaro, próximo a la Estación, el día 31 de agosto, siendo fotografiados los cadáveres de ambas religiosas en el Depósito Judicial el mencionado día 31 (Documentos 20 y 21). En la misma Estación de Atocha, y también en el mes de Agosto del mencionado año, las milicias de aquella «checa» derribaron a tiros, en uno de los andenes, a dos hombres señalados como religiosos, que trataban de subir a un tren; como una de las víctimas diese señales de vida, el médico de la Estación, D. Pedro de Retes, hizo conducir al herido al Servicio Sanitario, donde le prestó asistencia facultativa, teniendo que sobreponerse dicho médico, en unión de su compañero, el Dr. Eduardo Varela de Seijas, a la furia de los asesinos, que trataban de rematar al herido, el cual fue conducido por unos camilleros al Hospital General.


La barbarie roja no se recató en la comisión de sus crímenes al ejecutarlos en el mismo casco de la población de Madrid, siendo muerto a tiros en plena calle María de Molina un Hermano de la Compañía de Jesús, llamado José Montero, sobre cuyo cadáver se colocó un letrero que decía: “Soy Jesuita”, lo que motivó que grupos extremistas corrieran a verle y le escarnecieran, permaneciendo en la calle el cadáver durante varias horas.


Estos crímenes se repiten sin cesar en las distintas provincias sometidas al dominio rojo, y así, en Lérida –donde fueron condenados y ejecutados numerosos religiosos-, el Hermano Domingo María, llamado en el siglo Jesús Merino Albeniz, que llevaba cinco años enfermo del mal de Pott, que le retenía en la cama, cubierto de llagas, fue sacado del Hospital de la Cruz Roja de Balaguer, al que había sido trasladado, y conducido por los marxistas desde dicho Hospital, en el mismo colchón donde estaba acostado, al cementerio del pueblo, en cuyo lugar fue rociada la colchoneta con gasolina, a la que prendieron fuego, muriendo la víctima abrasada.


En Toledo, además de los numerosos sacerdotes y religiosos asesinados, fueron muertos también todos los canónigos de la Santa Iglesia Catedral que la milicias rojas pudieran hallar. Estos miembros  del Cabildo de la Iglesia Catedral de Toledo, que en número de doce fueron víctimas de la persecución frentepopulista, son los siguientes   


D. Inocente Arnaz Moreno, de cincuenta y cuatro años


D. Valentín Covisa Calleja, de sesenta y nueve años.


D. Vidal Díaz Cordobñes, de sesenta  y cuatro años.


D. Arturo Fernández Varquero, de cincuenta y cinco años.


D. Juan González Mateo, de cincuenta y dos años.


D. Ramiro Herrera Córdoba, de setenta y cuatro años.


D. Arturo Fernández Varquqero, de cincuenta y cinco años


D. Juan González Mateo de cincuenta y dos años


D. Ramiro Herrera Córdoba de setenta y cuatro años


D. Joaquín de Lamadrid Arespacochaga de setenta y seis años


D. Rafael Martínez Vega de cincuenta años


D. Idelfonso Montero Días de cincuenta y tres años


D. Calixto Paniagua Huecas


D. José Polo Benito de cincuenta y seis años; y


D. José Rodríguez García Moreno, de cincuenta años.


En el pueblo de Daimiel (Ciudad Real), el Sacerdote don Bernardino Atochero López fue obligado a cavar la fosa donde se le había de enterrar y, herido por un disparo, fue arrojado con vida al fondo de la sepultura, volviendo los milicianos a disparar sobre él sin producirle tampoco la muerte, arrojándole entonces una esportilla de cal; enterrado con la cabeza fuera de tierra, fue rematado a puntapiés.


En el convento de religiosos de La Merced, de Jaén, el 20 de Julio de 1936, fecha del asalto al mismo por las turbas rojas, es asesinada la mayor parte de la Comunidad dentro del recinto del convento, siendo arrojados los cadáveres de los Padres Santos Rodríguez, Laureano de Frutos, Jenaro Millán y del Hermano Eduardo Gómez, a un carro de basura que los paseó por las calles de Jaén.


No se limitó la persecución a los Ministros de la Religión, sino que con idéntico encono alcanzó a los seglares que por sus sentimientos católicos formaban parte de las Congregaciones o Agrupaciones piadosas de fieles, cuyos ficheros fueron a parar a las milicias y «checas», que los utilizaron para orientar la campaña de aniquilamiento emprendidas. Acción Católica de España, la Adoración Nocturna y otras entidades análogas, vieron asaltados y saqueados sus Centros y sus miembros fueron despiadadamente perseguidos. En Madrid, entre otros muchos casos, se encuentra el de la Asociación de la Virgen Milagrosa; cuyas listas de congregantes cayeron en poder del Círculo Socialista del Norte, que asesinó por ese solo motivo a cuantos de ellos pudo hallar, siendo las víctimas el tesorero de la Junta D. Agustín Fernández Vázquez, de profesión cartero; D. Felipe Basauri Altube, D. Martín Izquierdo Mayordomo, D. Eduardo Campos Vasallo, D. José Garví Calvente y otros.


C) Sacrilegios y profanaciones.


A partir del asalto de las turbas rojas de los conventos e iglesias, fue corriente en las calles de Madrid y en las demás poblaciones somtidas al poder marxista, el espectáculo de facinerosos armados revestidos con ornamentos sagrados, haciendo remedo de los actos litúrgicos, celebrándose simulacros de bodas católicas, como el que apareció en una fotografía publicada en el periódico Ahora, en su página sexta del número 1809 de II de octubre de 1936. (Documento número 22)


Se cometen los más atroces sacrilegios, debiéndose recordar, entre los realizados en Madrid, el de la Imagen del Niño Jesús, que fue vestido de miliciano, colocándole a la puerta de la Iglesia de San José, ostentando dos enormes pistolas. En el Convento de Religiosas del Culto Eucarístico, de la calle Blanca de Navarra, fueron pisoteadas las Formas por los asaltantes, y cuando ante el Comité de Sangre de El Pardo (Madrid) comparecía D. Cipriano Martínez Gil, Párroco de aquel pueblo, uno de los milicianos rojos empleaba un vaso sagrado para afeitarse, en el mismo local en que los dirigentes marxistas, en estado de embriaguez, juzgaban al sacerdote, que fue condenado a muerte y ejecutado.


En la iglesia del Carmen se celebraban parodias del Santo Sacrificio de la Misa y de funerales, desenterrando las momias del cementerio religioso que en dicha iglesia existía, profanándose en la forma que aparece en el anexo documental. (Documento número 23).


De la misma manera, en Barcelona, son expuestas al público las momias profanadas por los marxistas, que desenterraron las que existían en el Convento de las Salesas del Paseo de San Juan (Documento número 24). Es digno de mención el sacrilegio llevado a efecto en la iglesia de los Dominicos de Valencia, incautada por el Frente Popular, y donde se efecturaron representaciones teatrales como la publicada en el periódico rojo Ahora del 22 de septiembre de 1936 (Documento número 25).


En Alcázar de San Juan (Ciudad Real), las turbas rojas se apoderaron de las Sagradas Formas, que se comieron, haciendo simulacro de la Sagrada Comunión, entre burlas y blasfemias. Con la patrona de la capital, la Santísima Virgen del Prado, se cometió el sacrilegio de fingir casarla con un hombre, y terminada que fue la profanación, la arrojaron desde el lugar donde estaba situada a gran altura del altar al suelo del templo, donde terminaron de destrozarla.


