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Cretinos sin fronteras.

Cretinos sin fronteras.

La expresión es de Carlos Herrera, que en su programa matinal de Onda cero ha acuñado algunas de las frases más notables del año que ahora acaba.

Dice así:

"Estamos rodeados de cretinos. Hay cretinos hasta en la sopa. Y, en fin, no se tomen esto por la tremenda, pero es que hay veces que a uno se le llevan los demonios ante tanta estupidez como a la que estamos asistiendo. Dice el diccionario de la RAE que cretino es un “estúpido, necio”, y que necio es aquel “ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber”, así que a lo mejor entre tanta cretinez lo que realmente reina es una supina ignorancia, porque no creo que tanto cretino junto actúe de mala fe como si se hubieran puesto de acuerdo todos.

Lo que ocurre, es que se está creando el caldo de cultivo apropiado para la proliferación del cretino, que es una especie cuasi mohosa de parásito que se alimenta de la indiferencia general y la ausencia de principios, y se extiende por la amplia capa de la apatía social como si de un ser extraterrestre se tratara. Y lo malo es que el cretino consigue reproducirse de manera casi instantánea, de tal modo que cuando aparece un cretino suelen ser unos cuantos los que se acaban convirtiendo, casi como por generación espontánea, en nuevos cretinos, que a su vez inyectan su cretinez recién adquirida en todos aquellos que se le acercan sin las correspondientes defensas, que no son otras que la inteligencia y los valores.

Les explico, aunque ya se imaginan por donde voy, que ustedes, queridos lectores, si que son inteligentes, ¡y mucho! Ustedes, insisto, serán de los de abeto en ristre, corona de Adviento y Belén adecuado a la vena artística de cada uno, que los hay que convierten su casa en motivo de visita obligada por Navidad aún a riesgo de encontrarse con Herodes ocupado en el baño de invitados, y los que ponen un San José, una Virgen María, un Niño Jesús y una mula y un buey de toda la vida que parecen sacados de un recortable de Mortadelo y Filemón.

Pero es un Belén, que es de lo que se trata, y de la significación que cada uno le da al hecho de adornar su casa con motivos más o menos próximos a nuestra tradición cristiana y la razón última de esta fiesta, que no es la celebración del solsticio de invierno, porque ya me dirán ustedes a cuento de qué, o porqué no nos tomamos vacaciones cada tres meses coincidiendo con el cambio de estación, sino el nacimiento de Cristo. Un asunto que, les guste o no a los cretinos, ha tenido algo así como un poco que ver –un poquito sólo, ¿eh?- en lo que hoy somos, en nuestra cultura, en nuestras costumbres, en nuestra historia, en nuestra vivencia humana durante siglos, en la política, en la religión -¡claro!-, en... No tengo espacio para seguir.

Pero cretino no es el incrédulo, o el agnóstico, o el ateo... Cretino es aquel que subido al carro de una moda política pasajera –espero- ha decidido hacer de la laicidad una nueva profesión de fe, una religión excluyente y monoteísta que ha encontrado en Zapatero a su particular ser supremo, y que pretende acabar con todo aquello que se signifique como cristiano o próximo a la religión católica, aunque eso implique acabar con siglos de tradiciones y costumbres.

El cretino es el que decide prohibir la puesta de un belén en un colegio para no molestar... ¿A quién? ¿A quién puede molestar un belén? ¿A los mismos que prohíben el consumo de hamburguesas o a los musulmanes? ¿A los budistas, a los judíos, a las tribus del África subsahariana...? ¿Acaso les decimos nosotros que nos molesta que cumplan con el mes del Ramadán, o que canten hare krisna por la calle vestidos de túnicas naranjas, o que lleven barba larga y vistan de negro, o que entonen cánticos tribales a la luz de la luna en la Casa de Campo si es que lo hacen, que no lo sé? No. Pero, fíjense, nada de todo eso tiene que ver con nuestra cultura ni nuestro modo de convivencia, pero el nacimiento de Cristo sí, y por eso lo recordamos, aunque luego en nuestro fuero interno cada uno crea en lo que quiera creer o dejar de creer.