El conocido escritor pornográfico, públicamente calificado de homosexual, Alvaro Retana, dirigió al Jefe del S. I. M. rojo, Angel Pedrero, una carta en la que decía textualmente: «Necesito una custodia grande, para incrustarla por un lado un reloj y por el otro un retrato de «La Chelito»; un cáliz para poner tres rosas con los tres colores de la bandera republicana; ...una imagen del Niño Jesús, para vestirlo de miliciano, con su fusil al hombro». Los objetos sagrados reclamados por Retana le fueron entregados por la Autoridad del Frente Popular y fueron hallados en el domicilio de dicho individuo, terminada ya la guerra civil, apareciendo las casullas, cálices y custodias, mezcladas, con propósito de escarnio, con pinturas y retratos inmorales.


D) Destrucciones y saqueos.


Todas las iglesias de la Diócesis de Madrid y su provincia fueron interiormente desmanteladas por el Frente Popular, habiendo desaparecido de ellas altares, retablos e imágenes, que fueron sustituídas por retratos de Stalin y cabecillas rojos españoles; sin embargo, de estas destrucciones se exceptúan las iglesias de San Francisco el Grande, la Encarnación y las Descalzas Reales, por la razón de que las tres eran propiedad del Estado, y las iglesias de las Calatravas, San José y San Luis Gonzaga, de las calles de Alcalá y Zorrilla, respectivamente, las que, salvo algún sacrilegio aislado, fueron respetadas por su céntrico emplazamiento y con el fin de aparentar los dirigentes rojos una salvaguardia que nunca se practicó y, sobre todo, para ofrecer al extranjero, cuando hubiese necesidad de ello, una muestra de protección a la Iglesia católica.


El Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, del Cerro de los Angeles, centro geográfico de España, lugar de peregrinaciones, después de ser asaltados los edificios religiosos que le circundaban, fue volado con dinamita el 7 de agosto de 1936, al cabo de varios días de trabajo en la confección de barrenos, con máquinas perforadoras, labor interrumpida a veces para que los piquetes de milicianos simularan el fusilamiento de la imagen. La tradicional denominación española del Cerro de los Angeles fue sustituida por la de Cerro Rojo. (Documentos números 26 y 27)


En Castellón de la Plana, en los primeros días de agosto de 1936, las turbas asaltaron la iglesia arciprestal de Santa María, Monumento nacional, quemando en una hoguera todas las imágenes y objetos sagrados, así como los documentos de los archivos de la iglesia y de la abadía, quedando destruidas también una colección de pinturas de los siglos XVII y XVIII. Después de alguna discusión entre ciertos organismos rojos, el Ayuntamiento acuerda, en sesión plenaria, la demolición del templo, y el Comité Local de la C. N. T., en un escrito de tonos soeces, de 25 de mayo de 1937, se solidariza con el Ayuntamiento en su propósito de destrucción de la iglesia, que se lleva a efecto. (Documentos números 28 a 30)


Simultáneamente a la labor destructora tiene lugar la de saqueo, y así, en la Catedral de San Isidro, de Madrid, se apoderan las milicias marxistas de cuatro lienzos de Arellano, cuadro central de «La Inmaculada», de Alonso Cano; «El Paso de la Caída», de Alfaro; «Retablos de San Francisco de Borja», de Francisco Ricci; «Retablos», de Herrero el Mozo y Pedro de Mena, desapareciendo, como consecuencia del incendio provocado por las turbas rojas, los famosos frescos pintados por Goya, Claudio Coello, Jiménez Donoso, Sebastián Herrera, etc., quedando el interior de la Catedral totalmente destruido (Documento número 31). El Palacio del Obispo de Madrid fue también asaltado por las turbas, que se apropiaron de cuantos objetos de valor existían en el mismo (Documento número 32). Las milicias rojas no solamente sustrajeron las imágenes y objetos de culto existentes en los templos, sino también en domicilios particulares, como el Palacio del Marqués de Cortina, donde hallaron valiosísimas imágenes. (Documento número 33)


Del Real Monasterio de El Escorial fueron robadas las siguientes obras pictóricas, entre otras muchas: El cuadro «El Descendimiento», de Van der Veyden; siete óleos del Greco, un Velázquez y varias obras de Tiziano, Tintoretto y Ribera; dos mil quinientos manuscritos preciadísimos de su Biblioteca, entre ellos el famoso Códice Aureo» y el «Ovetense», del siglo XVII; los autógrafos de Santa Teresa; la Custodia llamada de «Las Espigas»», y la de la Sagrada Forma, que regaló Isabel II, y gran cantidad de tapices de enorme valor; algunas de estas obras han sido recuperadas después de la total liberación de España, en Figueras (Gerona), donde habían sido trasladadas por el Gobierno marxista en su huída con dirección al Extranjero.


En Valencia, ciento cuarenta y ocho pueblos de su provincia sufrieron las consecuencias de destrucciones y saqueos de sus iglesias, donde se robaron cuadros de gran mérito artístico y de notable antigüedad, con una valoración de ciento seis millones de pesetas.


En Jaén, la magnífica iglesia tipo basilical quedó totalmente destrozada y destruidas sus imágenes y demás objetos de culto, ocurriendo lo mismo con la Catedral de Sigüenza. En Toledo, los rojos se apoderaron de la mayor parte del tesoro artístico de la Catedral, realizándose este saqueo el 4 de septiembre de 1936 por orden del entonces Presidente del Consejo de Ministros D. José Giral. (Documento número 34 y 35)


La rápida liberación de Toledo impidió la pérdida de otras joyas valiosas, como la célebre Custodia de Enrique de Arfe, que ya estaba desmontada, estando también descolgados, para llevárselos, los cuadros que atesora la Catedral.


Al liberarse Toledo, habían desaparecido de la Catedral todos los objetos que figuran en el acta anexa, siendo los más notable: Las dos coronas de la Virgen del Sagrario, valorada una de ellas en medio millón de pesetas y otra en doscientas cincuenta mil; la bandeja de plata repujada del «Rapto de las Sabinas» (siglo XVII), tasada en un millón de pesetas; superhumeral de la Virgen, valorado en seiscientas mil pesetas; un manto de la Virgen del Sagrario, del siglo XVII, con perlas, valorado en millón y medio de pesetas; dos caídas del manto de la Virgen, tasadas en cuatrocientas mil pesetas; los tres tomos de la Biblia de San Luis, correspondientes al arte gótico, de un valor incalculable. La devastación alcanzó a los demás conventos de la ciudad y pueblos de la provincia, pudiendo señalarse por vía de ejemplo el caso del pueblo de Esquivias, de donde las milicias rojas se llevaron autógrafos de Santa Teresa y Sor María de Agreda y libros de partidas de los años 1578 a 1607, que contenían el matrimonio de don Miguel de Cervantes con doña Catalina de Palacios.


También en Ciudad Real, como en las demás provincias por donde pasó el terror marxista, todo el patrimonio artístico-religioso fue destrozado por las turbas, y el de más extrardinario valor económico fue hecho desaparecer por los dirigentes marxistas. Aparte de joyas artístico-religiosas de incalculable valor, destrozadas unas y expoliadas otras, puede señalarse como caso relevante la expoliación del tesoro de la Virgen del Prado, de Ciudad Real, en el que figuraba un portapaz del artífice Becerril, valorado en un millón de pesetas, y que había sido exhibido en la Exposición Iberoamericana de Sevilla.


En la Región catalana, las depredaciones del tesoro artístico-religioso, debidas a la barbarie de las turbas o a la rapiña de los dirigentes frentepopulistas, que las sustrajeron en su provecho, revisten los mismos caracteres que en el resto de España; así en la Diócesis de Vich, la Iglesia Catedral fue incendiada y saqueada a partir del día 21 de julio de 1936; toda la Catedral, menos la bóveda, estaba decorada con pinturas del renombrado artista D. José María Sert, importando tan sólo los materiales de estas pinturas, prescindiendo de su gran valor artístico, setecientas cincuenta mil pesetas. Entre otras muchas joyas, se apoderaron los asaltantes de una Custodia del siglo XV y de un Copón del siglo XIV, valorados ambos en un millón de pesetas, habiendo sido la Custodia fundida y convertida en chatarra. Fue parcialmente destruido el Palacio Episcopal; las turbas le invadieron el día 21 de julio de 1936, y lo incendiaron, comenzando por el archivo de la «Mensa Episcopal» y «Curia Eclesiástica», de incalculable valor, que poseía pergaminos y documentos que se remontaban al siglo IX, y que se han perdido en su totalidad.


En la Diócesis de Cuenca, en que fue igualmente saqueada la Catedral y destruido el cuerpo del Patrono de la ciudad, Obispo San Julián, así como la caja que guardaba sus restos, fue saqueada también la magnífica biblioteca existente en el Seminario, siendo destruido por el fuego prendido en la plazuela del mismo edificio unos 10.000 volúmenes de los 32.000 de que constaba, habiéndose perdido el célebre «Catecismo de Indias».


E) Incautaciones.


Todos los partidos políticos del Frente Popular se incautaron de los edificios pertenecientes a iglesias y conventos, que fueron destinados a muy diferentes fines, como «checas», cárceles, casas de vicio, cuadras, bodegas, garajes, almacenes, cinematógrafos; la iglesia de los Santos Justo y Pastor, en Madrid, fue destinada por los milicianos a almacén de vinos y taberna, figurando en el lugar que ocupaba el altar mayor un gran retrato de D. Manuel Azaña; no faltando casos de celebración de mítines en iglesias, como el organizado en uno de los templos de la Orden de Religiosos Capuchinos, también en Madrid, en el que dirigió la palabra a las masas rojas desde el púlpito la agitadora marxista Margarita Nelken.


La iglesia de las Salesas Reales, situada en la calle de Doña Bárbara de Braganza, en Madrid, por Decreto rojo, publicado en la Gaceta de 17 de octubre de 1936, queda adscrita al Palacio de Justicia, con cuyo edificio forma un solo cuerpo, dejándola desafectada del servicio del culto católico. Dicha iglesia, desde los primeros momentos de la revolución marxista ya había quedado totalmente separada de su verdadero destino, pues las milicias rojas la habían saqueado y cometido sacrilegios, acompañándose en el anexo documental una fotocopia del mencionado Decreto rojo. (Documento número 36)


* * *


Una Orden circular del Gobierno marxista, fechada en Barcelona en 5 de julio de 1938 y aparecida en la Gaceta de la República del siguiente día (Documento núm. 37), simula protección a los sentimientos religiosos, facultando a los Ministros del culto y miembros de Congregaciones Religiosas para prestar su servicio militar en Sanidad, por la mayor compatibilidad de estos servicios con la condición eclesiástica de dichos reclutas. Y en otra Orden de 1.° de marzo del mismo año se invoca, con falsedad patente, el caso de dos religiosos Carmelitas que, según la disposición oficial referida, desertaron de la zona nacional para unirse al Ejército republicano, que «supo tener con ellos el respeto debido a sus sentimientos». Precisamente los religiosos Carmelitas sufrieron la más enconada persecución por parte del Frente Popular, habiendo sido asesinados solamente en Madrid los siguientes Carmelitas calzados: Fray Andrés Vecilla Bartolomé, Fray Aurelio García Antón, Fray Antón García, Fray Francisco Pérez Pérez, Fray Angelo Regilón Lobato, Fray Angel Sánchez Rodríguez, Fray Adalberto Vicente Vicente, Fray Silvano Villanueva González y el Padre Alberto Marco Alemany. También en la capital fueron asesinados los siguientes carmelitas descalzos: P. Saturnino Díaz Díaz, P. Epifanio Echevarría Barrena, P. Victoriano Hernández Vicente, P. Juan García García, P. José Perote Yébenes, P. Juan Vázquez Mejorado, P. Pío Zataraín Iruretagoyena, Fray Juan Cascajares Pérez, Fray Gabriel Cuesta García, Fray Juan San Juan Escudero, Fray Valentín Sánchez, Fray José Villanueva Sarasa, y el P. Mariano Martín García, que fue muerto en El Escorial, resultando destrozados los conventos e iglesias Carmelitas. La misma Orden circular marxista, de 25 de junio de 1938, dispone que los Jefes de las distintas Unidades militares faciliten a quienes lo demanden los auxilios espirituales, administrados por los Ministros de la religión que estén autorizados para ejercer libremente las prácticas de su culto. Para apreciar debidamente la sinceridad de esta disposición oficial puede mencionarse el caso, que consta concretamente, de que en la 112 Brigada Mixta, que guarnecía uno de los sectores de El Pardo (Madrid), fue condenado a muerte D. Luis Lucas Xarrié, de veintiún años de edad, empleado del Banco Hispano Americano, en unión de otros dos jóvenes, y al serles comunicada la sentencia, invitándoles a manifestar su última voluntad, respondieron los tres condenados que deseaban confesarse. En seguida se les presentó un falso sacerdote, que simuló recibir confesión a las víctimas.


El total de asesinatos cometidos en las personas de los Ministros de la religión católica o profesos religiosos por el Frente Popular, en lo que fue zona roja, asciende a siete mil novecientos treinta v siete, entre Obispos (de los cuales fueron asesinados 13), sacerdotes (5255) y religiosos (2.669), correspondiendo a Madrid mil ciento cincuenta y ocho (de los cuales ciento once son religiosas asesinadas en la capital), y a Barcelona un total de mil doscientas quince víctimas, también por el solo motivo de su carácter religioso o condición sacerdotal ; en Valencia, setecientas cinco; en Lérida, trescientas sesenta y seis; en Tarragona, doscientas cincuenta y nueve, y en las demás provincias sometidas al terror marxista estos asesinatos se cometen también en cifras muy elevadas.


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La enconada persecución desencadenada contra la Religión católica y sus Ministros fue ya públicamente denunciada (no obstante carecerse en aquella época de todos los datos, después adquiridos al ser liberado completamente el territorio español por el Ejército nacional) en la carta colectiva de los Prelados españoles de 1.° de julio de 1937, que recuerda los asesinatos de los Obispos y de los millares de sacerdotes y religiosos sacrificados hasta entonces por el marxismo. Uno de los Prelados firmantes de esta carta, el Reverendo Fray Anselmo Polanco Fontecha, Obispo de Teruel, fue luego apresado por el Ejército rojo —al apoderarse éste transitoriamente de la plaza de Teruel—. La Prensa marxista publicó en 9 de enero de 1938 una nota oficial del Ministerio de Defensa en la que se consignaba la gratitud, según el Gobierno rojo, expresada por el referido Prelado, en razón del trato recibido; no obstante lo cual, D. Anselmo Polanco Fontecha fue asesinado en febrero de 1939 por las milicias rojas en las circunstancias ya conocidas.


Unicamente como ejemplo —puesto que con referencia a cada provincia española dominada por el Frente Popular podrían consignarse extensísimas relaciones de sacerdotes y religiosos asesinados— se inserta al final del anexo relación nominal de los mil ciento diecinueve sacerdotes y religiosos que cayeron asesinados tan sólo en la provincia de Barcelona, víctimas de la persecución religiosa desencadenada por el Frente Popular.