Y es que, ¿cabe imaginarse una Navidad sin Belén? Ni siquiera sin caganet, en el que cabría representar a toda esta panda de cretinos sin fronteras, porque cretinos de esta calaña, por desgracia, hay en todas partes, aunque aquí ahora proliferan por doquier. Dentro de unos años, los niños tendrán las vacaciones del solsticio, comerán turrón de soja bajo en calorías y sin azúcar y polvorones light de ciruelas, cantarán motivos dedicados a la nieve y el frío compuestos por Rosa León y las Supremas de Móstoles, les traerán regalos Solsti Zapa, que habrá sustituido a Papá Noel la noche del día 24 y que en lugar de llegar en trineo tirado por renos lo hará en un último modelo de Mercedes clase C acompañado de Pepe Blanco por eso de la nieve y el apellido, y la Tres Gracias de Rubens después de una dieta rigurosa baja en calorías impuesta por Elena Salgado, y que no son otras que la propia Salgado, De la Vega y Espinosa (cosas de la paridad)... Y, ¡ah!, me olvidaba: para entonces ya estará prohibido comer carne de cerdo y de ternera, no sea que se molesten musulmanes e hindúes, y como también se habrá retirado la carne de cordero por su alto poder calórico, la cena de la antigua Nochebuena, que pasará a llamarse Nochelarga, será sustituida por hamburguesas vegetales, porque el pavo, por eso de la inflación, estará por las nubes.

¡No, hombre, no! Miren, si a mí me da igual que se pongan en plan petardo con esto del laicismo... ¡Si con eso son más felices! Pero la Navidad no, por favor. Permítannos seguir creyendo que hace dos mil años el Niño Dios nació en un pobre portal de Belén (Judea, Palestina, por si no lo saben), y que un ángel les dio la buena nueva a los pastores, y que una estrella apareció en el cielo para que la vieran unos magos de Oriente que llegaron en camellos y le ofrecieron al Niño oro, incienso y mirra.

Sé que es difícil, pero la Fe no tiene explicación alguna. Sólo es posible comprenderla cuando se tiene delante la mirada de un niño en el momento en el que el Rey Melchor pasa delante suyo en la Cabalgata del 5 de enero por las calles de su ciudad. Esos ojos se llenan de tanta vida y tanta ilusión en un instante, que si fuera medible en términos de cantidad daría para regalar vida e ilusión a cientos de miles de niños en todo el mundo. Y eso sólo puede hacerlo la Fe, nunca la razón. La Navidad es mucho más que ir de compras o llenar nuestras despensas, aunque también forma parte de la alegría que nos embarga porque hace dos mil años pasó lo que pasó en un pobre portal en Belén. ¿No creen que es de cretinos pretender acabar con algo que ha sobrevivido tanto tiempo, incluso a enemigos más poderosos que Zapatero? Yo sí. Feliz Navidad".

11 comentarios

El Cerrajero -

¿Dónde andas?

Espero que no nos abandones en 2007

Pablo Gonzalez D. -

No es ningún secreto que sufrimos un proceso de descristianización y reconversión de la Navidad en una fiesta pagana y consumista; desde la misión imposible que supone encontrar tarjetas con representaciones de la Natividad, pasando por ese ambiguo "felices fiestas", hasta la sustitución paulatina de los motivos navideños en la iluminación de nuestras calles, por ejemplo, con lindos pingüinos y delfines totalmente fuera de lugar.

Estos ejemplos son consecuencia de ese relativismo moral que corroe las entrañas de nuestra sociedad, un relativismo que para vivir necesita erradicar toda referencia a Dios. Un relativismo a caballo entre el del laicismo ateo, que pretende imponer a la sociedad lo que es bueno y malo, y otro fruto de un agnosticismo práctico, que quiere arrinconar lo religioso al ámbito de lo privado para acallar la voz de su conciencia.