El diario de Barcelona Solidaridad Obrera decía en 26 de julio de 1936 (a los siete días de iniciado el Movimiento) lo siguiente: «No queda ninguna iglesia ni convento en pie, pero apenas han sido suprimidos de la circulación un dos por ciento de los curas y monjas. La hidra religiosa no ha muerto. Conviene tener esto en cuenta y no perderlo de vista para ulteriores objetivos».


Como expresivo detalle de la actitud de la masa roja en materia religiosa, alentada por el complaciente criterio oficial, aparece documentalmente probado el siguiente caso: Un individuo llamado Gervasio Fernández de Dios, dirige desde Valencia, en 30 de noviembre de 1936, un irreverente escrito al «Camarada Ministro de Justicia», en el que solicita se cambie su segundo apellido —«Dios»— por el de «Bakunin» ya que, según expresa el solicitante en el referido escrito, "no quiere nada con Dios". El Ministro de Justicia del Frente Popular, y por su delegación el Subsecretario Mariano Sánchez Roca, acuerda acceder, por Orden de 9 de diciembre de 1936, a lo reclamado, «teniendo en cuenta que las actuales circunstancias aconsejan prescindir de la complicada y larga tramitación del expediente de modificación de apellido en aquellos casos en que, como en el del solicitante, la necesidad del cambio aparece justificada por notoriedad».

16 comentarios

doscientos -

josep, te preguntas que porque. Simplemente porque eran unos asesinos y cobardes los del Frente Popular y sus milicianos, que sabian que no hiba a ver respuesta fisica.

josep -

¿Alguien se ha preguntado alguna vez, el porqué de las matanzas de curas y capitalistas durante la guerra civil?
Deverian de pensarlo

Ignacio -

Paz y bien. En nuestros estatutos y reglas se contempla la posible reproducción de estos criminales hechos tarde o temprano, por lo que actuaríamos en consecuencia.

Qué Dios os bendiga.

Ignacio.-
www.pobrescaballerosdecristo.org

Para conocer la verdad histórica -

Revista Nihil Obstat n. 7-8

MONOGRÁFICO: GUERRA CIVIL Y MEMORIA HISTÓRICA.

Toda la información en:

http://www.edicionesnuevarepublica.com

Índice

— EDITORIALES
«La verdad nos hará libres» [Juan Antonio Llopart]
«La Memoria Histérica» [Jordi Garriga]
— MONOGRÁFICO: GUERRA CIVIL Y MEMORIA HISTÓRICA
«La Guerra Civil: Memoria histórica, ideología, mito y manipulación» [Juan A. Aguilar]
«Octubre de 1934: Cuando el PSOE asesinó a la II República» [Fidel Falcó]
«Escritores asesinados bajo el Terror Rojo» [Rafael Ibáñez Hernández]
«Memoria Histórica y Molins de Rei» [Juan Antonio Llopart]
«Los crímenes de los ídolos de Zapatero en Almería» [Antonio Martínez Cayuela]
«El túnel de Usera también llamado “Túnel de la muerte”» [María del Pilar Amparo Pérez (Pituca)]
«El POUM: La represión comunista contra la izquierda internacionalista española» [Lluis Espí]
«Odio y venganza. Represión en Europa occidental 1940-1954» [Erik Norling]
— EJERCICIO LITERARIO
«La memoria histórica de las checas de la II República» [Guillermo Rocafort]
— RESEÑAS
«Checas de Valencia» [Jordi Bosch]
«Asia Central, conflictos étnicos, nuevo nacionalismo e Islam»
— AGENDA
«II Congreso Internacional. La República y la Guerra Civil 70 años después»

carlos -

Se ha despertado polémica por la petición de perdón del presidente de la Conferencia Episcopal, Monseñor Blázquez, por «actuaciones concretas» de la Iglesia. Ahora que la Ley de Memoria Histórica inicia su trámite parlamentario en el Senado sería una buena ocasión para que los herederos ideológico-políticos de la persecución religiosa del siglo XX pidan perdón. Como es sabido, los perseguidos por motivos de su religión forman parte también de la Ley de Memoria Histórica. La petición de perdón de comunistas, socialistas y anarquistas, sería un buen signo que permitiría cerrar las heridas del pasado. ¡Ánimo!

hipotecas -

Adolfo Suárez tenía toda la razón

Frase de Adolfo Suárez en una entrevista inédita de 1980:
"Yo repito a menudo que en España está ocurriendo un fenómeno muy grave: las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y no pasan nunca por el cerebro… casi nunca pasan por la reflexión previa".
"Pero es un hecho que está ahí; que sucede. Y luchar contra ello es muy difícil… Yo he intentado combatirlo muchas veces… ¡Y así me va!"

En la política española del siglo XXI sigue sucediendo exactamente lo mismo: "las cosas entran por el oído, se expulsan por la boca y no pasan nunca por el cerebro" y se aplica tanto a los políticos como a los ciudadanos.

Carlos Menéndez
http://www.creditomagazine.es

verdadero, verdad -

El Fòrum per la Memòria del País Valencià ha puesto en marcha una iniciativa para enviar cartas de protesta al arzobispo valenciano, Agustín García Gasco, en contra de su decisión de construir en terrenos públicos de la ciudad un santuario en memoria de los religiosos martirizados en 1936 por socialistas, comunistas y anarquistas. La asociación ultraizquierdista considera que este templo dedicado los religiosos muertos durante la guerra civil es una “grave afrenta” para las “víctimas del franquismo”.

Dejando de lado que el franquismo no existía en 1936 y que los religiosos asesinados nada tuvieron que ver con el régimen franquista, en esta curiosa concepción sobre los derechos humanos, la organización izquierdista niega la condición de victima, y el derecho al recuerdo, a todo aquel que fue asesinado por el bando republicano, en una clara noción querracivilista y sectaria que discrimina por razón de su ideología o credo religioso a quienes murieron en la retaguardia durante nuestra guerra fraticida, ya fuesen víctimas de uno u otro bando.

La postura de Fòrum per la Memòria del País Valencià, solo pude tener dos interpretaciones: Bien se pretende falsificar la historia, eliminando cualquier referencia a los abusos y atrocidades cometidas por el bando “rojo”, atribuyendo la comisión de tales actos tan solo al bando nacional, o bien esconde la cerril y sanguinaria idea de que los asesinatos de religiosos, u otras personas contrarias a la ideología marxista, estaban justificados y no son condenables, ya que sólo son dignas de recuerdo las personas que murieron a manos de los nacionales. Desoladora filosofía la que esconde la Ley de Memoria Histórica que impulsan los herederos del Frente Popular.

Un ejemplo de las víctimas a las que Fòrum per la Memoria quiere negar su recuerdo

Uno de los religiosos a los que se quiere recordar en el santuario de Valencia es Celso Alonso Rodríguez. En el año 1913, cuando no tenía más que 17 años, entró de postulante para ser Hermano Redentorista en El Espino (Burgos). Su vida transcurrió en las comunidades de Madrid del Perpetuo Socorro y de San Miguel, El Espino, Astorga, La Coruña, Carmona y Granada. De Granada pasó a Valencia, hacia finales de 1935, para atender al anciano P. Antonio Mariscal. Se dedicó fundamentalmente a atender la sacristía y a los enfermos. Cuando estalló el alzamiento apenas llevaba unos meses en Valencia. De ordinario vivía fuera de la comunidad, atendiendo al anciano hermano se quedó en el asilo como enfermero. Con el H. Celso había en el asilo varios jesuitas y un anciano hermano franciscano. Una vez que los revolucionarios se adueñaron del asilo, encerraron a las hermanas en la parte destinada a Noviciado. Mientras él y el jesuita H. Tarrats ejercieron de enfermeros.

El 28 de septiembre de 1936 fueron detenidos los dos religiosos enfermeros junto con dos seglares y conducidos en un coche a la Cheka de la Plaza del Horno de San Nicolás. De allí los sacaron a las afueras de Valencia donde les asesinaron. Su cadáver fue encontrado el 1 de Octubre en Monteolivete, a la margen derecha del antiguo cauce del Turia, en el llamado Azud de Oro.

Fotografiado, fue inhumado en la fosa común como “hombre desconocido”. Todos los Religiosos del asilo fueron martirizados: los jesuitas P. Bori y HH. Tartas y Genovés (beatificados ya por Juan Pablo II), el hermano franciscano Fray Diego Campos y el H. Celso.

Ya nos explicarán los de Fòrum per la Memoria la grave afrenta que habían cometido estos religiosos. ¿Quizás existir?

verdad -

A documentarse!! El Obispo Irurita no fué fusilado...actualmente existe la versió que se compró su libertad.

J. D. -

“El 17 de julio comienza en Melilla una sublevación militar. El 19 de julio ya es evidente que ha estallado una guerra civil. A partir de ese momento, cuando aún no puede hablarse de frentes ni de operaciones bélicas, se despliega el Terror bajo la presión de partidos y sindicatos revolucionarios. El gobierno del Frente Popular conoce sólo en dos días tres jefes de Gobierno distintos, los tres de la coalición azañista Izquierda Republicana. Casares Quiroga, que había desempeñado un funesto papel en la escalada de violencia durante la primavera anterior, es reemplazado por Martínez Barrio. Éste, de mandato efímero, intenta una aproximación a los sublevados que se salda con el fracaso; a las pocas horas es sustituido por Giral. Y Giral, acuciado por los socialistas y los comunistas, decide autorizar la entrega de armas al “pueblo”, es decir, a las milicias de los partidos de izquierda, en muchos casos organizadas desde varios meses atrás. Son las milicias que protagonizarán la primera fase del Terror Rojo.”

greta -

La persecucuón religiosa de la izquierda española no tiene precedentes en la historia en cuanto a la ferocidad de los asesinos y torturadores (PSOE, PCE, anarquistas) y al número de las víctima.

Los miserables y embrutecidos miembros de las asociaciones de la memoria son de rechifla cósmica. Mientras ladran, el Vaticano continúa, sabiamente, impulsando la justicia de las causas del martirio por la fe de Cristo.

Dio lo vuole.

libre -

El exterminio de toda persona consagrada no fue algo casual ni venía en absoluto por ningún odio del "pueblo" a sus sacerdotes.

Respondía sencillamente a la doctrina marxista, que lo consideraba el odio del pueblo, y estaba escrito en todos sitios que había que eliminarlos.

Todas las monsergas que nos cuentan sobre una Iglesia que rezumaba santidad por todos lados, no es más que el discurso clásico de los asesinos: la culpoa es de los asesinados.

Solo la izquierda de ZP es capaz de justificar lo que solo tiene un nombre: Genocidio.
El PSOE debería pedir perdón públicamente por ello y ahondar así en la reconciliación entre hermanos.

Luis F. G. -

La persecución religiosa desatada en España entre los años 1931 al 1939, El régimen ateo, laico y laicista provocó la mayor persecución religiosa jamás conocida y muchos murieron. Ante quienes despreciaban a la Iglesia y buscaban su destrucción, bastantes afrontaron la muerte por amor a Dios y a Jesucristo, con firmeza y paciencia. Los casos que mostramos "confesaron" su fe hasta derramar su sangre. El martirio fue, por tanto, la prueba suprema de su amor a Dios: "No hay amor más grande que dar la vida por los amigos".

La historiografía moderna ha demostrado, y en la documentación presentada a la Congregación romana para las Causas de los Santos ha quedado claramente probado, que en el período 1931-1939 en España se persiguió a los cristianos en nombre de principios masónicos, comunistas y anarquistas.

Sancho F. L. -

Apenas desatada la guerra civil, en octubre de 1934, comenzó la matanza de clérigos, 34 de ellos en Asturias, y tres más en Palencia y Cataluña. En julio de 1936, apenas armadas las masas por el gobierno de Giral, la matanza tomó proporciones gigantescas hasta convertirse, probablemente, en la mayor persecución religiosa de la historia, más mortífera que la de la Revolución francesa o a las de la época romana.

Acosados como alimañas, unos 7.000 religiosos, más 3.000 laicos, fueron sacrificados a menudo con extrema crueldad, por el mero hecho de sus creencias. Hubo sacerdotes toreados, y a algunos les sacaron los ojos, o les cortaron la lengua o los testículos. Otros fueron arrastrados por tranvías u otros vehículos hasta morir. Once detenidos en una checa de Valencia fueron golpeados y descuartizados con mazas y cuchillos. Un cadáver tenía una cruz incrustada en los maxilares. Algunos fueron arrojados a fieras del zoo madrileño&, y así un largo catálogo de horrores. Los cadáveres solían ser ultrajados, quemados, objeto de burlas, desenterrándose incluso ataúdes de monjas fallecidas años antes, para irrisión pública.

También fueron incendiadas o destrozadas innumerables obras de arte, edificios, pinturas, esculturas, etc., así como bibliotecas antiguas y valiosísimas de monasterios e instituciones educativas (recuérdese que, al instaurarse la República, varias bibliotecas fueron pasto de las llamas a manos de los anticlericales, entre ellas la principal de los jesuitas en Madrid, considerada por muchos como la segunda de España después de la Biblioteca Nacional). Diversos dirigentes izquierdistas hicieron declaraciones felicitándose de la erradicación de la Iglesia en España, y en periódicos republicanos, como el azañista Política, podían leerse verdaderas incitaciones a la destrucción del patrimonio histórico de carácter religioso.

Esta persecución estaba inscrita en el ideario jacobino y revolucionario como algo necesario para alcanzar los fines de emancipación humana a que las izquierdas decían aspirar. A tal punto les parecía urgente aquella "limpieza" que la llevaron a cabo sin atender a su tremendo coste político, pues aquella indisimulable oleada de crímenes y destrucciones impidió al Frente Popular "vender" adecuadamente en el exterior la imagen de democracia y cultura con la que pensaban ganar el respaldo de las democracias. Sólo los regímenes soviético y del PRI mejicano apoyaron, como es sabido, a las izquierdas españolas: ambos habían llevado a cabo sus propias y sangrientas persecuciones religiosas.

Lógicamente y éste fue otro efecto político de gran alcance, la Iglesia, en su inmensa mayoría, tomó partido por quienes la salvaban y contra quienes la exterminaban. Con eso contaban los perseguidores, pero no les importó, sobre todo en los primeros y especialmente mortíferos meses de la guerra, cuando estaban seguros de vencer y de poder ajustar cuentas en todo el país con sus enemigos. Sin embargo, hubo excepciones entre los eclesiásticos, como el famoso padre Lobo, colaborador de la propaganda revolucionaria, o sectores importantes del clero vasco y catalán.

En Cataluña se dio el caso curioso de que la Esquerra, pese a su intenso jacobinismo, hiciera lo posible por salvar a los curas& nacionalistas. Un informe al cardenal Gomá, guardado en su archivo y recientemente publicado por José Andrés-Gallego y A. M. Pazos, dice: "Ha llamado poderosamente la atención el hecho de que los sacerdotes militantes del catalanismo hayan salido todos indemnes, mientras sucumbían a centenares sus hermanos". Cabe dudar de que todos salieran indemnes, pero hubo una operación política para favorecerlos, excluyendo a los curas catalanes no nacionalistas. El propio Vidal i Barraquer pudo librarse, dejando abandonado, al parecer por un malentendido, a su obispo auxiliar, Manuel Borrás, asesinado poco después.