Sin embargo, la Navidad para los cristianos, es un tiempo de alegría y de entrega a los demás. Basta contemplar con detalle un nacimiento para caer en la cuenta de que no estamos solos, que Dios, a pesar de la dureza de nuestro corazón, se ha hecho niño para mostrarnos el camino de la verdadera felicidad y cumplir su promesa de redención.

Luego nos podemos fijar en los protagonistas de este misterio: veremos a San José improvisando una cuna en un pesebre, a la Virgen María alimentando, arropando y cantando a Jesús una nana para que duerma tranquilo, a los pastores adorándolo y entregándole sus presentes… y, al imaginar el personaje que querríamos ser, descubriremos el verdadero sentido con que tenemos que vivir el misterio de la Navidad.

Solamente en este contexto cobran sentido los belenes, los villancicos, los adornos, la felicidad del reencuentro, las cenas en familia y los regalos que nos dejarán los Reyes Magos.

Por eso, el que no nos roben la Navidad no dependerá de la malicia y medios con que cuentan sus detractores, sino de nuestra capacidad de vivirla en plenitud imitando en nuestras casas el hogar de la Sagrada Familia; y, si me permiten la expresión, de que así "lo mamen" nuestros hijos desde pequeños, para que el día de mañana se lo trasmitan de la misma manera a sus hijos y a sus nietos.

Dicho esto, y para terminar, quiero desear a sus lectores y al equipo de profesionales que forma este medio de comunicación una VERDADERA Y FELIZ NAVIDAD; pero la auténtica, la que se celebra en estas fechas y dura todo el año.

Lorena D. -

Sobre los Quita-Belenes.
Me gustaría hacer un comentario sobre los quita-Belenes.
Estos señores tan respetuosos con los musulmanes (causa según la cual se
quitan
los mismos) tampoco comerán jamón serrano ni productos derivados del mismo.
El alcohol ni probarlo. Vamos, la ministra del ramo que ya cierre los bares
y los
reconvierta en cafeterías. Por supuesto, deberían dejar de trabajar en las
festividades
de las otras religiones y trabajar estos días de Navidad, y de hecho, la
señora directora
que tiro el Belén a la basura, debería dejar su puesto a favor de un hombre,
para seguir
con las normas respetuosas, y ponerse velo para no ofender a los que
consideran
que hay que llevarlo.
Y siguiendo con el respeto ante las religiones, la católica también es una
religión.
La misma que sus madres les enseñaron a ellos. Es una reflexión de cabreo
por parte de una española de 42 años. Casi los mismosb que el "Presidente".
Curioso.

santi d. -

Ofensiva laicista
El documento del PSOE “Constitución,
laicismo y Educación para la Ciudadanía”
no ha sido una anécdota. ¿Se siente el gobierno
vinculado por este documento? La
vicepresidenta De la Vega hizo un ejercicio
de cintura afirmando el carácter aconfesional
del Estado, las buenas relaciones con la
Iglesia y los acuerdos alcanzados, al tiempo
que recordaba los distintos ámbitos de actuación
y respaldaba el documento laicista
afirmando que la Iglesia habla a sus fieles,
pero el Ejecutivo gobierna para todos. Poco
después, El País marcaba distancias con
el polémico documento afirmando que se
trataba de una respuesta injustificable a las
injustificadas reflexiones pastorales de la
Conferencia Episcopal. Equidistancia y pelillos
a la mar.
Sin embargo, según ha podido saber este
cronista de fuentes episcopales, el gobierno
prepara una campaña de acoso laicista para
el próximo mes de enero. Se trataría de darle
a la Iglesia hasta en el carnet de identidad,
al menos hasta la próxima declaración
de la renta, ya que será la primera vez que
los fondos de la Iglesia dependerán únicamente
de las “X” que coloquen los contribuyentes.
La Iglesia deberá de fiarse además
de lo que le digan los técnicos de Hacienda
sin tener contemplado instrumento
alguno de auditoría. De esta manera, por la
vía de los hechos se cumpliría el objetivo
marcado por el ala más laicista del gobierno
representada en Álvaro Cuesta.
Pero hay más. El gobierno sabe que los
ataques a la Iglesia no son gratis, sino rentables.
Así que utilizará el enfrentamiento
con la jerarquía como instrumento electoral.
Y todo ello mientras mantiene un
acuerdo estratégico con la Federación Española
de Religiosos de la Enseñanza para
implantar Educación para la Ciudadanía,
un adoctrinamiento que según el dimisionario
Alto Comisionado para las Víctimas,
Gregorio Peces Barba, “bien vale una legislatura”.
Agárrense porque vienen curvas
peligrosas para la libertad religiosa.