La solidaridad de los clérigos nacionalistas con los demás fue muy escasa. Madariaga cita a una de sus "lumbreras", acaso el mismo Vidal: "Los revolucionarios han destruido las iglesias, pero el clero había destruido primero a la Iglesia". Para aquella lumbrera, las víctimas eran las culpables. Pero si tal hizo el clero, ¿por qué habían de masacrarlo no sólo quemaban iglesias los revolucionarios, primeros interesados en erradicar la religión? ¿No debieran haberlo felicitado, más bien? Posturas similares continúan hoy, por ejemplo en el fraile ideólogo e historiador Hilari Raguer.

Insolidaridad pareja vemos en el clero nacionalista vasco. Buena parte de él se sentía estrechamente ligado al PNV, en el cual veía un defensor de la religiosidad de los vascos, considerados una especie de nuevo "pueblo elegido". Quien quizá expresó mejor esa insolidaridad de raíz fue el muy católico Irujo, ministro de Justicia en el Frente Popular, en una propuesta de decreto encaminada a mejorar la imagen exterior de las izquierdas: "La pasión popular, confundiendo la significación de la Iglesia con la conducta de muchos de sus prosélitos, [hizo] imposible en estos últimos tiempos el ejercicio normal del derecho de libertad de conciencia y práctica del culto". La matanza y destrucción sistemáticas quedaban reducidas, para consumo exterior, a la simple eliminación del derecho al culto, atribuido, además, a una "confusión popular". Las víctimas, por su "conducta", habían merecido de algún modo el castigo.

Al revés que los nacionalistas de Álava y Navarra, los de Guipúzcoa y Vizcaya, creyendo a los revolucionarios destinados a vencer, optaron por éstos a cambio de un estatuto de autonomía, que se proponían rebasar aprovechando las circunstancias. Cuando los navarros ocuparon Guipúzcoa, la autoridad militar fusiló a 12 ó 14 sacerdotes nacionalistas por sus actividades políticas. El PNV y el clero adicto hicieron grandes protestas en la prensa extranjera y en el Vaticano, apoyándose en sectores "progresistas", especialmente franceses, pese al carácter tradicionalmente muy reaccionario y antiliberal del nacionalismo vasco. Franco cortó los fusilamientos, pero el clero peneuvista persistió en su campaña para negarle el carácter de defensor de la Iglesia. En realidad, dicho clero se desentendió por completo de la suerte del clero perseguido, justificando de diversas maneras la persecución.

El proyecto de decreto de Irujo señalaba además: "una parte de la Iglesia católica, concretamente la de Euzkadi, ha sabido en todo momento cumplir su misión religiosa con el máximo respeto al Poder civil (&) Por eso no ha sufrido el más leve roce con sus intereses". Sin embargo esta parte era tan falsa como la anterior. En la zona bajo autoridad del PNV habían sido asesinados nada menos que 55 sacerdotes que, por no ser nacionalistas, no merecieron la menor atención reivindicativa ni protesta del clero ni de los políticos sabinianos, contra lo ocurrido con los fusilados en Guipúzcoa por los franquistas. Otros cientos de religiosos vascos fueron masacrados en el resto del país ante la misma fundamental indiferencia de los clérigos nacionalistas.

Por supuesto, Irujo hizo aquí y allá algunas gestiones en favor de los perseguidos, y algunas denuncias ocasionales. Por ello ha recibido un reconocimiento algo excesivo, si lo comparamos con su política básica de ocultación de la realidad al exterior, de connivencia de hecho y desde el gobierno con los perseguidores, y de apoyo a la propaganda revolucionaria, todo ello sin asomo de protesta de los religiosos peneuvistas. En realidad, ésta era la moneda de cambio por las vulneraciones del estatuto, como exponía el lehendakari Aguirre ante las protestas de las autoridades izquierdistas: "Euzkadi sirvió con su ejemplo de único argumento en el exterior, invocado tantas veces en la Sociedad de Naciones y por numerosos políticos, incluso comunistas, como la señora Ibárruri en sus mítines de propaganda exterior". Los servicios prestados por el PNV y su clero al Frente Popular fueron muy estimables, pero las izquierdas creían excesivo el pago que por ellos se tomaban los sabinianos.

Creo que estos precedentes ayudan a entender sucesos actuales.

C. D. E. -

Algunos de los Intelectuales y personas importantes asesinadas en 1936 por los ROJOS (Zapatero).

Albiñana y Sanz, José María.
En el año 1936 fue reelegido diputado, por la misma circunscripción de Burgos, con el Bloque Nacional. Con el triunfo electoral en 1936 del Frente Popular, fue detenido en Madrid y conducido a la cárcel Modelo, donde con otros muchos reclusos, (...) fue asesinado en el patio de la cárcel el 23 de agosto de 1936.


Álvarez y González Pivada, Melguiades.
Creó el Partido Republicano Liberal Demócrata, del cual fue su jefe desde la proclamación de la República hasta 1936. Al estallar la contienda se hallaba en Madrid, siendo detenido por el Frente Popular y conducido a la cárcel Modelo de Madrid, donde fue asesinado en el patio del recinto penitenciario el 23 de agosto de 1936, junto con otras relevantes personalidades.


Calvo Sotelo, José.
Diputado. En la madrugada del 13 de julio de 1936, es detenido en su domicilio, por un grupo de guardias de Asalto, con el pretexto de ser conducido a la Dirección General de Seguridad –no obstante la inmunidad a la que como parlamentario tenía derecho-, es subido a la camioneta y ante el asombro del diputado, el pistolero Victoriano Cuenca dispara contra la nuca de Calvo Sotelo.


Ledesma Ramos, Ramiro.
Articulista. Tras conocer a Onésimo Redondo Ortega, jefe y fundador de la Junta Castellana de Actuación Hispánica, se lo atrae hacia las filas de las JONS. El 29 de octubre de 1936. A la derecha de la puerta de entrada del cementerio de los Mártires de Aravaca (Madrid) es asesinado junto con otros compañeros.


Maeztu Whitney, Ramiro.
Diputado monárquico en las Cortes de la República, fue nombrado académico de Ciencias Morales y Políticas en 1933, y académico de la Lengua en 1935. El 31 de julio de 1936 fue detenido por los milicianos del Frente Popular por el delito de haber escrito tanto sobre España y por España. Logró que le llevaran a la cárcel de Ventas las cuartillas para completar Defensa del espíritu, que sus verdugos arrojaron a la basura después de arrancarle la vida el 29 de octubre de 1936 en Aravaca (Madrid). Frente al pelotón de milicianos que lo iban a asesinar, segundos antes de que le llegara la muerte, pronunció Ramiro su frase lapidaria: “Vosotros no sabéis por qué me matáis, pero yo sí sé por lo que muero”.


Muñoz Seca, Pedro.
Fue uno de los más famosos y populares comediógrafos de España. El día 25 tuvo lugar el “juicio” a Muñoz Seca. El 28 de noviembre, salieron de San Antón dos importantes sacas, y en la primera, compuesta por 113 presos estaba Pedro Muñoz Seca. Sabiendo adónde le llevaban dijo a sus asesinos: “Me equivoqué al ingresar en la prisión de Madrid y deciros lo que os dije; sois tan hábiles que me habéis quitado hasta el miedo”. Aquel 28 de noviembre de 1936 fue asesinado en Paracuellos del Jarama.