pertinente -

Un amigo de Zaragoza me decía un día: «Soy ateo pero a la Pilarica que no me la toquen». Quizás sea esa frase un perfecto resumen de la práctica de la religión en España: filias y fobias mezcladas con cultura y tradición en la que todo vale, por muy incoherente que sea, menos la imposición, venga de donde venga. Ni soy practicante ni estoy de acuerdo con la forma en la que el Vaticano aborda muchos problemas pero no por eso me resultan indiferentes los ataques a las tradiciones religiosas, que forman parte de mi ADN cultural, de los que presumen de laicos, arremeten contra todo lo que suene a cristiano y se muestran tan tolerantes con una religión que, casualmente, sitúa a los países donde es mayoritaria a la cola del ranking del respeto a los derechos humanos. Por la cuenta que nos tiene a todos y por razones de convivencia pediría a todos aquellos que ostentan cargos de responsabilidad que midieran mucho sus palabras y sus actos en público al tratar temas religiosos, sobre todo aquellos que afectan a las creencias y a las tradiciones culturales de la gente. Los españoles, por tradición, reaccionamos mal ante ese tipo de cosas y podría ocurrir que tanto laicismo fundamentalista combinado con la multiculturalidad mal entendida y el miedo al islamismo radical acabara por convertirse en islamofobia. Cuando veo que la inmigración es el primer problema de los españoles según las encuestas, me pregunto si algo de eso está comenzando ya a pasar.

M. G. L. -

Los sucesos acaecidos en varios centros escolares de España durante este periodo de Adviento, haciendo desaparecer belenes, han puesto de manifiesto que hoy se tiende a considerar que la laicidad comporta la exclusión de los símbolos religiosos de los lugares públicos destinados al desempeño de las funciones propias de la comunidad política: oficinas, escuelas, tribunales, hospitales, cárceles… Pero el lugar más propio de la comunidad política es la calle que acoge la totalidad de la vida pública, y el símbolo religioso más notorio, claro y ostentoso es una Catedral, una Mezquita o una Sinagoga.
Si el concepto se desarrolla con coherencia no es que tengan que desaparecer los crucifijos de los despachos cuyo titular es circunstancialmente un cristiano, sino que tendrán que demolerse los templos de culto y desautorizarse la creación de otros nuevos, porque el que se siente molesto al pasar por delante de un belén colocado en su escuela, también se siente molesto al pasar por delante de la Iglesia parroquial de su barrio.

Este laicismo no es el garante de una democracia liberadora sino, al contrario, garantiza la opresión totalitaria y la vuelta a las catacumbas.

Agustin Embuena -

El devenir del azar está repartiendo millones mientras escribo estas líneas. Un año más, el sorteo del día 22 dio ayer el pistoletazo de salida a la celebración de estas señaladas fechas. Sí, fechas, ya que no quiero herir sensibilidades, dentro del ambiente laicista con el que este Gobierno ha enrarecido de manera absurda e innecesaria la Navidad.
Independientemente de credos e ideologías, estos días son únicos en el año. En ellos, la sensibilidad está a flor de piel y resulta fácil contagiarse de esos deseos de paz y amor que tanto echamos en falta durante el devenir de lo cotidiano.
Puede que lo que para los cristianos y españoles, lo somos el nacimiento de Jesús, sea para otros el solsticio de invierno, o una mera excusa para saltarse la dieta y darse algún capricho, pero es indudable que sólo muy pocos escapan al influjo de estas festividades.
Entonces, ¿a qué viene esta batalla contra los símbolos religiosos? ¿Qué necesidad hay de crear un enfrentamiento interesado entre creyentes y no creyentes?
Personalmente, dentro de la libertad de credo, pienso cantar villancicos ante el Belén de mi casa, veré con nostalgia los sitios vacíos en la mesa familiar y me sentiré agradecido por el amor que recibo. Alguien dijo que el regalo de la felicidad pertenece al que lo saca de su envoltorio. Háganlo. Feliz Navidad.

Pedro Tercero F. -

Durante el fin de semana hemos paseado por los puestos de la Rambla para adquirir algunas de las figurillas del Pesebre que se han perdido o deteriorado. Así, disfrutamos viendo a los pequeños buscar un buey que tenga una cara simpática, pues no quieren que el Niño se asuste cuando le eche una miradica.

Lo que más tiempo nos lleva es elegir la cuna y les cuesta ponerse de acuerdo. Resulta difícil que reúna tantas cualidades como ellos exigen, de modo que optamos porque sea mullida y caliente. En vista del escaso resultado de nuestra búsqueda, y no es porque no haya variedad, decidimos construirla en casa.

La yaya le hará una almohada con unas plumas, las sábanas serán de una tela de su ajuar, y además le añadirá unas puntillas que conserva para casos como éste, no queremos averiguar los años que tiene. Los niños, con la ayuda de papá, construirán la cuna. Una vez complacidos todos, sólo nos resta encontrar un Niño sonrosado y, que sonría mucho, añade la más pequeña.

Lo guardaremos hasta el 24 y entonces lo colocaremos con la misma solemnidad de cada año. Aunque aún no ha nacido, ya hemos empezado a cantarle villancicos. Cada domingo, alrededor de la corona de adviento y después de encender las velas, entonamos, mejor diría, desentonamos alguno.

Las luces de las calles nos recuerdan que está a punto de nacer la luz del mundo y para nosotros ésta es la mejor noticia. Quisiéramos no caer en el consumismo imperante de estos días, aunque resulta difícil. Los escaparates son tentadores, están tan artísticamente decorados que parecen competir para llevarse un premio. Sin embargo lo importante en nuestra casa es que estamos en familia y aunque echamos en falta a los que ya no están vamos a intentar estar lo más felices que sea posible.

Como hacemos durante el resto del año, acordándonos de los niños que tienen una vida difícil, cuando los míos acaben el colegio iremos a dejar nuestros juguetes y algunos alimentos para algunos de estos niños menos afortunados. Es Navidad y queremos que muchos otros compartan nuestra alegría.

Es Navidad. Nos vemos en la Misa de Nochebuena y si no en la de Navidad. Hasta entonces.

Manuel Maldonado -

No es ningún secreto que sufrimos un proceso de descristianización y reconversión de la Navidad en una fiesta pagana y consumista; desde la misión imposible que supone encontrar tarjetas con representaciones de la Natividad, pasando por ese ambiguo "felices fiestas", hasta la sustitución paulatina de los motivos navideños en la iluminación de nuestras calles, por ejemplo, con lindos pingüinos y delfines totalmente fuera de lugar.

Estos ejemplos son consecuencia de ese relativismo moral que corroe las entrañas de nuestra sociedad, un relativismo que para vivir necesita erradicar toda referencia a Dios. Un relativismo a caballo entre el del laicismo ateo, que pretende imponer a la sociedad lo que es bueno y malo, y otro fruto de un agnosticismo práctico, que quiere arrinconar lo religioso al ámbito de lo privado para acallar la voz de su conciencia.