Pradera Larumbe, Víctor.
Fundador, con Calvo Sotelo, del Bloque Nacional, se mostró partidario de la unidad española. Gran orador y escritor colaboró en diversas publicaciones periódicas de su época.Detenido por las hordas marxistas, fue llevado a la cárcel de Ondarreta en San Sebastián, de donde lo sacaron junto a su hijo Javier, los dos hermanos Balmaseda, el comandante Velasco, el ex ministro de la República Diego Jalón, Juan Lizárraga y Melchor Lacabe, para ser fusilados por las turbas, el 4 de septiembre de 1936. Víctor Pradera se abrazó a un crucifijo, después de afirmar su fe frente a sus verdugos y perdonando a éstos.


Primo de Rivera, José Antonio.
Fundador de Falange Española. Diputado a Cortes por Cádiz. En el mes de noviembre de 1936, el embajador soviético, el judío Marcel Rosenberg, da la orden de matar a José Antonio, para lo que se monta rápidamente un procedimiento “legal” a base de un Tribunal Popular. En la madrugada del 20 de noviembre de 1936, tras despedirse de su hermano Miguel, es conducido al patio de la prisión y minutos después, junto con dos requetés y dos falangistas, cayó abatido por las balas. “Apuntaron los fusileros y se confundieron los ecos de los disparos y la voz recia del Jefe de la Falange que lanzaba su último ¡Arriba...!”


Ruiz de Alda y Migueleiz, Julio.
Capitán de Artillería, participó en el vuelo "Plus Ultra". Participó activamente en la fundación de Falange Española. Detenido poco antes de iniciarse la Cruzada de Liberación, por orden de las autoridades republicanas, fue recluido en la cárcel Modelo de Madrid, siendo fusilado en el patio del establecimiento penitenciario, el 23 de agosto de 1936.


Salazar Alonso, Rafael.
Se afilió al Partido Radical. Al proclamarse la II República fue concejal y presidente de la Diputación de Madrid y luego diputado por Badajoz. El 1 de septiembre de 1936 fue detenido en Madrid por un grupo de milicianos pertenecientes a la FAI, siendo asesinado a tiros por los milicianos del Frente Popular, en los lavaderos de la cárcel Modelo de Madrid, el 23 de septiembre de 1936.

Eduardo Palomar B. -

Cuando se habla de la persecución religiosa que sufrió la Iglesia católica en toda España, cabe señalar dos etapas: la acaecida desde el mes de mayo de 1931 -justo al mes de ser proclamada la II República-, con la quema de iglesias y conventos, hasta el 18 de julio de 1936, y desde ésta fecha hasta el 31 de marzo de 1939, durante el tiempo que duró la guerra civil, en la zona roja, omitiendo y prescindiendo de las acciones represivas de tipo político y social habidas tanto en zona roja como en la nacional, ya que estas no tuvieron carácter antirreligioso, aunque estas acciones pusieron en evidencia la violencia de la lucha fratricida.
Tampoco se puede aludir a las víctimas registradas en operaciones militares ni a los asesinados por motivos políticos, y sí a los obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, seminaristas, hombres y mujeres de Acción Católica y otros seglares que entregaron sus vidas por amor a Dios.
Resulta verdaderamente clarificador y relevante el conocer una serie de opiniones y frases que tuvieron lugar durante el trágico período comprendido entre 1936 y 1939.
El cardenal Vicente Enrique y Tarancón, que vivió aquellos tristes hechos de la guerra civil, dejó una frase lapidaria:
“Los rojos pretendían descristianizar a España: era obligatorio empuñar las armas en defensa de la fe [...]. Los rojos, pretendían, además, hacer de España un satélite de Rusia”.
Andrés Nin, jefe del POUM (Partido Obrero de Unificación Marxista), en un discurso pronunciado en Barcelona el 8 de agosto de 1936, no tuvo inconveniente alguno en declarar:
“Había muchos problemas en España... El problema de la Iglesia... Nosotros lo hemos resuelto totalmente, yendo a la raíz: hemos suprimido los sacerdotes, las iglesias y el culto”.
El secretario general de la sección española de la III Internacional, José Díaz, afirmaba en Valencia el 5 de marzo de 1937:
“En las provincias en que dominamos, la Iglesia ya no existe. España ha sobrepasado en mucho la obra de los soviets, porque la Iglesia, en España, está hoy día aniquilada”.
Ni el templo de la MACARENA, la Reina de Sevilla, respetaron, pues fué destruida. Era un bello ejemplar, mudéjar, del siglo XIII.

Al ser preguntado el Presidente de la Generalidad de Cataluña, Lluís Companys, a finales de agosto de 1936, por una periodista de L’Oeuvre sobre la posibilidad de reanudar el culto católico, respondió:
“¡Oh!, este problema no se plantea siquiera, porque todas las iglesias han sido destruidas”.
El tristemente conocido diario socialista-anarquista, Solidaridad Obrera, el 15 de agosto de 1936, incitaba en estos términos:
“Hay que extirpar a esa gente. La Iglesia a de ser arrancada de cuajo de nuestro suelo”,
y en el número correspondiente al 25 de mayo de 1937, publicaba lo siguiente:
“¿Qué quiere decir restablecer la libertad de cultos? ¿Qué se puede volver a decir misa? Por lo que respecta a Barcelona y Madrid, no sabemos dónde se podrá hacer esta clase de pantomimas. No hay un templo en pie ni un altar donde colocar un cáliz... Tampoco creemos que haya muchos curas por este lado... capaces de esta misión”.
En la Comisaría de Policía de Bilbao fue hallado un documento con los sellos de la CNT y de la FAI, fechado en Gijón en octubre de 1936, en el que se decía textualmente:
“Al portador de este salvoconducto no puede ocupársele en ningún otro servicio, porque está empleado en la destrucción de iglesias”.
Un testimonio muy elocuente es el que dio Manuel de Irujo Ollo, dirigente del Partido Nacionalista Vasco, ministro sin cartera (septiembre 1936-mayo 1937) en los dos Gobiernos de Largo Caballero, y ministro de Justicia en el gabinete de Negrín (18 de mayo de 1937), que en una reunión del gobierno celebrada en Valencia el 9 de enero de 1937, presentó el siguiente Memorándum sobre la persecución religiosa:
“La situación de hecho de la Iglesia, a partir de julio pasado, en todo el territorio leal, excepto el vasco, es la siguiente:
a) Todos los altares, imágenes y objetos de culto, salvo muy contadas excepciones, han sido destruidos, los más con vilipendio.
b) Todas las iglesias se han cerrado al culto, el cual ha quedado total y absolutamente suspendido.
c) Una gran parte de los templos, en Cataluña con carácter de normalidad, se incendiaron.
d) Los parques y organismos oficiales recibieron campanas, cálices, custodias, candelabros y otros objetos de culto, los han fundido y aun han aprovechado para la guerra o para fines industriales sus materiales.
e) En las iglesias han sido instalados depósitos de todas clases, mercados, garajes, cuadras, cuarteles, refugios y otros modos de ocupación diversos, llevando a cabo –los organismos oficiales los han ocupado- en su edificación obras de carácter permanente.
f) Todos los conventos han sido desalojados y suspendida la vida religiosa en los mismos. Sus edificios, objetos de culto y bienes de todas clases fueron incendiados, saqueados, ocupados y derruidos.
g) Sacerdotes y religiosos han sido detenidos, sometidos a prisión y fusilados sin formación de causa por miles, hechos que, si bien amenguados, continúan aún, no tan sólo en la población rural, donde se les ha dado caza y muerte de modo salvaje, sino en las poblaciones. Madrid y Barcelona y las restantes grandes ciudades suman por cientos los presos en sus cárceles sin otra causa conocida que su carácter de sacerdote o religioso.
h) Se ha llegado a la prohibición absoluta de retención privada de imágenes y objetos de culto. La policía que practica registros domiciliarios, buceando en el interior de las habitaciones, de vida íntima personal o familiar, destruye con escarnio y violencia imágenes, estampas, libros religiosos y cuanto con el culto se relaciona o lo recuerda”.
Este Memorándum demuestra claramente que es históricamente falso afirmar, como muchos autores siguen sosteniendo, que los asesinos eran grupos de incontrolados, ya que las masas más violentas que desencadenaron la ofensiva contra la Iglesia en el año 1936, nacieron, crecieron y se formaron amparados por la República, instigados por el anticlericalismo fomentado desde el Gobierno y envalentonados desde la victoria, el 16 de febrero de 1936, del Frente Popular.