Sin embargo, la Navidad para los cristianos, es un tiempo de alegría y de entrega a los demás. Basta contemplar con detalle un nacimiento para caer en la cuenta de que no estamos solos, que Dios, a pesar de la dureza de nuestro corazón, se ha hecho niño para mostrarnos el camino de la verdadera felicidad y cumplir su promesa de redención.

Luego nos podemos fijar en los protagonistas de este misterio: veremos a San José improvisando una cuna en un pesebre, a la Virgen María alimentando, arropando y cantando a Jesús una nana para que duerma tranquilo, a los pastores adorándolo y entregándole sus presentes… y, al imaginar el personaje que querríamos ser, descubriremos el verdadero sentido con que tenemos que vivir el misterio de la Navidad.

Solamente en este contexto cobran sentido los belenes, los villancicos, los adornos, la felicidad del reencuentro, las cenas en familia y los regalos que nos dejarán los Reyes Magos.

Por eso, el que no nos roben la Navidad no dependerá de la malicia y medios con que cuentan sus detractores, sino de nuestra capacidad de vivirla en plenitud imitando en nuestras casas el hogar de la Sagrada Familia; y, si me permiten la expresión, de que así "lo mamen" nuestros hijos desde pequeños, para que el día de mañana se lo trasmitan de la misma manera a sus hijos y a sus nietos.

Dicho esto, y para terminar, quiero desear a sus lectores y al equipo de profesionales que forma este medio de comunicación una VERDADERA Y FELIZ NAVIDAD; pero la auténtica, la que se celebra en estas fechas y dura todo el año.

resti -

Memoria histórica y celebraciones religiosas



Ahora que están poniendo de moda el ejercicio de la memoria histórica, que es siempre memoria común, las celebraciones religiosas en las ciudades y los pueblos de España continúan siendo un testimonio privilegiado de expresión pública de la vida interior de las convicciones, de los anhelos y esperanzas de muchos de nuestros conciudadanos.

En los últimos días he observado asistiendo a funerales, a fiestas patronales i ahora con la preparación de la Navidad que la gente, el ciudadano de a pie, que seguramente vota a la izquierda laicista, asiste, sabe rezar, participa y reza.

La memoria no es sólo un ejercicio de nostalgia; es una exigencia responsable a la hora de construir un presente histórico, en el que la dignidad de la persona sea el centro de nuestros intereses y de nuestras actuaciones.

Pienso que sería muy conveniente para el bien de la sociedad que los amantes de la memoria histórica, los que no diferencian el 31 del 78, tengan en cuenta está realidad religiosa y cultural.

Fernando G. H. -

Los laicistas se vuelven más beligerantes con la llegada de las fiestas navideñas.

¿Feliz Navidad o feliz laicidad? Laicidad, por supuesto, en el sentido de laicismo que excluye la expresión pública de lo religioso. Esa es la propuesta de algunos que se radicalizan en estas fechas.

El diario La Razón, en pleno 22 de diciembre, no abre portada con fotos ni titulares del sorteo de Lotería de Navidad -ese gran rito aconfesional que se sigue con fervor, esperanza, deseo de redención y devoción en toda España- sino con Tony Blair en una función teatral de Navidad de un colegio: "Blair se desmarca del laicismo; tres de cada cuatro empresas inglesas han suprimido los adornos navideños".

Este año, el servicio postal inglés eliminó todos los símbolos religiosos de sus sellos navideños, mientras que un sondeo reveló que tres de cada cuatro empresas han preferido no decorar sus oficinas para no ofender a los empleados no cristianos. Por su parte, el canal público «Channel 4» sorprendió a muchos televidentes al contratar a una mujer musulmana con un velo facial completo para que pronuncie un mensaje navideño «alternativo», que se emitirá al mismo tiempo que la tradicional alocución de la Reina. Indignado por estas iniciativas, el Foro Cristiano-Musulmán, creado para mejorar las relaciones entre ambas religiones, criticó la «secularización» de la Navidad. Según su presidente, el obispo David Gillett, la mayoría de la gente se siente ofendida por esta «obsesión» por proteger a los no cristianos. «Nuestros amigos musulmanes nos han dicho muy claramente que las celebraciones no les ofenden», aseguró a la BBC.

De hecho, también los líderes musulmanes en España quieren marcar distancias con los activistas del laicismo que quieren arrastrarles a una guerra -las Antinavidades o las Guerras de la Navidad, se les llama- que los musulmanes no desean. En declaraciones a Europa Press recogidas por La Razón. el portavoz de la Federación Española de Entidades Religiosas Islámicas (Feeri), Javier Isla, comentó que «bienvenidos» los belenes si gustan a los niños. Para el portavoz de los musulmanes los Nacimientos «son una tradición española de muchos siglos y no voy a venir de fuera a quitarlos; España es un país mayoritariamente católico y hay que respetar sus tradiciones». Por ello, Isla subrayó que «en esta guerra los musulmanes no tenemos nada que ver, ningún padre musulmán ha pedido que se retiren belenes, por nuestra parte estamos encantados de que se instalen si a los niños les hace ilusión».

Sin embargo, en España son activistas laicistas los que buscan polémicas contra el sentir tradicional (y contemporáneo) de la inmensa mayoría de los españoles.

Recoge La Razón que el jefe de la Policía de Vila-Real solicitó la retirada del crucifijo del Salón de Plenos del Ayuntamiento al asegurar que el plenario «es un lugar para representar políticamente una colectividad democrática y laica, no iluminado por la simbología de ninguna confesión». El alcalde le contestó que se trata de un «ornamento» y demoró la decisión de retirarlo.

Colegios de Zaragoza, Mijas y Cartagena han experimentado en estos días navideños los intentos de eliminar los signos religiosos de la vida escolar.

En Zaragoza el acoso es por partida doble. Hace unas semanas era el claustro del colegio público Hilarión Gimeno de la capital aragonesa quien eliminaba su festival navideño en aras de promover una educación laica

El Sindicato de Estudiantes de Izquierdas (SEI) ha convocado a concentrarse ante la tradicional misa del 22 de diciembre con que el Instituto Goya, de la misma ciudad, celebra el inicio de las fiestas navideñas. La Concapa (Confederación católica de padres de alumnos) lo valoró como «un hecho grave» y una «intolerable expresión de acoso a la libertad de los padres y alumnos del centro que desean libremente asistir a la misa». La Concapa ha aprovechado para recordar medidas que tantean fuerzas laicistas como la «ilegal petición de nacionalización de los colegios concertados o la retirada de la clase de religión de los centros públicos». Concapa ofrece su correo electrónico ( concapa@concapa.org ) para que se pueda denunciar «cualquier discriminación o imposición en este sentido».

En el instituto «Las Lagunas» de la localidad malagueña de Mijas fue era la misma directora quien tiraba al basura un Nacimiento realizado por los alumnos de Religión de primer curso de la ESO. "Este tipo de actividades no pueden tolerarse en un centro público donde conviven alumnos de diferentes religiones que podrían sentirse ofendidos", dijo. Se ve que el Belén es ofensivo para mucha gente que sólo ella conoce.

En Cartagena la presión de los padres consiguió vencer la prohibición de montar el Belén impuesta por el director del colegio público «Luis Calandre». Su justificación era también el evitar «herir sensibilidades» de los alumnos de otras confesiones. Los padres lograron el apoyo de la mayoría de la comunidad educativa, ante el cual cedió el director.

La última instrucción pastoral aprobada en la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal Española ya alertaba de la ola de laicismo que está sacudiendo a España. En concreto, los prelados advertían de que «parece que lo único correcto y a la altura de los tiempos es manifestarse como agnóstico y partidario de un laicismo radical y del relativismo moral como única mentalidad compatible con la democracia». «Se trata de la voluntad de prescindir de Dios en la visión y la valoración del mundo».


El belén es una manifestación de «espiritualidad» y «cultura», según Benedicto XVI