Santos Gutierrez J. -

Eugenio Laguarda: Un mártir en vida de la persecución religiosa en la guerra civil española

Entre los 233 mártires de la persecución religiosa española de los años treinta que beatifica Juan Pablo II el año 2001, podría haber aparecido el nombre de Eugenio Laguarda. Sus asesinos, sin embargo, no terminaron en el trabajo y le abandonaron moribundo en un campo abandonado.

Hoy, a sus noventa años, el padre Laguarda celebra misa todos los días a las siete de la mañana en la basílica de la Virgen de los Desamparados de Valencia (la diócesis de la que proceden la mayoría de esos mártires). Después, confiesa el resto del día hasta la tarde. En este conmovedor testimonio reconstruye el ambiente que reinaba en España durante la guerra civil. Entre el 18 de julio de ese año y el 1 de abril de 1937, según datos ofrecidos ahora por la Conferencia Episcopal Espñola, fueron asesinados 6.832 sacerdotes, religiosos y religiosas, así como doce obispos.

Los hechos que recuerda el padre Laguarda en este testimonio publicado por el semanario de la arquidiócesis de Madrid, Alfa y Omega, tuvieron lugar el 17 de junio de 1938




Testimonio de Eugenio Laguardia

Yo era muy joven. Siendo ya sacerdote, me enviaron a un pueblo de la provincia de Castellón. A los 15 meses de estar en aquel pueblo, Zucaina, vino la guerra.

Yo me enteraba de las noticias y escondí todas las imágenes de la parroquia en casas particulares, en pajares. Salía de mi casa, pero iba a la iglesia sin tocar la campana: habían matado a muchos curas de los pueblos.

Un día vinieron a matarme, una cuadrilla que iba matando de pueblo en pueblo. Cuando llegaron a Zucaina, encontraron a unos chiquitos, jugando en la plaza, y les preguntaron: «¿Habéis visto al cura?»; les dijeron que no sabían. Y se fueron a un bar pensando que ya no estaba el cura. El señor del bar se enfadó con ellos: «¿Por qué tenéis que matar al cura? Si este cura es muy buena persona». Dijeron: «¡Basta que sea un cura para que lo matemos! Y se fueron».

Me enviaron un recado para que supiera lo que había ocurrido, y me preparé esa noche para esconderme en una masía (casa de campo del Levante español), que estaba a más de una hora y media del pueblo, andando. El dueño de la masía era el tío Bernabé, un señor mayor. Estaba amaneciendo cuando llegué. Y, le dije al tío Bernabé: «Ya sabe a lo que vengo, a esconderme». Y él me contestó: «Es un compromiso muy grande tenerle aquí, nos pueden matar a todos». Le dije: «Mire, tío Bernabé, yo no le he dicho a nadie que venía aquí. Así que, si ustedes no dicen nada a nadie, no pasará nada».

Ya estaba amaneciendo el día. Entonces, la mujer, al escucharnos, llamó a su marido desde la cama: «Bernabé, Bernabé, ¿quién es?». Dijo él: «El cura». Preguntó la mujer: «¿El cura? Pero si los han matado a todos. ¿Qué quería el cura?».

Respondió el tío Bernabé: «Que le tengamos aquí escondido hasta que pase todo esto. Le he dicho que puede quedarse siete u ocho días, pero nada más, porque es un compromiso muy grande». Y dijo ella: «¡Nada de eso, no unos días, sino todo el tiempo que haga falta!». Y como en las casas mandan las mujeres más que el marido, me acogieron.

Nadie sabía que estaba allí, pero, como pensaban meter dos compañías de soldados en aquella masía, me marché por las montañas, camino de Valencia. Y al pasar cerca de Segorbe, me cogió una pareja de soldados. Iban buscando a un preso que se había escapado. Y me preguntaron: «¿Dónde va usted?». Dije: «A Valencia». Y enseguida pensaron mal de mí. «¡Dinos la verdad! ¿Quién eres?». Entonces, dije que era sacerdote.

Me cogieron de los brazos, me registraron y encontraron el breviario. Uno de ellos me pegó un culatazo en la cara, me rompió la nariz y me dejó el ojo izquierdo sin vista durante tres meses. Caí en tierra. Me pegaban y me hacían levantarme, hasta que ya no pude. Y, entonces, uno de ellos me dio un tiro en la cabeza. La bala me entró por debajo del ojo izquierdo, me atravesó el paladar, la lengua, el cuello y quedó alojada en el pulmón. El otro le dijo que me volviera a dar otro tiro, porque estaba vivo, pero ya no me lo dio. Me echaron a un barranquito cerca de la carretera. Yo oía cómo se iban, riéndose de cómo yo rezaba a la Virgen.

Cuando se perdieron sus voces, intenté subir a la carretera y, al ponerme de pie, me caí. Estaba muy grave. Me dije: «Es preciso subir a la carretera». Subí a gatas, cogiéndome a la hierba, poquito a poco, y, por fin, llegué a la carretera. Enseguida se formó un charco de sangre. La gente pasaba de largo y, por fin, pasó un autobús. Eran las doce de la noche. Como la carretera era algo estrecha y el autobús era ancho, pararon y bajaron. Les dije que era sacerdote y que me habían martirizado. No sabían qué hacer; por fin, me cargaron al autobús y me llevaron hacia Castellón para dejarme en un hospital. Estaba muy herido.

Y al pasar por Náquera, a la una de la mañana, estaban los dos matones sentados en la carretera; pararon el autobús y hablaron con el chófer. Yo iba en los asientos de los pasajeros, muriéndome: «¿Dónde vas ahora?», preguntaron al chófer. «Voy al hospital, a llevar a un herido que he recogido allí arriba. Un sacerdote». Ellos gritaron: «¡Es el sacerdote que nosotros hemos matado! ¿Aún vive? Hay que acabar con él». Pero, por fin, el chófer se impuso, los dos matones se quedaron allí, y me llevó a Castellón. Enseguida me recibieron en el hospital.

Cuando terminó la guerra, juzgaron a esos dos matones y los condenaron a muerte. Y, estando ya en Zucaina, vinieron a verme el padre de uno y la madre del otro, y se arrodillaron en cruz delante de mí, diciéndome: «Padrecito, tenga compasión de nuestros hijos, que están en la cárcel y los van a matar por lo que le hicieron a usted».

Enseguida, cogí un papel y escribí al juez, diciéndole que yo estaba bien y que quería que les quitaran la pena de muerte. Y, al ver el documento con mi firma, les conmutaron la pena. No sé si aún vivirán, ha pasado mucho tiempo. Estoy muy agradecido a Jesús porque me salvó la vida. Ahora, me llaman el muerto resucitado.